Michael Waldrep, “Ciudades satélite: los primeros suburbios de la Ciudad de México” (traducción)

Original: Michael Waldrep, “Satellite Cities: The Early Suburbs of Mexico City” (publicado por Michael Waldrep en Fulbright-National Stories el 27 de febrero de 2015).

Traducción: Grecia Monroy Sánchez (8 de 17)
*Las fotos y vínculos incluidos aquí son los mismos que en la entrada original.

Ciudades satélite: los primeros suburbios de la Ciudad de México

Mantenimiento de una casa en Ciudad Satélite. Fotografía de Michael Waldrep. Da click para hacerla más grande.

Mantenimiento de una casa en Ciudad Satélite. Fotografía de Michael Waldrep. Da click para hacerla más grande.

Continuando con mi investigación de la geografía del crecimiento en el área metropolitana de la Ciudad de México, así como siguiendo mi reciente exploración de los más ricos y de estilo americano segmentos de expansión en la ciudad, esta semana hice un viaje a Ciudad Satélite, uno de los más viejos y famosos desarrollos suburbanos de la región. Gracias a la extrema generosidad de Manuel Solano, pude hacer un tour en el vecindario y recibir muchas de las reminiscencias de una vida pasada ahí.

Las Torres de Satélite, diseñadas por Luis Barragán y Mathias Goeritz. Fotografía de Michael Waldrep. Da click para hacerla más grande.

Las Torres de Satélite, diseñadas por Luis Barragán y Mathias Goeritz. Fotografía de Michael Waldrep. Da click para hacerla más grande.

A mediados de la década de 1950, Satélite fue concebida como una comunidad basada en la vialidad vehicular, libre de la congestión del centro de la ciudad y accesible a los empleos de las zonas industriales en Naucalpan. Sus famosos símbolos, las Torres de Satélite, fueron diseñados por algunos de los arquitectos más importantes de México de mediados de siglo XX, y se levantan en medio de la avenida para dar la bienvenida a su población. Mario Pani, el principal arquitecto del masivo complejo habitacional de Tlatelolco, dispuso los circuitos del desarrollo, además de que ayudó a establecer el tono de sus simples y modernas casas.

Una casa en Ciudad Satélite. Fotografía de Michael Waldrep. Da click para hacerla más grande.

Una casa en Ciudad Satélite. Fotografía de Michael Waldrep. Da click para hacerla más grande.

Una casa en Ciudad Satélite. Fotografía de Michael Waldrep. Da click para hacerla más grande.

Una casa en Ciudad Satélite. Fotografía de Michael Waldrep. Da click para hacerla más grande.

Como en Cuautitlán y en otros desarrollos de clase media financiados por el gobierno y situados en los bordes de la ciudad, el vecindario ha sido re-hecho a lo largo del tiempo. En el caso de Satélite, los propietarios con los medios suficientes como para construir bajo sus propias reglas han dejado apenas una pequeña huella de las raíces modernistas del vecindario. A escala urbana, los cinturones verdes de los parques que estaban destinados a rodear esta “ciudad fuera de la ciudad” cedieron ante las aglomeraciones de personas que se mudaron a los suburbios. Las calles tienen un aire de quietud, de suburbana tranquilidad, incluso en medio de un caos de estilos arquitectónicos y adornos, entre los que se incluye un vitral con el logo de Versace. En términos de unidad de diseño, los elementos salvadores son los amurallados espacios para estacionamiento al frente de cada casa; así como los alambres de púas, cercas eléctrica y guardias armados en muchas calles, lo cual ya sea el hecho de tener dinero en una ciudad desigual o un miedo colectivo.

El abandonado centro comercial Acrópolis, en Lomas Verdes, Naucalpan, Estado de México. Fotografía de Michael Waldrep. Da click para hacerla más grande.

El abandonado centro comercial Acrópolis, en Lomas Verdes, Naucalpan, Estado de México. Fotografía de Michael Waldrep. Da click para hacerla más grande.

En el espacio de esos proyectados y ahora olvidados espacios abiertos a las orillas del desarrollo, hay más casas y más vecindarios: lugares como Fuentes de Satélite, Jardines de Satélite y Lomas Verdes. Pese a su nombre, este último tiene más de concreto que de vegetación, pero mientras estos suburbios primeros son olvidados y dan paso a otros más nuevos, vi al menos un caso de un centro comercial servirá para ir a sembrar.

Como siempre, para actualizaciones más consistentes de fotos, puedes encontrar mi proyecto en Instagram, así como seguir el blog por aquí. ¡Cualquier comentario es muy apreciado!

La experiencia de Alfonso André para no morirte en el deseo de ser músico

Publicado en Cultura Colectiva.

(Grecia Monroy.) En la zona centro de la Ciudad de México, a espaldas de la estación Buenavista y de la Biblioteca Vasconcelos, en la intersección de las calles Luna y Saturno, termina el famoso y sabatino Tianguis Cultural del Chopo. En ese cruce cósmico, el pasado sábado 9 de abril, a las dos de la tarde, con un calor primaveral que trae incandescente a la Ciudad, estaba situado el modesto escenario en el que Alfonso André ofrecería un concierto. Aunque las condiciones técnicas del audio no eran las mejores, el público estaba entusiasmado: coreaba las canciones, hacía peticiones, lanzaba piropos al escenario y, lo que es de ley en estos tiempos, alzaban sus teléfonos para tomar fotos y videos.

Javier Calderón y Alfonso André. | Foto: Grecia Monroy

Javier Calderón y Alfonso André. | Foto: Grecia Monroy

De negro, con una playera muy ad-hoc para la onda del Chopo, Alfonso André estaba de pie ante el micrófono en compañía de los músicos, colegas de toda la vida, que lo están acompañando en esta etapa de su carrera: Federico Fong, Javier Calderón, Lari Ruiz Velasco y Chema Arreola. El set-list abarcó canciones de sus dos discos como solista: Cerro del aire (2011) y Mar rojo (2015) y logró momentos veloces e intensos con temas como “Puedes dejarme atrás”, “Tormenta” y “Todo temor esconde siempre algún deseo”, así como canciones que están ya en camino a volverse clásicos muy solicitados, como “La piel”.

En cierto modo, esa intersección de calles en la que se formó el espacio para el concierto es análoga al cruce del tiempo que coloca a un músico de la experiencia de Alfonso André entre el cambio y la permanencia. Estas dos acciones definen la historia de la humanidad y, dentro de esa “gran” historia, la de cada uno de nosotros.

Días después del concierto, en entrevista con Alfonso, pudimos hablar de cómo el necesario cambio y la inevitable permanencia nos regalan la perspectiva para mantenerse inspirado