“El racismo en México y la hispanidad”

Hace poco publiqué este texto con un amigo en la revista Foreign Affairs:

Como sostiene el periodista español David Jiménez, más que perdón, comisiones de la verdad o reparaciones materiales, sería asequible ofrecer a América una mayor honestidad histórica, incorporando en el relato los abusos y onerosos expolios llevados a cabo en el continente, sin que esto implique trasladar la culpa a las generaciones actuales, que nada tuvieron que ver con ellos. Entender los acontecimientos en la especificidad de su contexto histórico no nos impide reconocer, desde el horizonte de nuestro presente, la existencia de abusos llevados a cabo por parte tanto de los europeos como de las poblaciones originarias que habitaban el continente.

Grecia Monroy Sánchez y Cristian Márquez Romo, “El racismo en México y la hispanidad”, Foreing Affairs, 22 de diciembre de 2019. Disponible en: http://revistafal.com/el-racismo-en-mexico-y-la-hispanidad/

“Aunque no sea conmigo”: la historia olvidada de una canción muy recordada

Enrique Bunbury ha hecho una de las versiones más populares de “Aunque no sea conmigo”, tema original del mexicano Santiago “Chago” Díaz. | Fotografía: DVD Una cita en Flamingos.

Enrique Bunbury ha hecho una de las versiones más populares de “Aunque no sea conmigo”, tema original del mexicano Santiago “Chago” Díaz. | Fotografía: DVD Una cita en Flamingos.

(Grecia Monroy.) Andando en el metro y los autobuses de la inmensa Zona Metropolitana de la Ciudad de México, es común toparse con un músico ambulante que con su guitarra y su buena o mala voz, dependiendo de la suerte que nos toque, incluya en su repertorio la canción “Aunque no sea conmigo”. Muchas veces, esta canción será, de hecho, la elegida para cerrar su efímera presentación musical. También dependiendo de nuestra suerte nos tocará escuchar el tema en la versión de Celso Piña o en la de Enrique Bunbury, quienes han grabado las dos versiones más populares, aunque no las únicas, de “Aunque no sea conmigo”. La banda mexicana y el cantante español lo han hecho tan bien que muchas veces queda olvidado que el autor original de la canción es el músico mexicano Santiago “Chago” Díaz Vera.

El misterio envuelve la biografía de este personaje mítico. La información disponible es poca y apenas nos permite esbozar y situar la importancia de este cantautor en la historia de la música mexicana. Sabemos que fue originario de Gómez Palacio, Durango, al norte de México, y que cultivó en los años setentas y ochentas una fama musical regional, especialmente en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, donde se ganó el sobrenombre de “El Bardo de la Canción”, en referencia al tema “El Bardo”, uno de sus éxitos en aquella época.

Pero curiosamente una imagen más clara de “Chago” Díaz es la que nos llega a través de la historia de la que es en nuestros días su canción más popular, la ya mencionada “Aunque no sea conmigo”. Como quizás podemos imaginarnos, se trata de una historia de amor: la de “Chago” Díaz con Dora Lilia Fernández Ledezma. En una entrevista del año 2014, esta mujer, quien tiene su propia trayectoria en la música, radio y televisión mexicana, cuenta cómo, con apenas 15 años, conoció a Díaz y cómo comenzó una relación laboral, de amistad y, finalmente, de trágico amor con él.

Santiago estaba casado y era mayor que Lilia. Además, incluso una vez que se divorció, los padres de ésta rechazaron que su hija se casara con él y se la llevaron lejos, a otra ciudad. Allá, ella se casó. Eran principios de los años ochenta y fue entonces cuando “Chago” Díaz compuso y grabó “Aunque no sea conmigo”. Así lo recuerda Fidel Sánchez, el bajista que participó en esta grabación, junto con Carlos Castillo, en la guitarra, y Esteban Rodríguez, en la batería.

Lilia cuenta que, años después, finalmente pudieron ella y “Chago”estar juntos, pero el tiempo se les haría poco y la tragedia vendría nuevamente, pues él murió con apenas cincuenta años. Su legado, sin embargo, ya estaba echado al viento y en el año 2001 sería puesto bajo los reflectores con la versión de “Aunque no sea conmigo” que Celso Piña —oriundo de Monterrey, ciudad en la que Díaz cosechó en su época sus mayores éxitos—, acompañado de la banda Café Tacvba, grabó para su álbum Barrio Bravo.

Quizás inspirado en esta versión fue que Enrique Bunbury ofreció en 2002 su propia interpretación de la canción, como parte de la gira de su disco Flamingos.

Luego, en 2005, el cantante español publicaría la canción en versión estudio como parte del disco colectivo Que te vaya bien bonito. Un tributo a México.

La popularidad de este tema en voz de Bunbury lo ha convertido en una parte imprescindible de su repertorio en vivo, y así queda manifiesto en las diferentes interpretaciones que de esa canción nos ha ofrecido. Una de ellas, grabada en 2014 a dueto con Andrés Calamaro, como parte de la gira que el argentino y Bunbury hicieron por tierras mexicanas, y que luego se dio a conocer en el disco Hijos del pueblo.

Finalmente, tenemos la que quizás sea ya una de las interpretaciones más memorables de “Aunque no sea conmigo”: la que hizo Bunbury acompañado de mariachi, en pleno Zócalo de la Ciudad de México, ante 170 mil personas, en octubre de 2017.

Además de Celso Piña y Bunbury, también otros cantantes como Raphael y Paulina Rubio han puesto en sus propias voces la sentida canción. Y seguramente escucharemos varias versiones más… En todo caso, la canción que encarna la historia de amor de Santiago “Chago” Díaz y Lilia Fernández ya tiene su justo e inamovible lugar entre la música popular mexicana y seguirá siendo cantada por los trovadores urbanos por muchos años más.

Michael Waldrep, “Las ciudades desconocidas de México: Naucalpan y Ecatepec” (traducción)

Original: Michael Waldrep, “Mexico’s Unknown Cities: Naucalpan and Ecatepec” publicado por Michael Waldrep en Fulbright National Geographic Stories el 2 de abril de 2015.

Traducción: Grecia Monroy Sánchez (12 de 17)

*Las fotos, videos y enlaces incluidos aquí son los que aparecen en el artículo original.

Las ciudades desconocidas de México: Naucalpan y Ecatepec

El Distrito Federal de la Ciudad de México es la unidad administrativa más grande del país. De los 22 millones de residentes del área metropolitana, 8.8 millones viven en el D.F. Si preguntáramos a los mexicanos cuál es la “segunda ciudad” más importante del país, la subcampeona en términos de población, la mayoría seguramente diría que Monterrey o quizás Puebla o Guadalajara. Aunque Guadalajara es, de hecho, la segunda zona metropolitana más grande de México, el segundo municipio más grande del país es Ecatepec —un creciente, multifacético distrito de la Ciudad de México. Más de 1.6 millones de personan viven en Ecatepec; otros 350,000 viven en el adyacente Tecámac. Naucalpan, otra ciudad que está unida al D.F. es hogar de cerca de 800,000 residentes (incluyendo a los de la ya antes mencionada Ciudad Satélite).

No tengo ninguna intención especial al poner estas imágenes en un mismo paquete. Acaso, más que nada, en lo que coinciden es que todas fueron tomadas en el Estado de México —ésa creciente zona de influencia de la Ciudad de México— y en que las hice en los últimos siete días. Lo que resulta más crucial para mí es que en los diferentes municipios alrededor del Distrito Federal hay una inmensa diversidad en la forma arquitectónica de los barrios. Incluso en sectores determinados, como las viviendas de interés social promovidas por el gobierno, las casas evolucionan a diferentes ritmos y su cambio es evidente. Una típica calle te puede parecer difícil hasta que pasas al siguiente barrio y te encuentras con toscos caminos de tierra, oscurecidos por una maraña de cables de electricidad improvisados. Algunas de las casas nuevas son bonitas, con jardines bien cuidados y modernas comodidades. Dado que Ecatepec tiene más población que cualquier ciudad de Estados Unidos (con excepción de las cuatro más grandes), es de esperarse una manifiesta diversidad de estilos, vivencias y experiencias.

Gracias a Brenda Bernaldez de la Biblioteca Benjamín Franklin, un proyecto del Departamento de Estado aquí en la Ciudad de México, he tenido el placer de conocer un buen número de profesores por toda el área metropolitana. Karina, quien fue tan generosa como para llevarme a Neza la semana pasada, fue una de ellas, y esta semana estoy compartiendo algunas fotografías de cuando estuve en otros de los grandes municipios del Estado de México. Muchas gracias a Rolando y a Jaffid por llevarme a conocerlos.

Real del Valle, Tepexpan.—Fotografía por el autor. Da click para hacerla más grande.

Real del Valle, Tepexpan.—Fotografía por el autor. Da click para hacerla más grande.

Naucalpan.—Fotografía por el autor. Da click para hacerla más grande.

Naucalpan.—Fotografía por el autor. Da click para hacerla más grande.

Naucalpan.—Fotografía por el autor. Da click para hacerla más grande.

Naucalpan.—Fotografía por el autor. Da click para hacerla más grande.

Acolman.—Fotografía por el autor. Da click para hacerla más grande.

Acolman.—Fotografía por el autor. Da click para hacerla más grande.

Los Héroes, Tecámac.—Fotografía por el autor. Da click para hacerla más grande.

Los Héroes, Tecámac.—Fotografía por el autor. Da click para hacerla más grande.

Los Héroes.—Fotografía por el autor. Da click para hacerla más grande.

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Las Américas, Ecatepec.—Fotografía por el autor. Da click para hacerla más grande.

Las Américas, Ecatepec.—Fotografía por el autor. Da click para hacerla más grande.

Vista desde Remedios, Naucalpan.—Fotografía por el autor. Da click para hacerla más grande.

Vista desde Remedios, Naucalpan.—Fotografía por el autor. Da click para hacerla más grande.

El español que hace del acto poético una canción

Publicado originalmente en Cultura Colectiva.

(Grecia Monroy.) Un acto poético, según dice Alejandro Jodorowsky, “[…] es una llamada a la realidad.” Es un acto que hacemos con convicción, pero carente de toda justificación. Un acto gratuito, positivo y bello. Visto así, puede ser que hagamos y presenciemos más actos poéticos de los que pensamos. Incluso, puede ser que reconozcamos como poéticos actos que no nacieron siéndolo pero que, a nuestros ojos, lo son. El acto poético parece, entonces, precisar de una “mirada poética”. Algo así es lo que piensa el músico y cantante —originario de Barcelona— Carlos Ann: “es cuestión que elijas lo que quieres y desde dónde quieres ver el mundo. Si quieres ver un mundo crudo, lo vas a ver. Si quieres embellecer con actos poéticos o con impulsos positivos, vas a estar ahí. Yo prefiero estar ahí; es un acto poético que no cuesta nada.”

Por supuesto, si hay un mundo y actos poéticos, debe haber personas poéticas. Más bien, personajes. Y es que el paso entre una persona y un personaje está, justamente, en ciertos actos que, al mismo tiempo, alejan y acercan a una persona de todas los demás. La acercan porque nos podemos reconocer en ella, pero la alejan porque la vemos como un símbolo o metáfora. En el terreno de la música, esto ocurre a menudo: los músicos se vuelven generadores y receptores de actos que los convierten en “algo más”. Hay quienes hacen esto sin darse mucha cuenta y otros más que lo asumen a conciencia. Por eso, pareciera que cada uno de sus gestos y actos son poéticos: al mismo tiempo espontáneos y absolutamente bajo control.

Un acto poético musical es, por ejemplo, volver a presentar por entero las canciones de un disco que salió hace casi 6 años. Eso fue lo que hizo Carlos Ann con El Tigre del Congrés (2010), en tres conciertos en México —Azcapotzalco, Puebla y colonia Roma— los días 3, 11 y 12 de junio. Por cierto que el cantante había estado viviendo en nuestro país hasta hace un par de días, cuando regresó a su Barcelona natal. Antes de ello, pudimos conversar con él sobre la gira del Tigre… y varias cosas físicas y metafísicas más.

Al igual que hace seis años, en estos conciertos se acompañó de dos legendarios guitarristas: Juan Carlos Allende y Enrique Rodríguez Castañeda, músicos que acompañaron durante años a Chavela Vargas y a quienes, de hecho, Carlos Ann conoció en un concierto de la cantante mexicana. “Nos había quedado pendiente volver a estar juntos. Siempre lo hablábamos durante estos años. Buscamos de cierta manera como un leitmotiv, algo como para volver a juntarnos. Pero yo no lo he hecho para revivir el pasado, sino para intentar proyectar hacia el futuro, porque tengo ganas de volver a grabar con ellos, de volver a intentar algo con lo que ya nos conocemos, a ver qué puede surgir a partir del conocimiento. En el primer disco, nos acabábamos de conocer. Ahora ya con seis años de distancia y de trabajo, pues cambia mucho.”

En el escenario, los tres músicos se ven muy integrados y la atmósfera que crean es de devoción y pasión total. Por supuesto, esto se debe también a la naturaleza misma de las canciones del El Tigre del Congrés: el drama del desamor a flor de piel, recuerdos nostálgicos de viejos amigos, historias del barrio en el que Ann creció, versos demoledores sobre amores y almas perdidas. Canciones, literalmente, entrañables; más aún teniendo en cuenta su proceso de composición: “cada disco es diferente y cada canción es diferente. En el disco de El Tigre del Congrés, las canciones me venían dictadas y recuerdo que lo pasé muy mal; el proceso fue duro, fue doloroso. Recuerdo que estaba en mi casa, tomándome una botellita de vino, tranquilamente tocando la guitarra, y de repente me venía dictada la canción. La grababa, porque no podía escribirla. Lo que duraba la canción es lo que duraba la composición. O sea que es a tiempo real. Cuando acababa, me entraba un dolor terrible y me iba de rodillas, caminando por el suelo hasta la otra punta. Cuando se me iba el dolor, me volvía a sentar y me venía otra canción. Aunque el dolor era físico, no nace de lo físico, sino de los cuerpos que tenemos.”

Durante la entrevista, Carlos Ann dice que no se va a poner a dar una “cátedra metafísica”, pero, inevitablemente, lo hace. A mí me parece fascinante; quizás, en parte, porque, en general, sospecho del escepticismo que actualmente reina entre nosotros como una extraña —y embustera— forma de “razón”. Cuando le pregunto sobre si tiene un ritual previo a dar un concierto, cuenta que, aunque en otra época era más “maniático”, lo único que ahora hace es purificar el escenario porque “usualmente, los lugares en los que te presentas están abarrotados de energías atascadas, hay memoria en la pared, hay muchas entidades. Es lo que hago para poder estar a gusto.” Como ya había adelantado, su modo mismo de componer canciones lo asume desde una perspectiva “espiritual” —que podríamos llamar “platónica”— pues considera que “[…] las canciones no son del artista. Están en el mundo de las ideas. Nosotros lo que hacemos es bajarlas aquí a este plano. Considero que las canciones están dictadas.”

Estas creencias metafísicas tienen influjo también en su manera de ver el devenir de su propia carrera artística —a la que él, nos dice, caracterizaría con la palabra “evolución”— y en la relación que tiene con canciones escritas hace mucho, desde que lanzó su primer disco en 1997 —Analogic emotion— hasta el último de 2014 —Holograma. “Hay canciones que las he escrito y no las entendía. Al cabo de unos años, una situación se me ha planteado y resultó ser la canción misma. Eso también a Lou Reed le pasaba. Había canciones que escribió hace cuarenta años y no sabía lo que significaban y después encontró el significado. Y sí que pasa porque el tiempo no existe. Yo no creo en el tiempo.” Pese a la afirmación de este tiempo fractálico y discontinuo, Carlos Ann responde que, si tuviera que presentarse con alguien que jamás lo ha escuchado, le pondría la última canción que ha escrito, porque “energéticamente sería lo que más tendría en común conmigo.”

Ahora que, si tuviera que definir en dos momentos musicales lo que fue y lo que es ahora, elegiría, para lo primero, las canciones “Sólo soy un hombre solo acompañado” y “Queda tiempo para morir”, las cuales les recomendamos escuchar.

Mientras que para definirse en el “presente”, elegiría “Paz y hogar”, así como otras canciones del nuevo disco que está preparando.

De hecho, es a terminar el disco, a mezclarlo y masterizarlo, a lo que Carlos Ann volvió a Barcelona. Seguramente, el resultado será fascinante y… poético. Lo será no sólo por la forma misma de las canciones, sino por el proceso que seguirá y por la convicción con la que el cantante barcelonés asume la creación: “lo que canto es real, lo que canto es puro. Nunca he escrito una canción que no fuera de verdad.” Comprobar esto es tarea nuestra, escuchándolo y viéndolo en el escenario, pero sin olvidar que debemos buscar esta “verdad” no con los ojos de la “objetividad”, sino a la luz de la mirada poética que, con un poco de suerte, podrá revelarnos todo un mundo nuevo.

Carlos Ann: “Hay canciones que las he escrito y no las entendía”

Publicado originalmente en Acordes Modernos.

Carlos Ann. | Facebook del artista.

(Grecia Monroy.) Tras haber visto, el pasado viernes 3 de junio, a Carlos Ann en concierto, reviviendo con intensidad desbordante las canciones de El Tigre del Congrés (2010), y tras haberme quedado fascinada con varias entrevistas en las que quedaba de manifiesto la “mística” que rodea el proceso de composición y de performance musical del cantante barcelonés, la idea de entrevistarlo se volvió irresistible.

Pude hacerlo hace algunos días, en una librería de la colonia Roma, en la Ciudad de México, poco antes del regreso de Carlos a Barcelona —donde terminará, por cierto, de mezclar y masterizar su próximo álbum. La entrevista la hice junto con una amiga que, de hecho, fue quien me presentó musicalmente —hace ya más de diez años— a Ann, al recomendarme y prestarme dos de sus CDs: Descarado (2005) y Bushido (2003). Eso nos hizo pensar que el acontecimiento de la entrevista tenía, al menos para nosotras, un peso medio histórico y, por qué no, medio poético. Esto último se reafirmo, además, por los temas tratados y porque Carlos Ann tiene una presencia que invita a lo poético…

Ésta es, pues, la entrevista en la que, mediado por sus lentes oscuros, Carlos Ann nos habla sobre la gira de El Tigre y varias cosas físicas y metafísicas más.

El “regreso” de El Tigre del Congrés

P: ¿Cómo surgió la idea de revivir la gira de El Tigre del Congrés?
R: Nos había quedado pendiente volver a estar juntos [Ann, Juan Carlos Allende y Enrique Rodríguez Castañeda, los guitarristas que lo acompañan]. Siempre lo hablábamos durante estos años. Buscamos de cierta manera como un leitmotiv, algo para volver a juntarnos. Pero yo no lo he hecho para revivir el pasado, sino para intentar proyectar hacia el futuro, porque tengo ganas de volver a grabar con ellos, de volver a intentar algo con lo que ya nos conocemos. A ver qué puede surgir a partir del conocimiento. En el primer disco, nos acabábamos de conocer. Ahora ya con seis años de distancia y de trabajo, pues cambia mucho.

P: ¿Cómo te sentiste en el concierto del Segundo Piso Live en Azcapotzalco?
R: Bueno, era el primero y el primero siempre es para lanzar las canciones y a ver qué ocurre. Pero bien. Creo que volvió a surgir la magia, la química, entre los tres. Hacía tiempo ya, creo que eran seis años, que no tocamos juntos, pero estoy satisfecho.

P: En ese concierto, cantaste “Las oportunidades” de Andrés Calamaro. ¿Estás en una etapa en la que te sientes directamente relacionado con esa canción o fue más una elección por gusto?
R: Es porque me gusta esa canción. Si te abres al mundo de las oportunidades puedes recibir ofertas… Es una canción que escuchaba mucho tiempo atrás, cuando salió. Después estuve mucho tiempo sin escucharla. Cuando hice el set-list me vino a la cabeza.

P: ¿Tienes algún ritual antes de subirte al escenario?
R: Manías no tengo. Hace años sí que era muy maniático, pero un día rompí con eso. Creo que las manías antes de subir a un escenario son el reflejo del miedo. Lo que sí hago es purificar el escenario, limpiarlo antes: poner una música que no es audible a los oídos, pero que sí que son cosas que limpian, e intentar acomodar un poquito el escenario y el camerino. Usualmente los lugares en los que te presentas están abarrotados de energías atascadas, hay memoria en la pared, hay muchas entidades. Es lo que hago para poder estar a gusto.

La composición de canciones y una teoría del tiempo

P: En otras entrevistas has hablado sobre que el proceso de composición de las canciones de El Tigre del Congrés fue muy “espiritual”. ¿Siempre ha sido así o varía de disco a disco?
R: Siempre va cambiando. Es que está en movimiento. Nosotros somos seres que estamos en movimiento. Somos como una vibración, un fractal. Cada disco es diferente y cada canción es diferente. En el disco de El Tigre del Congrés, las canciones me venían dictadas. Recuerdo que lo pase muy mal; el proceso fue duro, fue doloroso. Recuerdo que estaba en la casa que tenía en Barcelona, tomándome una botellita de vino, tranquilamente tocando la guitarra y de repente me venía dictada la canción; la grababa, porque no la podía escribir. Lo que duraría la canción es lo que duraba la composición. O sea que es a tiempo real. Cuando acababa, me entraba un dolor terrible y me iba de rodillas, caminando por el suelo hasta la otra punta: “¡qué dolor, qué dolor!”. Cuando se me iba el dolor, me volvía a sentar y me venía otra canción. El dolor es físico, pero no nace de lo físico, sino de los cuerpos que tenemos. Eso me ha pasado. Pero no en todos los discos. Son procesos diferentes. Hay disco que son como más tranquilitos… Yo igual intento que una composición no dure más de un día. Tiene que acabarse en el mismo día —y ya un día me parece mucho. Si no, se pierde el instante. Nunca podría hacer de estos discos que dicen “me he tardado tres años en componerlo”. Sí que tardo tres años en componer o en que me venga la canción a mí. Pero lo que es la creación, es rápida.

P: ¿Hay alguna canción que hayas escrito tiempo atrás que hoy en día te transmita algo distinto al por qué la escribiste?
R: Muchas canciones. Hay canciones que las he escrito y no las entendía. Al cabo de unos años, una situación se me ha planteado y resultaba ser la canción misma. Eso también a Lou Reed le pasaba: había canciones que escribió hace cuarenta años, no sabía lo que significaban y después encontró el significado. Y sí que pasa porque el tiempo no existe… Bueno, tampoco voy dar una charla metafísica, pero… El tiempo no existe. Yo no creo en el tiempo.

P: ¿Hay alguna canción de cualquier artista que te ha dado la sensación de que la pudiste haber escrito tú?
R: No una: infinidad de canciones. Porque las canciones no son del artista. Están en el mundo de las ideas. Nosotros lo que hacemos es bajarlas aquí a este plano. Considero que las canciones están dictadas.

P: ¿Alguna vez has tenido una etapa en la que te hayas sentido estancado para componer?
R: No. Afortunadamente, no. Pero siempre que hago un disco tengo el temor. Hay un cierto temor porque vas a componer canciones y no hay nada; hay un papel en blanco. El papel en blanco es un abismo, no sabes hasta dónde te lleva. Y eso sí que en cierta manera te da mucho respeto. Pero rápidamente te sale una canción, luego otra y otra, y ese temor se va desvaneciendo. Luego sí que pasas una fase de comparación de las canciones que estás haciendo actualmente, con las del pasado, del último disco. Pero lo que es temor por quedarme estancado, no.

“El papel en blanco es un abismo, no sabes hasta dónde te lleva”. | Archivo.

Un test de canciones y el trabajo en los discos

P: Si le presentáramos a Carlos Ann a alguien que nunca lo ha escuchado, ¿qué canción le recomendarías que fuera la primera que escuchara?
R: La última que hubiera escrito. Energéticamente, sería lo que más tendría en común conmigo, la última.

P: Si tuvieras que definir en dos canciones lo que fuiste y lo que eres ahora, ¿qué canciones serían?
R: Yo creo que el inicio sería “Sólo soy un hombre solo acompañado” y “Queda tiempo para morir”. Actualmente, no sé… Claro, es que estoy pensando en el disco nuevo que estoy haciendo que no habéis escuchado, así que no vale la pena hablar de ello. No lo sé… Sería “Paz y hogar”.

P: Si resumieras tu carrera artística en una frase, ¿cuál sería?
R: Evolución.

P: ¿Tú te involucras cuando se hace el diseño de marketing de tus discos?
R: Siempre estoy ahí, pero sí que dejo que el artista reinterprete la obra. Dejo unas directrices, más que nada para que el disco sea un concepto. A mí no me gusta todo. Entonces si estás hablando de un disco triste y van a poner cosas divertidas, pues no.

P: Recuerdo que el sitio web de Descarado era animado y, ese momento, me pareció muy innovador. El concepto era como un bar…
R: Sí, era un bar. Había como una televisión al fondo que se prendían, las botellas, el tocadiscos… Estuvo muy bien. En esa época conté con un equipo maravilloso. Me involucro bastante, pero dejando jugar.

Carlos Ann vuelve a Barcelona a terminar su próximo disco. | Foto: Contracultura.

El personaje, el mundo poético y la sobreinformación

P: ¿Hay una diferencia entre el tú de las canciones y el “real”? Esta pregunta es casi un lugar común, pero los que escuchamos las canciones a veces somos ingenuos…
R: Todos tenemos multi-personalidades. Todos. Es un concepto astrológico. Evidentemente, yo despierto por la mañana y hago cosas como todo el mundo. Pero el 90% de las cosas tampoco son muy comunes. Sin embargo, no me alejo: lo que canto es real, lo que canto es puro. Nunca he escrito una canción que no fuera de verdad.

P: En alguna otra entrevista dijiste que vivimos en un mundo poético, ¿eso nos determina a hacer actos poéticos?
R: Ojalá se hicieran actos poéticos constantemente. Ojalá el mundo real fuera poético. Es cuestión que elijas lo que quieres, dónde quieres estar y dónde quieres ver el mundo. Si quieres ver un mundo crudo, lo vas a ver. Si quieres embellecer con actos poéticos o con impulsos positivos, vas a estar ahí. Yo prefiero estar ahí. Ver todo como si estuviera dentro de algo bello es un acto poético que no cuesta nada.

P: Te vimos este fin de semana entre el público en el concierto de Rubén Pozo y, hace unos meses, en el de Christina Rosenvinge. ¿Sueles estar al tanto de lo que hacen tus colegas?
R: Sí, pero lo que llega. Tampoco tengo una obsesión de información. No tengo una necesidad, como muchas personas, de estar sobreinformada. Hay tanta información… Estaba en una entrevista con Miguel Solís, quien nos ha contado que cada dos días hay la misma información, ahora, que desde 1800 y pico a 1870. ¡Cada dos días! Tampoco tengo la necesidad de la información porque es imposible. No tengo una luna de Géminis que me haga tener la curiosidad de una sobreinformación; la tengo en Tauro: me gusta tomar vino, comer bien. Me preocupa más por la noche comer bien que ir a descubrir algo.

P: ¿Sigues viviendo en México?
R: Ahora me regreso a Barcelona. No tengo hogar fijo. La Tierra es mi hogar. Me he desapegado mucho.

P: ¿Te gustó vivir aquí?
R: Sí, me encanta. Estoy aprendiendo de la cultura y estudiando cositas de México a nivel tribal.

P: ¿Qué proyectos se avecinan?
R: Ahora, acabar mi disco nuevo, me queda poquito. Voy a Barcelona a grabar la parte final, a mezclarlo y a masterizarlo. Después, a lo mejor con el Tigre del Congrés volveremos a hacer unos conciertos. Ya veremos. Hay bastantes planes… Si puedo escribir algún librito más de poesía, también…

Roberto Musso, de El Cuarteto de Nos: “El método científico y el creativo tienen muchísimos puntos en común”

Publicado en Acordes Modernos.

Los cinco de El Cuarteto de Nos. | Facebook de la banda.

(Silvana Carrillo y Grecia Monroy.) Sobre la composición de canciones no hay nada definitivo. Aunque una canción queda siempre como explicación de sí misma, la curiosidad de conocer el proceso que la hizo “ser” late siempre en mucho de nosotros. Quizás es porque ese proceso nos deja asomarnos a espacios que van más allá de lo musical y nos llevan a los orígenes en los que alguien descubrió que hacer canciones era algo a lo que podía y quería dedicar su vida.

Ante una banda como El Cuarteto de Nos, integrada por los uruguayos Santiago Marrero, Roberto Musso, Gustavo “Topo” Antuña, Álvaro Pintos y Santiago Tavella, esta curiosidad es casi inevitable: sus canciones enganchan tanto por su estilo pop-rock —aunque incluyen también otros ritmos—, como por sus letras, en las que aprovechan al máximo los recursos formales del lenguaje (como la rima), además del humor, la ironía, pero también la sincera emotividad, en el desarrollo de temas y conceptos que han refrescado, desde hace poco más de 30 años, la escena musical latinoamericana.

En el intermedio del cierre de su gira por Argentina y del inicio de su paso por México, pudimos charlar, vía telefónica, con Roberto Musso, vocalista y compositor de una gran mayoría de las canciones de la banda. Algunas de las cosas que nos compartió fueron su experiencia al momento de componer canciones, el papel tan importante que tiene el lenguaje en ese proceso creativo y el porqué del interés de la banda en situar a la palabra en un lugar igual de importante que la música.

Roberto Musso de El Cuarteto de Nos. | Facebook de la banda.

Roberto Musso es sencillo e inteligente al hablar y se nota que, oscilando entre un pensamiento lógico y una sensibilidad sutil, su mente bulle de ideas conforme se va expresando. Su formación como ingeniero le ha permitido llegar a entender que el pensamiento “científico” y el “creativo” no están disociados y que tienen más procesos en común de los que a veces puede llegar a parecer: “creo que el ingeniero está subvalorado como alguien sensible. Creo que, cuando alguien se mete al mundo de las matemáticas y de la lógica, tiene algo que ver con la creación: con escapar del mundo real, con poder meterse en el mundo imaginario de los números, de lo que después va a volverse real, pero que está y no está asociado con la realidad. Además, para mí, el método científico y el método creativo tienen muchísimos puntos en común. El método científico no tiene miedo al error, sino que justamente aprende del error —muchas veces los grandes descubrimientos fueron hechos así. Cuando vas a escribir una canción es lo mismo: no tener miedo al fracaso. Con la metodología pasa lo mismo: te digo que yo no soy nadie que pueda escribir una canción en quince minutos ni mucho menos; por eso, preciso de esa metodología que aprendí siendo estudiante.”

Una vez que Roberto ha entrado en ese proceso de composición, cuando se encuentra en el estudio de su casa —quizás sentado en un sillón azul y tomando un almendrado (se recomienda escuchar “Breve descripción de mi persona”)— ¿cómo va “surgiendo” la canción? ¿Sale primero la letra, la música, el tema…? Él nos explica: “Yo me imagino que tengo una manera medio peculiar de componer; creo que cada compositor la ha de tener también. Me imagino primero la canción como un concepto. No puedo escribir una letra sola sin música ni tampoco tengo música esperando una melodía y una letra que la correspondan. Entonces, estoy a veces mucho tiempo buscando un tema específico que quiero cantar en una canción y a partir de ahí uno empieza a estudiar mucho el tema y a desarrollar paralelamente tanto la música, la letra, el tipo de lenguaje que voy a usar, hasta el ambiente de la canción, los sonidos… En la computadora que tengo acá en el estudio de mi casa pongo mucha información de todo eso. Así dejo la canción sobre-terminada con cosas que tengamos que sacar cuando grabemos en definitiva. Pero, si no sabemos el concepto, me es muy difícil poder escribir una canción. Como que no podemos empezar a escribir una canción sin orden. Entonces, primero digo: «¡ah, bueno! Voy a escribir una canción sobre el bullying» —la de “Buen día Benito”—, pero quiero que hable de la venganza y de las culpas y así voy viendo de qué forma escribirla. Pero no empecé esa canción diciendo: «Buen día Benito, ¿te acordás de mí?»”.

Los uruguayos de El Cuarteto de Nos sobre el escenario. | Facebook de la banda.

Para él, en conclusión, ideas antes que palabras. Una vez que se tienen las ideas, ¿cómo ir dándoles forma? Lo que dice una de sus canciones —de Bipolar (2009)— nos puede una dar pista: Entonces es cuando mis respuestas se apilan y flotan en el viento como las de Dylan. Éste, como otros tantos versos del Cuarteto, tiene una de esa rimas que convencen. Este recurso de la rima es una forma de argumento y, además, permite poner en práctica lo mucho que el lenguaje tiene de juego y de flexibilidad. Como antes mencionamos, este trabajo con el lenguaje es un rasgo característico de las canciones del Cuarteto. Sin embargo, no siempre le apuestan al mismo modelo: “Hay distintos tipos de canciones nuestras: hay algunas que son más melódicas, digamos, y hay otras que llegan al límite de lo imaginable con palabras que riman, a su vez, con otras palabras de determinadas frases. Cuando me auto-impongo ese desafío de buscar rimas inteligentes o interesantes y que, además, aporten a la canción, que no generen información intrascendente, me las busco como un juego.”

Ese juego y “forcejeo” con el lenguaje requiere tiempo y mucho trabajo. Por eso, Roberto nos cuenta que puede llegar a pasar hasta un mes trabajando sobre la misma canción. Por supuesto, esta búsqueda de la palabra adecuada no se hace desde la nada; es preciso un fondo del cual escarbar: “Desde chico soy muy buen lector de libros de autores latinoamericanos que me han gustado desde siempre. Todo ese lenguaje florido que tiene el español me parecía que se estaba desaprovechado en el ámbito rockero, específicamente latinoamericano. Poder incorporar, digamos, literatura en español en canciones que tienen, en definitiva, un formato pop como las nuestras está buenísimo.”

En la historia de la música, específicamente de la latinoamericana, ha habido diferentes momentos en los que las letras de las canciones se han colocado en el lugar central de la composición y la interpretación. Así sucedió con El Cuarteto, aunque, según dice Roberto, no fue tanto que quisieran marcar una “nueva línea” o una “ruptura” en la forma de hacer música, sino que “empezamos desde muy chicos de edad la banda y como que siempre el tema del lenguaje y los juegos de palabras estaban en nuestros juegos. ¡Sabés que éramos más nerds que otra cosa cuando empezamos la banda…! Entonces, el uso de lenguaje te diría que hasta estaba incorporado a nuestras personalidades. Después, eso se volvió el sello distintivo del Cuarteto: poder auto-construirnos un lugar propio en base a las canciones. Yo creo que también tiene que ver con que ninguno de nosotros es un músico virtuoso de su instrumento ni de la música en sí, entonces como que capaz que la palabra es el fuerte y, bueno, hay que disimular las carencias por otro lado”, nos confiesa en medio de risas.

Santiago Marrero, Roberto Musso, Gustavo “Topo” Antuña, Álvaro Pintos y Santiago Tavella son El Cuarteto de Nos. | Facebook de la banda.

Por cierto que a los maestros de literatura y lengua no les vendría mal ensayar con sus alumnos el camino que siguieron Roberto, su hermano Ricardo, Alvin Pintos y Santiago Tavella —estos últimos dos miembros aún de la banda— para hacer del lenguaje algo propio mediante la creación de un lugar imaginario al que llamaron “La ciudad de Tajo” y en el cual desarrollaban increíbles contiendas: “Nos inventábamos personajes y nos grabábamos en unos cassettes viejísimos. Hacíamos como que éramos poetas que iban a leer su poesía, que eran poemas hechos por nosotros, muy malos normalmente. Los demás hacían como de críticos y todo terminaba en una batalla campal, todos peleándose: el poeta defendiéndose de las críticas y los críticos atacándolo. Eso lo grabábamos y a los dos tres días lo escuchábamos en nuestras casas y nos reíamos mucho.” De ese juego salieron personajes de las canciones de la primera época del Cuarteto, como “Andamio Pijuán” y “Juan Bojorge Ocorbojón”.

Afortunadamente, este ímpetu lúdico y creativo trascendió los juegos de estos chicos uruguayos y llegó a nosotros para hacernos reír, disfrutar y pensar mediante sus canciones. El juego con el lenguaje es también un juego con el pensamiento y, quizás, con la vida misma. Eso es lo que le apuesta El Cuarteto de Nos y es por eso que les seguiremos la pista en esta gira y en todos los proyectos que estén por venir.

El juego de componer canciones para marcar la historia de la música

Publicado originalmente en Cultura Colectiva.

Los cinco de El Cuarteto de Nos. | Facebook de la banda.

(Silvana Carrillo y Grecia Monroy.) Sobre la composición de canciones no hay nada definitivo. Aunque una canción queda siempre como explicación de sí misma, la curiosidad por conocer el proceso que la hizo “ser” late siempre en mucho de nosotros. Quizás es porque ese proceso nos deja asomarnos a espacios que van más allá de lo musical y nos llevan a los orígenes en los que alguien descubrió que hacer canciones era algo a lo que podía y quería dedicar su vida.

Ante una banda como El Cuarteto de Nos, integrada por los uruguayos Santiago Marrero, Roberto Musso, Gustavo “Topo” Antuña, Álvaro Pintos y Santiago Tavella, esta curiosidad es casi inevitable: sus canciones enganchan tanto por su estilo pop-rock —aunque incorporan también otros ritmos—, como por sus letras, en las que aprovechan al máximo los recursos formales del lenguaje (como la rima), además del humor, la ironía, pero también la sincera emotividad, en el desarrollo de temas y conceptos que han refrescado, desde hace poco más de 30 años, la escena musical latinoamericana.

En el intermedio del cierre de su gira por Argentina y del inicio de su paso por México, pudimos charlar con Roberto Musso, vocalista y compositor de una gran mayoría de las canciones de la banda. Algunas de las cosas que nos compartió fueron su experiencia al momento de componer canciones, el papel tan importante que tiene el lenguaje en ese proceso creativo y el porqué del interés de la banda en situar a la palabra en un lugar igual de importante que la música. Nos habló también de su último paso por México y de los cambios y continuidades que han tenido como banda.

La gira que los traerá a México a mediados de este mes sigue teniendo como novedad el disco Habla tu espejo (2014), el cual fue ya presentado el año pasado en varios conciertos. Sin embargo, Roberto nos comenta que han hecho variaciones en el repertorio: “Hubo muchos cambios de canciones que no habíamos tocado el año pasado, canciones que hacía tiempo que no tocábamos.” Justamente, en octubre del año pasado se presentaron —junto con otros artistas como Gepe y Paté de Fuá— en el Zócalo de la Ciudad de México, en el marco del festival de la Semana de las Juventudes. Para Roberto, estos espacios son excelentes para cautivar público nuevo, por lo que espera que “[…] mucha gente que nos conoció allí, esa vez, ahora nos vaya a ver cuando estemos en el show nosotros solos.”

Ya es lugar común decir que, a partir de la trilogía de discos inaugurada por Raro (2006), El Cuarteto de Nos ha obtenido reconocimiento internacional e incluso ha desfilado por la alfombra roja de premios como los Grammys Latinos. Su disco Porfiado (2012) fue premiado como mejor álbum pop/rock y el tema “Cuando sea grande” se llevó el premio como mejor canción. ¿Esto ha representado un antes y después para la banda, a nivel personal o musical? Roberto cree que no: “el premio tiene un corolario de todo lo que venía antes: de un disco que se había venido muy bien, que a la gente le había gustado, que la crítica lo había apoyado muy bien y que la gente lo fue a ver a los shows. El premio me parece que viene como consecuencia de todo esto. No hubo para nosotros, por los premios en sí mismos, un antes y después a nivel de más fama o menos fama.”

Roberto Musso es sencillo e inteligente al hablar y se nota que, oscilando entre un pensamiento lógico y una sensibilidad sutil, su mente bulle de ideas conforme se va expresando. Su formación como ingeniero le ha permitido llegar a entender que el pensamiento “científico” y el “creativo” no están disociados y que tienen más procesos en común de los que a veces puede llegar a parecer: “creo que el ingeniero está subvalorado como alguien sensible. Creo que, cuando alguien se mete al mundo de las matemáticas y de la lógica, tiene algo que ver con la creación: con escapar del mundo real, con poder meterse en el mundo imaginario de los números, de lo que después va a volverse real, pero que está y no está asociado con la realidad. Además, para mí, el método científico y el método creativo tienen muchísimos puntos en común. El método científico no tiene miedo al error, sino que justamente aprende del error —muchas veces los grandes descubrimientos fueron hechos así. Cuando vas a escribir una canción es lo mismo: no tener miedo al fracaso. Con la metodología pasa lo mismo: te digo que yo no soy nadie que pueda escribir una canción en quince minutos ni mucho menos; por eso, preciso de esa metodología que aprendí siendo estudiante.”

Una vez que Roberto ha entrado en ese proceso de composición, cuando se encuentra en el estudio de su casa —quizás sentado en un sillón azul y tomando un almendrado (escuchar “Breve descripción de mi persona”)— ¿cómo va “surgiendo” la canción? ¿Sale primero la letra, la música, el tema…? Él nos dice: “Yo me imagino que tengo una manera medio peculiar de componer; creo que cada compositor la ha de tener también. Me imagino primero la canción como un concepto. No puedo escribir una letra sola sin música ni tampoco tengo música esperando una melodía y una letra que la correspondan. Entonces, estoy a veces mucho tiempo buscando un tema específico que quiero cantar en una canción y a partir de ahí uno empieza a estudiar mucho el tema y a desarrollar paralelamente tanto la música, la letra, el tipo de lenguaje que voy a usar, hasta el ambiente de la canción, los sonidos… En la computadora que tengo acá en el estudio de mi casa pongo mucha información de todo eso. Así dejo la canción sobre-terminada con cosas que tengamos que sacar cuando grabemos en definitiva. Pero, si no sabemos el concepto, me es muy difícil poder escribir una canción. Como que no podemos empezar a escribir una canción sin orden. Entonces, primero digo: «¡ah, bueno! Voy a escribir una canción sobre el bullying» —la de “Buen día Benito”—, pero quiero que hable de la venganza y de las culpas y así voy viendo de qué forma escribirla. Pero no empecé esa canción diciendo: “Buen día Benito, ¿te acordás de mí?”.

Para él, en conclusión, ideas antes que palabras. Una vez que se tienen las ideas, ¿cómo ir dándoles forma? Lo que dice una de sus canciones —de Bipolar (2009)— nos puede dar una pista: Entonces es cuando mis rspuestas se apilan y flotan en el viento como las de Dylan. Éste, como otros tantos versos del Cuarteto, tiene una de esa rimas que convencen. La rima es una forma de argumento y, además, permite poner en práctica lo mucho que el lenguaje tiene de juego y de flexibilidad. Como antes mencionamos, este trabajo con el lenguaje es un rasgo característico de las canciones del Cuarteto. Sin embargo, no siempre le apuestan al mismo modelo: “Hay distintos tipos de canciones nuestras: hay algunas que son más melódicas, digamos, y hay otras que llegan al límite de lo imaginable con palabras que riman, a su vez, con otras palabras de determinadas frases. Cuando me auto-impongo ese desafío de buscar rimas inteligentes o interesantes y que, además, aporten a la canción, que no generen información intrascendente, me las busco de verdad como un juego.”

Santiago Marrero, Roberto Musso, Gustavo “Topo” Antuña, Álvaro Pintos y Santiago Tavella son El Cuarteto de Nos. | Facebook de la banda.

Ese juego y “forcejeo” con el lenguaje requiere tiempo y mucho trabajo. Por eso, Roberto nos cuenta que puede llegar a pasar hasta un mes trabajando sobre la misma canción. Por supuesto, esta búsqueda de la palabra adecuada no se hace desde la nada; es preciso un fondo del cual escarbar: “Desde chico soy muy buen lector de libros de autores latinoamericanos que me han gustado desde siempre. Todo ese lenguaje florido que tiene el español me parecía que se estaba desaprovechado en el ámbito rockero, específicamente latinoamericano. Poder incorporar, digamos, literatura en español en canciones que tienen, en definitiva, un formato pop como las nuestras está buenísimo.”

En la historia de la música, específicamente de la latinoamericana, ha habido diferentes momentos en los que las letras de las canciones se han colocado en el lugar central de la composición y la interpretación. Así sucedió con El Cuarteto, aunque, según dice Roberto, no fue tanto que quisieran marcar una “nueva línea” o una “ruptura” en la forma de hacer música, sino que “empezamos desde muy chicos de edad la banda y como que siempre el tema del lenguaje y los juegos de palabras estaban en nuestros juegos. ¡Sabés que éramos más nerds que otra cosa cuando empezamos la banda…! Entonces, el uso de lenguaje te diría que hasta estaba incorporado a nuestras personalidades. Después, eso se volvió el sello distintivo del Cuarteto: poder auto-construirnos un lugar propio en base a las canciones. Yo creo que también tiene que ver con que ninguno de nosotros es un músico virtuoso de su instrumento ni de la música en sí, entonces como que capaz que la palabra es el fuerte y, bueno, hay que disimular las carencias por otro lado”, nos confiesa en medio de risas.

Por cierto que a los maestros de literatura y lengua no les vendría mal ensayar con sus alumnos el camino que siguieron Roberto, su hermano Ricardo, Alvin Pintos y Santiago Tavella —estos últimos dos miembros aún de la banda— para hacer del lenguaje algo propio mediante la creación de un lugar imaginario al que llamaron “La ciudad de Tajo” y en el cual desarrollaban increíbles contiendas: “Nos inventábamos personajes y nos grabábamos en unos cassettes viejísimos. Hacíamos como que éramos poetas que iban a leer su poesía, que eran poemas hechos por nosotros, muy malos normalmente. Los demás hacían como de críticos y todo terminaba en una batalla campal, todos peleándose: el poeta defendiéndose de las críticas y los críticos atacándolo. Eso lo grabábamos y a los dos tres días lo escuchábamos en nuestras casas y nos reíamos mucho.” Por cierto que de ese juego salieron algunos personajes de las canciones de la primera época del Cuarteto, como “Andamio Pijuán” y “Juan Bojorge Ocorbojón”.

Afortunadamente, este ímpetu lúdico y creativo trascendió los juegos de estos chicos uruguayos y llegó a nosotros para hacernos reír, disfrutar y pensar mediante sus canciones. El juego con el lenguaje es también un juego con el pensamiento y, quizás, con la vida misma. Eso es a lo que le apuesta El Cuarteto de Nos y es por eso que les seguiremos la pista en esta gira y en todos los proyectos que estén por venir.

Cada esquina, una historia: Enrique Bunbury en Ciudad Neza

Cartel anunciado en el Twitter de Bunbury.

Cartel anunciado en la cuenta de Twitter de Bunbury.

Publicado originalmente en Acordes Modernos.

(Grecia Monroy.) Donde un artista canta, un artista es y hace ser. Lo que sucede es que, la mayoría de las veces, esta elección no es sólo de quien dará el concierto, sino que influyen otros muchos factores de la llamada “industria cultural”. Sin embargo, en tanto acontecimiento, los lugares que un cantante o banda “elige” para presentarse delatan ciertas cosas.

En la tarde-noche del próximo 17 de mayo, Enrique Bunbury será la presentación estelar del último concierto del festival “Neza 2016. Ciudad de Todos”. Esta ciudad que, a modo de Atlántida invertida, no fue cubierta por el agua, sino que fue emergiendo del desecado lago de Texcoco en las periferias de la Ciudad de México, ha estado festejando sus 53 años de fundación oficial como municipio del Estado de México desde el pasado 20 de abril y hasta el 20 de mayo con este festival gratuito que incluye más de 50 diferentes actividades y que fue organizado por el Ayuntamiento de Ciudad Nezahualcóyotl. A la par, el cantante español está celebrando 30 años de carrera musical.

Programa completo del festival “Neza 2016. Cuidad de todos.”

Programa completo del festival “Neza 2016. Cuidad de todos.”

Este concierto sería el primero de Bunbury en Neza —nombre con el que más comúnmente se le conoce a esta zona—, pero no la primera vez que el cantante se presenta en un recinto masivo de manera gratuita: el legendario concierto en el Estadio Azteca —el punto de partida del reciente documental El camino más largo— tuvo esas mismas características. Aun así, este concierto en Neza tiene sus particularidades.
En este punto, he de decir que aquí se juntan dos de mis grandes temas de interés: la música y la experiencia vital de las zonas metropolitanas de la Ciudad de México. Ciudad Neza, así como Ecatepec, Cuautitlán y otros municipios periféricos a la capital, son focos de fenómenos urbanos complejos e imprescindibles si uno quiere comprender cómo funciona la gran Ciudad de México, más allá del Centro Histórico y su zona turística. Me interesa hablar de esto porque, para los que no viven en el D.F. y sus alrededores, Neza puede ser sólo otro sitio en el que se puede dar un concierto. Lo es, claro, pero la historia siempre da otras perspectivas.

Ciudad Neza ha sido definida como “el asentamiento informal prototípico de la zona metropolitana de la Ciudad de México”. Aunque el festival esté conmemorando la fundación de Neza como municipio en 1963, su historia comenzó un poco antes, tal como nos cuenta Michael Waldrep en sus breves pero precisas crónicas ensayísticas de sus paseos por las zonas metropolitanas del D.F. (Algunas traducciones del inglés al español de sus textos están aquí.) Para la década de 1940, el lago de Texcoco —cuerpo de agua en cuyo centro estaba situada la isla en la que se erigió la capital del imperio azteca— estaba casi ya totalmente desecado, dejando al descubierto unas “nuevas” tierras sin propietario. Esto dio lugar a que dudosas compañías desarrolladoras dividieran y vendieran, ilegalmente, esos terrenos a familias que estaban en búsqueda de una casa propia. Para los años sesenta, la población había aumentado mucho, aunque gran parte de la arquitectura urbana y los servicios públicos aún eran precarios. Aunque se trata de un proceso mucho más complejo que lo que alcanzo a presentar aquí, con el paso de los años, los servicios han ido mejorando, especialmente mediante la organización de los habitantes y algún apoyo gubernamental.

«“Cabeza de Coyote”, una escultura en el centro de Neza.» | Foto y pie de foto: Michael Waldrep.

«“Cabeza de Coyote”, una escultura en el centro de Neza.» | Foto y pie de foto: Michael Waldrep.

Ejemplo de ello es el origen del lugar específico que será el escenario que Bunbury compartirá, por cierto, con otras dos bandas mexicanas —Enjambre y La Castañeda. Se trata del Deportivo Bordo de Xochiaca. El sitio donde se encuentra éste fue antes el basurero (vertedero) más grande de toda Latinoamérica, receptor de toneladas de desechos de la Ciudad de México. A partir del año 2008, inversiones privadas convirtieron esa zona en un llamado “complejo comercial-deportivo-ecológico” en el que, además del deportivo, hay un centro comercial.

Como siempre, más aún viviendo en México, uno suele sospechar de cualquier iniciativa privada y también pública. La controversia es inevitable, pero lo que me parece interesante es que, de diversos modos y por también diversas razones —algunas “buenas”; la mayoría “malas”—, las llamadas “zonas periféricas” del D.F. están siendo puestas bajo el reflector constantemente. Este festival y la presencia de Bunbury en Ciudad Neza me parece que es una de esas “buenas” ocasiones para recordar algo de la historia de ese lugar que, al final de cuentas, es una parte fundamental de la historia del desarrollo urbano de México.

Bunbury en Guadalajara, México. | Foto: Jose Girl.

Bunbury en Guadalajara, México. | Foto: Jose Girl.

Ahora bien, en cuanto a la trayectoria del cantante español, el fenómeno también resulta interesante. Si hay alguien que sabe hacer un concierto y poner a las masas en su punto, es Bunbury. Quienes hayan estado en alguno de sus cientos de conciertos y quienes hayan visto el documental El camino más largo, podrán comprender mejor que esta próxima presentación del 17 de mayo —que, por cierto, cerrará la primera parte de la gira de Bunbury por México y dará paso a su recorrido por E.U.— nos comprobará una vez más que este cantante es capaz de dominar pequeños escenarios en ciudades a lo largo de Estados Unidos, llenar el estadio principal de la Ciudad de México o hacer vibrar un deportivo que antes fue un basurero en una de las zonas metropolitanas más interesantes de México. Como dice el mismo Bunbury, “cada esquina nos devuelve nuestra historia” y por eso importa saber en qué esquina estamos.

La experiencia de Alfonso André para no morirte en el deseo de ser músico

Publicado en Cultura Colectiva.

(Grecia Monroy.) En la zona centro de la Ciudad de México, a espaldas de la estación Buenavista y de la Biblioteca Vasconcelos, en la intersección de las calles Luna y Saturno, termina el famoso y sabatino Tianguis Cultural del Chopo. En ese cruce cósmico, el pasado sábado 9 de abril, a las dos de la tarde, con un calor primaveral que trae incandescente a la Ciudad, estaba situado el modesto escenario en el que Alfonso André ofrecería un concierto. Aunque las condiciones técnicas del audio no eran las mejores, el público estaba entusiasmado: coreaba las canciones, hacía peticiones, lanzaba piropos al escenario y, lo que es de ley en estos tiempos, alzaban sus teléfonos para tomar fotos y videos.

Javier Calderón y Alfonso André. | Foto: Grecia Monroy

Javier Calderón y Alfonso André. | Foto: Grecia Monroy

De negro, con una playera muy ad-hoc para la onda del Chopo, Alfonso André estaba de pie ante el micrófono en compañía de los músicos, colegas de toda la vida, que lo están acompañando en esta etapa de su carrera: Federico Fong, Javier Calderón, Lari Ruiz Velasco y Chema Arreola. El set-list abarcó canciones de sus dos discos como solista: Cerro del aire (2011) y Mar rojo (2015) y logró momentos veloces e intensos con temas como “Puedes dejarme atrás”, “Tormenta” y “Todo temor esconde siempre algún deseo”, así como canciones que están ya en camino a volverse clásicos muy solicitados, como “La piel”.

En cierto modo, esa intersección de calles en la que se formó el espacio para el concierto es análoga al cruce del tiempo que coloca a un músico de la experiencia de Alfonso André entre el cambio y la permanencia. Estas dos acciones definen la historia de la humanidad y, dentro de esa “gran” historia, la de cada uno de nosotros.

Días después del concierto, en entrevista con Alfonso, pudimos hablar de cómo el necesario cambio y la inevitable permanencia nos regalan la perspectiva para mantenerse inspirado y en movimiento. Para confirmar esto, basta echarle una mirada a su trayectoria y a sus últimos proyectos. Aunque sea por muchos sabido, no está de más recordar que Alfonso es uno de los mejores bateristas mexicanos de los últimos tiempos, miembro de bandas legendarias (Caifanes, La Barranca y Jaguares) y uno de los rockeros más queridos y respetados por el público. Con semejante senda andada, uno podría pensar que la novedad está superada. Pero Alfonso muestra que hay tiempo para todo y, más aún, para volver a pasiones que hemos dejado pendientes en el camino, tal como, en su caso, soltar la voz sobre un escenario.

Alfonso André. | Foto: Armand Torres

Alfonso André. | Foto: Armand Torres

Para Alfonso, hacer esto representó literalmente un desplazamiento: dejar el lugar resguardado que ocupan los bateristas, usualmente en el fondo del escenario, compartiendo espacio con tambores, bombos y tarolas, y pasar al frente del escenario, al micrófono, bajo el reflector central. En este desplazamiento, sin embargo, hubo una cierta continuidad y permanencia de un gusto originario por cantar. El cambio estuvo en reconocer el tiempo para cada cosa. “La batería me escogió a mí. Me gustaba mucho sentarme en mi casa a oír música y tratar de reproducir lo que oía en los bateristas que me gustaban. Mi hermana se compró una batería que yo usaba también; por eso, toco como diestro siendo zurdo. Como a las 18 años empecé un poco más en serio, a tomar clases con un maestro particular. Después, me empleé primero como baterista y de ahí me vino mucho trabajo: con Las Insólitas Imágenes de Aurora, con Caifanes, con La Barranca y con Jaguares. Pero cantar también siempre me ha gustado muchísimo. Me encanta una buena melodía. Para mí, eso es una canción memorable, una que tenga una melodía que te atrape.”

La elección por la batería como instrumento estuvo determinada un poco por las circunstancias, mucho por su innegable talento, pero además, como dice Alfonso, por una inicial “incompatibilidad” de personalidades. “Tengo más personalidad de baterista que de cantante. Aunque ambas actividades me gustan mucho, estoy más cómodo detrás de mis tambores que enfrente del escenario cantando.” Asimismo, soltar la voz tiene algo de misterioso y, a la vez, orgánico: “es un instrumento muy extraño, porque eres tú; no es algo que puedas tocar con las manos. Todo lo que te pasa afecta a tu instrumento: tu humor, cuántas horas dormiste, qué tomaste, qué comiste, la calidad del aire, la humedad. La voz es un instrumento muy esotérico.”

Alfonso André, cantante y baterista. | Foto: Armand Torres

Alfonso André, cantante y baterista. | Foto: Armand Torres

Cantar tiene que ver con darle materia y movimiento a palabras que antes yacían inmóviles en el papel. Cuando, como en las canciones que Alfonso canta, son palabras que han pasado por la mente de alguien más, la interpretación adquiere otros matices. “Hay gente que compone sus propias canciones y creo que es más fácil interpretarlas porque son cosas que han vivido personalmente. Ser un intérprete de canciones es un poco como ser un actor. Tienes que entender lo que quiere transmitir la canción y proyectarlo a través de tu técnica y de tu instrumento.” El instrumento puede ser la voz, pero también la batería, porque en ambos casos, “estás transmitiendo, de distintas maneras, un sentimiento. El chiste es dejar que salga eso que traes adentro.”

Las letras de las canciones con las que ha trabajado Alfonso siempre han sido de un valor incuestionable: desde los textos de Saúl Hernández para Caifanes y Jaguares, hasta las letras metafóricas y profundas que Chema Arreola —nieto del escritor Juan José Arreola— ha hecho especialmente para Alfonso. Trabajar lado a lado con Chema ha sido una ventaja, porque le ha permitido discutir “de qué queremos que hable la canción. Si de repente hay una frase que no me gusta, que no estoy de acuerdo con lo que dice o que me siento incómodo cantándola, pues la cambiamos. Eso es bueno, porque escribe para mí las canciones, entonces es más fácil interpretarlas.”

Pero entre interpretar una canción en el estudio de grabación e interpretarla en un escenario hay una distancia que para Alfonso comenzó a abreviarse desde los conciertos con Jaguares, y que está terminando de resolverse en sus últimos conciertos. “La primera vez que me tuve que parar enfrente fue en un concierto de Jaguares. Saúl [Hernández] estaba muy mal de la garganta y me pidió: “hoy en la noche canta tú «Miércoles de ceniza»”. Como la mitad de la canción me la pasaba sentado porque hay una caja de ritmos, le dije que sí. La primera vez fue un shock; me sentía desnudo ahí enfrente de la gente. Pero a la gente le gustó y a nosotros también nos pareció que estaba padre dentro del show que me pasara de repente enfrente, por lo que se quedó como parte del concierto durante muchos años. Cada vez lo sufría menos y lo disfrutaba más. Eso fue un buen entrenamiento para cuando saqué mi primer disco. Ahora, cada vez lo siento más natural. Pero sí ha sido un proceso difícil, porque no soy una persona muy extrovertida. Además, todavía creo que me faltan tablas, pero no tengo prisa: estoy disfrutando lo que es, como es, al momento que es.”

Alfonso pertenece a una generación de músicos que, para muchos, marcó un antes y después de la música en México. Sin embargo, él sitúa esto como algo más circunstancial que esencial: “yo no me siento especial ni siento que nuestra generación haya sido muy especial. Me tocó un momento específico de la historia en el que hubo un apoyo muy fuerte por parte de la industria de la música, cosa que no había tenido hasta entonces el rock. Además, ya había gente haciendo cosas interesantes; como antes de eso nadie nos pelaba, todos hacíamos lo que nos daba la gana y cada quien tenía un sonido muy específico. Maldita Vecindad no tenía nada que ver con Las Insólitas Imágenes de Aurora, eran grupos totalmente diferentes, pero nos gustaba tocar juntos y sentir que éramos parte de una nueva forma de hacer música basada en las raíces, en ser mexicanos. No pretendíamos nada más que lo que éramos.”

Así, empezar algo nuevo después de haber hecho ya lo que para muchos es el trabajo de una vida entera es un acto valiente e inspirador. Al hablar con Alfonso André, resulta claro que su proyecto como solista no se trata de superar, olvidar o tirar al vacío lo hecho con sus bandas anteriores ni su papel de baterista. “A mí me gusta seguir haciendo cosas nuevas. Estoy muy divertido ahora con esta parte de mi carrera. Me encantaría hacer algo nuevo también con Caifanes, pero es difícil, porque es meterse también con discos muy importantes para mucha gente. Incluso hay gente que dice que no hagamos el disco porque es casi como una blasfemia. Pero a mí me gustaría por lo menos hacerle la lucha. Hemos estado tirando algunas ideas y de repente nos juntamos a ensayar, pero realmente no nos hemos clavado totalmente en hacer nuevo disco. Yo creo que todos tienen un poco de recelo por lo mismo, pero esperemos vencerlo y tener algo nuevo que mostrar, porque no me gustaría quedarme tocando «La negra Tomasa» hasta el día que me muera.”

Oscilar entre el cambio y la permanencia otorga perspectiva, la cual, a su vez, es antídoto contra el hastío. Por eso, el movimiento entre nuevos proyectos y la continuidad de algunos otros, como los conciertos y el posible nuevo disco de Caifanes, crea un espacio creativo para no estancarse: “como que nos da chance de no traer en la cabeza sólo a Caifanes, que eso puede hacer que la gente nos alucine o que nos alucinemos entre nosotros. Está padre poder ir y volver. Aunque de repente sí está un poco esquizofrénico, porque un día estoy tocando ante decenas de miles de personas y al día siguiente estoy tocando para doscientas.”

El concierto del Chopo. | Foto: Kaast Agency

El concierto del Chopo. | Foto: Kaast Agency

Afortunadamente, este cruce oscilante entre el cambio y la permanencia nos permite seguir disfrutando de las varias facetas de Alfonso André y, especialmente, de su proyecto como cantante, del cual los dos discos que hasta ahora lleva son muy afortunada consecuencia. Él mantiene las ganas de seguir en esto, aunque reconoce algunas dificultades con las que muchos de los que vivimos y trabajamos en México nos identificamos: “apenas llevo dos discos y me gustaría que fueran muchos más. Me gusta mucho hacer esto y la banda que tengo, aunque es difícil mantener una banda junta en estos días. Todos tienen otras chambas porque, si no, no sale para vivir. Entonces, obviamente no los puedo obligar a que sólo estén conmigo, pero todos están aquí porque les gusta mucho.”

Las geografías musicales de Alfonso André, su Cerro del aire y su Mar rojo, están ahí para los que aún no se adentran al viaje y también para los que ya lo han caminado varias veces. Además, la gira de presentaciones andará por varias ciudades de México toda esta primer mitad del año, para los que quieran adentrarse en la senda de esas geografías de la mano de la banda completa en vivo y de la voz de Alfonso.

Alfonso André: “La primera vez ante el micrófono me sentía desnudo enfrente de la gente”

Publicado en Acordes Modernos.

Alfonso André, cantante y baterista. | Foto: Armand Torres

Alfonso André, cantante y baterista. | Foto: Armand Torres

(Grecia Monroy.) Por la zona centro de la Ciudad de México, en la intersección de las calles Luna y Saturno, termina (o comienza, dependiendo de por dónde se llegue) el famoso Tianguis Cultural del Chopo, tradicionalmente un recinto para la reunión de diversas tribus urbanas, así como para la venta de discos, playeras estampadas, revistas e indumentaria de todo tipo. En ese cruce cósmico de calles, el pasado sábado 9 de abril, a las dos de la tarde, con el calor primaveral que tiene incandescente al D.F., estaba situado el modesto escenario en el que Alfonso André ofrecería un concierto. Aunque las condiciones técnicas del audio no eran las mejores, el público estaba entusiasmado: coreaba las canciones, hacía peticiones, lanzaba piropos al escenario y, lo que es inevitable en estos tiempos, alzaba sus teléfonos para tomar fotos y videos.

El concierto del Chopo. | Foto: Kaast Agency

El concierto del Chopo. | Foto: Kaast Agency

De negro, con una playera ad-hoc para la onda del Chopo, Alfonso André estaba de pie ante el micrófono, acompañado de los músicos, colegas de toda la vida, que lo están acompañando en esta etapa de su carrera: Federico Fong, Javier Calderón, Lari Ruiz Velasco y Chema Arreola. El set-list abarcó canciones de sus dos discos como solista, Cerro del aire (2011) y Mar rojo (2015), y tuvo momentos memorables especialmente con temas como “Puedes dejarme atrás”, “Tormenta”, “Todo temor esconde siempre algún deseo” y “La piel”.

Días después del concierto, pudimos hablar con Alfonso sobre cómo el necesario cambio y la inevitable permanencia otorgan la perspectiva para mantenerse inspirado y en movimiento. Para confirmar esto, basta echarle una mirada a su trayectoria y a sus últimos proyectos. Aunque sea por muchos sabido, no está de más recordar que Alfonso es uno de los mejores bateristas mexicanos de los últimos tiempos, miembro de bandas legendarias (Caifanes, La Barranca, Jaguares) y uno de los rockeros más queridos y respetados por el público. Con semejante senda andada, uno podría pensar que la novedad está superada. Pero Alfonso muestra que hay tiempo para todo y, más aún, para volver a pasiones que hemos dejado pendientes en el camino, tal como, en su caso, soltar la voz sobre un escenario.

Alfonso André. | Foto: Armand Torres

Alfonso André. | Foto: Armand Torres

Para Alfonso, hacer esto representó literalmente un desplazamiento: dejar el lugar resguardado que ocupan los bateristas, usualmente en el fondo del escenario, compartiendo espacio con tambores, bombos y tarolas, y pasar al frente del escenario, al micrófono, bajo el reflector central. En este desplazamiento, sin embargo, hubo cierta continuidad y permanencia de gustos originarios; el cambio estuvo en reconocer el tiempo para cada cosa. La elección inicial por la batería como instrumento estuvo determinada un poco por las circunstancias, mucho por su innegable talento, pero además, como dice Alfonso, por una “incompatibilidad” de personalidades: “tengo más personalidad de baterista que de cantante. Aunque ambas actividades me gustan mucho, estoy más cómodo detrás de mis tambores que enfrente del escenario cantando.”

Alfonso pertenece a una generación de músicos que, para muchos, marcó un antes y después de la música en México. De manera que empezar algo nuevo después de haber hecho ya lo que para muchos es el trabajo de una vida entera es un acto valiente e inspirador. Al hablar con él, nos queda claro que su proyecto como solista no intenta “superar” o dejar atrás lo hecho con sus bandas anteriores ni su papel de baterista; más bien, es un oscilar entre el cambio y la permanencia que le otorga perspectiva y un espacio creativo para no estancarse. “A mí me gusta seguir haciendo cosas nuevas. Me encantaría hacer algo nuevo también con Caifanes, pero es difícil, porque es meterse también con discos muy importantes para mucha gente. Incluso hay gente que dice que no hagamos el disco porque es casi como una blasfemia. Pero a mí me gustaría por lo menos hacerle la lucha, porque no me gustaría quedarme tocando sólo “La negra Tomasa” hasta el día que me muera.”

Javier Calderón y Alfonso André. | Foto: Grecia Monroy

Javier Calderón y Alfonso André. | Foto: Grecia Monroy

Afortunadamente, este cruce oscilante entre el cambio y la permanencia nos permite seguir disfrutando de las varias facetas de Alfonso André y especialmente de su proyecto como cantante, del cual los dos discos que hasta ahora lleva son muy afortunada muestra. Su Cerro del aire y su Mar rojo nos sitúan en el terreno de los matices de la interpretación. Cantar tiene que ver con darle materia y movimiento a palabras que yacen inmóviles en el papel. Cuando, como en las canciones que Alfonso canta, son palabras que han pasado por la mente de alguien más, hay además otros factores en juego. “Hay gente que compone sus propias canciones —dice— y creo que es más fácil interpretarlas porque son cosas que han vivido personalmente. Ser un intérprete de canciones es un poco como ser un actor. Tienes que entender lo que quiere transmitir la canción y proyectarlo a través de tu técnica y de tu instrumento.” El instrumento puede ser la voz, pero también la batería, porque en ambos casos, “estás transmitiendo, de distintas maneras, un sentimiento. El chiste es dejar que salga eso que traes adentro.”

Las letras de las canciones con las que ha trabajado Alfonso siempre han sido de un valor incuestionable: desde los textos de Saúl Hernández para Caifanes y Jaguares, hasta las letras metafóricas y profundas que Chema Arreola —nieto del escritor Juan José Arreola— ha hecho especialmente para Alfonso. Trabajar lado a lado con Chema ha sido una ventaja, porque le ha permitido que puedan discutir “de qué queremos que hable la canción. Si de repente hay una frase que no me gusta, que no estoy de acuerdo con lo que dice o que me siento incómodo cantándola, pues la cambiamos. Eso es bueno, porque escribe para mí las canciones, entonces es más fácil interpretarlas.”

Pero entre interpretar una canción en el estudio de grabación e interpretarla en un escenario hay una distancia que para Alfonso comenzó a abreviarse desde sus tiempos con Jaguares, y que está terminando de resolverse en sus últimos conciertos. “La primera vez que me tuve que parar enfrente fue en un concierto de Jaguares. Saúl [Hernández] estaba muy mal de la garganta y me pidió: “hoy en la noche canta tú «Miércoles de ceniza»”. Como la mitad de la canción me la pasaba sentado porque hay una caja de ritmos, le dije que sí. La primera vez fue un shock; me sentía desnudo ahí enfrente de la gente. Pero al público le gustó y a nosotros también nos pareció que estaba padre dentro del show que me pasara de repente enfrente, por lo que se quedó como parte del concierto durante muchos años. Cada vez lo sufría menos y lo disfrutaba más. Eso fue un buen entrenamiento para cuando saqué mi primer disco. Ahora, cada vez lo siento más natural. Pero sí ha sido un proceso difícil, porque no soy una persona muy extrovertida. Además, todavía creo que me faltan tablas, pero no tengo prisa: estoy disfrutando lo que es, como es, al momento que es.”

Alfonso es muy querido por el público. | Foto: Kaast Agency

Alfonso es muy querido por el público. | Foto: Kaast Agency

Los que ya conocemos la música de Alfonso André también lo estamos disfrutando mucho. Sus geografías musicales, su Cerro del aire y su Mar rojo, están ahí para los que aún no se adentran al viaje y también para los que ya lo han caminado varias veces. Además, la gira de presentaciones andará por varias ciudades de México toda esta primer mitad del año.

La experiencia de Alfonso André para no morirte en el deseo de ser músico

Publicado en Cultura Colectiva.

(Grecia Monroy.) En la zona centro de la Ciudad de México, a espaldas de la estación Buenavista y de la Biblioteca Vasconcelos, en la intersección de las calles Luna y Saturno, termina el famoso y sabatino Tianguis Cultural del Chopo. En ese cruce cósmico, el pasado sábado 9 de abril, a las dos de la tarde, con un calor primaveral que trae incandescente a la Ciudad, estaba situado el modesto escenario en el que Alfonso André ofrecería un concierto. Aunque las condiciones técnicas del audio no eran las mejores, el público estaba entusiasmado: coreaba las canciones, hacía peticiones, lanzaba piropos al escenario y, lo que es de ley en estos tiempos, alzaban sus teléfonos para tomar fotos y videos.

Javier Calderón y Alfonso André. | Foto: Grecia Monroy

Javier Calderón y Alfonso André. | Foto: Grecia Monroy

De negro, con una playera muy ad-hoc para la onda del Chopo, Alfonso André estaba de pie ante el micrófono en compañía de los músicos, colegas de toda la vida, que lo están acompañando en esta etapa de su carrera: Federico Fong, Javier Calderón, Lari Ruiz Velasco y Chema Arreola. El set-list abarcó canciones de sus dos discos como solista: Cerro del aire (2011) y Mar rojo (2015) y logró momentos veloces e intensos con temas como “Puedes dejarme atrás”, “Tormenta” y “Todo temor esconde siempre algún deseo”, así como canciones que están ya en camino a volverse clásicos muy solicitados, como “La piel”.

En cierto modo, esa intersección de calles en la que se formó el espacio para el concierto es análoga al cruce del tiempo que coloca a un músico de la experiencia de Alfonso André entre el cambio y la permanencia. Estas dos acciones definen la historia de la humanidad y, dentro de esa “gran” historia, la de cada uno de nosotros.

Días después del concierto, en entrevista con Alfonso, pudimos hablar de cómo el necesario cambio y la inevitable permanencia nos regalan la perspectiva para mantenerse inspirado y en movimiento. Para confirmar esto, basta echarle una mirada a su trayectoria y a sus últimos proyectos. Aunque sea por muchos sabido, no está de más recordar que Alfonso es uno de los mejores bateristas mexicanos de los últimos tiempos, miembro de bandas legendarias (Caifanes, La Barranca y Jaguares) y uno de los rockeros más queridos y respetados por el público. Con semejante senda andada, uno podría pensar que la novedad está superada. Pero Alfonso muestra que hay tiempo para todo y, más aún, para volver a pasiones que hemos dejado pendientes en el camino, tal como, en su caso, soltar la voz sobre un escenario.

Alfonso André. | Foto: Armand Torres

Alfonso André. | Foto: Armand Torres

Para Alfonso, hacer esto representó literalmente un desplazamiento: dejar el lugar resguardado que ocupan los bateristas, usualmente en el fondo del escenario, compartiendo espacio con tambores, bombos y tarolas, y pasar al frente del escenario, al micrófono, bajo el reflector central. En este desplazamiento, sin embargo, hubo una cierta continuidad y permanencia de un gusto originario por cantar. El cambio estuvo en reconocer el tiempo para cada cosa. “La batería me escogió a mí. Me gustaba mucho sentarme en mi casa a oír música y tratar de reproducir lo que oía en los bateristas que me gustaban. Mi hermana se compró una batería que yo usaba también; por eso, toco como diestro siendo zurdo. Como a las 18 años empecé un poco más en serio, a tomar clases con un maestro particular. Después, me empleé primero como baterista y de ahí me vino mucho trabajo: con Las Insólitas Imágenes de Aurora, con Caifanes, con La Barranca y con Jaguares. Pero cantar también siempre me ha gustado muchísimo. Me encanta una buena melodía. Para mí, eso es una canción memorable, una que tenga una melodía que te atrape.”

La elección por la batería como instrumento estuvo determinada un poco por las circunstancias, mucho por su innegable talento, pero además, como dice Alfonso, por una inicial “incompatibilidad” de personalidades. “Tengo más personalidad de baterista que de cantante. Aunque ambas actividades me gustan mucho, estoy más cómodo detrás de mis tambores que enfrente del escenario cantando.” Asimismo, soltar la voz tiene algo de misterioso y, a la vez, orgánico: “es un instrumento muy extraño, porque eres tú; no es algo que puedas tocar con las manos. Todo lo que te pasa afecta a tu instrumento: tu humor, cuántas horas dormiste, qué tomaste, qué comiste, la calidad del aire, la humedad. La voz es un instrumento muy esotérico.”

Alfonso André, cantante y baterista. | Foto: Armand Torres

Alfonso André, cantante y baterista. | Foto: Armand Torres

Cantar tiene que ver con darle materia y movimiento a palabras que antes yacían inmóviles en el papel. Cuando, como en las canciones que Alfonso canta, son palabras que han pasado por la mente de alguien más, la interpretación adquiere otros matices. “Hay gente que compone sus propias canciones y creo que es más fácil interpretarlas porque son cosas que han vivido personalmente. Ser un intérprete de canciones es un poco como ser un actor. Tienes que entender lo que quiere transmitir la canción y proyectarlo a través de tu técnica y de tu instrumento.” El instrumento puede ser la voz, pero también la batería, porque en ambos casos, “estás transmitiendo, de distintas maneras, un sentimiento. El chiste es dejar que salga eso que traes adentro.”

Las letras de las canciones con las que ha trabajado Alfonso siempre han sido de un valor incuestionable: desde los textos de Saúl Hernández para Caifanes y Jaguares, hasta las letras metafóricas y profundas que Chema Arreola —nieto del escritor Juan José Arreola— ha hecho especialmente para Alfonso. Trabajar lado a lado con Chema ha sido una ventaja, porque le ha permitido discutir “de qué queremos que hable la canción. Si de repente hay una frase que no me gusta, que no estoy de acuerdo con lo que dice o que me siento incómodo cantándola, pues la cambiamos. Eso es bueno, porque escribe para mí las canciones, entonces es más fácil interpretarlas.”

Pero entre interpretar una canción en el estudio de grabación e interpretarla en un escenario hay una distancia que para Alfonso comenzó a abreviarse desde los conciertos con Jaguares, y que está terminando de resolverse en sus últimos conciertos. “La primera vez que me tuve que parar enfrente fue en un concierto de Jaguares. Saúl [Hernández] estaba muy mal de la garganta y me pidió: “hoy en la noche canta tú «Miércoles de ceniza»”. Como la mitad de la canción me la pasaba sentado porque hay una caja de ritmos, le dije que sí. La primera vez fue un shock; me sentía desnudo ahí enfrente de la gente. Pero a la gente le gustó y a nosotros también nos pareció que estaba padre dentro del show que me pasara de repente enfrente, por lo que se quedó como parte del concierto durante muchos años. Cada vez lo sufría menos y lo disfrutaba más. Eso fue un buen entrenamiento para cuando saqué mi primer disco. Ahora, cada vez lo siento más natural. Pero sí ha sido un proceso difícil, porque no soy una persona muy extrovertida. Además, todavía creo que me faltan tablas, pero no tengo prisa: estoy disfrutando lo que es, como es, al momento que es.”

Alfonso pertenece a una generación de músicos que, para muchos, marcó un antes y después de la música en México. Sin embargo, él sitúa esto como algo más circunstancial que esencial: “yo no me siento especial ni siento que nuestra generación haya sido muy especial. Me tocó un momento específico de la historia en el que hubo un apoyo muy fuerte por parte de la industria de la música, cosa que no había tenido hasta entonces el rock. Además, ya había gente haciendo cosas interesantes; como antes de eso nadie nos pelaba, todos hacíamos lo que nos daba la gana y cada quien tenía un sonido muy específico. Maldita Vecindad no tenía nada que ver con Las Insólitas Imágenes de Aurora, eran grupos totalmente diferentes, pero nos gustaba tocar juntos y sentir que éramos parte de una nueva forma de hacer música basada en las raíces, en ser mexicanos. No pretendíamos nada más que lo que éramos.”

Así, empezar algo nuevo después de haber hecho ya lo que para muchos es el trabajo de una vida entera es un acto valiente e inspirador. Al hablar con Alfonso André, resulta claro que su proyecto como solista no se trata de superar, olvidar o tirar al vacío lo hecho con sus bandas anteriores ni su papel de baterista. “A mí me gusta seguir haciendo cosas nuevas. Estoy muy divertido ahora con esta parte de mi carrera. Me encantaría hacer algo nuevo también con Caifanes, pero es difícil, porque es meterse también con discos muy importantes para mucha gente. Incluso hay gente que dice que no hagamos el disco porque es casi como una blasfemia. Pero a mí me gustaría por lo menos hacerle la lucha. Hemos estado tirando algunas ideas y de repente nos juntamos a ensayar, pero realmente no nos hemos clavado totalmente en hacer nuevo disco. Yo creo que todos tienen un poco de recelo por lo mismo, pero esperemos vencerlo y tener algo nuevo que mostrar, porque no me gustaría quedarme tocando «La negra Tomasa» hasta el día que me muera.”

Oscilar entre el cambio y la permanencia otorga perspectiva, la cual, a su vez, es antídoto contra el hastío. Por eso, el movimiento entre nuevos proyectos y la continuidad de algunos otros, como los conciertos y el posible nuevo disco de Caifanes, crea un espacio creativo para no estancarse: “como que nos da chance de no traer en la cabeza sólo a Caifanes, que eso puede hacer que la gente nos alucine o que nos alucinemos entre nosotros. Está padre poder ir y volver. Aunque de repente sí está un poco esquizofrénico, porque un día estoy tocando ante decenas de miles de personas y al día siguiente estoy tocando para doscientas.”

El concierto del Chopo. | Foto: Kaast Agency

El concierto del Chopo. | Foto: Kaast Agency

Afortunadamente, este cruce oscilante entre el cambio y la permanencia nos permite seguir disfrutando de las varias facetas de Alfonso André y, especialmente, de su proyecto como cantante, del cual los dos discos que hasta ahora lleva son muy afortunada consecuencia. Él mantiene las ganas de seguir en esto, aunque reconoce algunas dificultades con las que muchos de los que vivimos y trabajamos en México nos identificamos: “apenas llevo dos discos y me gustaría que fueran muchos más. Me gusta mucho hacer esto y la banda que tengo, aunque es difícil mantener una banda junta en estos días. Todos tienen otras chambas porque, si no, no sale para vivir. Entonces, obviamente no los puedo obligar a que sólo estén conmigo, pero todos están aquí porque les gusta mucho.”

Las geografías musicales de Alfonso André, su Cerro del aire y su Mar rojo, están ahí para los que aún no se adentran al viaje y también para los que ya lo han caminado varias veces. Además, la gira de presentaciones andará por varias ciudades de México toda esta primer mitad del año, para los que quieran adentrarse en la senda de esas geografías de la mano de la banda completa en vivo y de la voz de Alfonso.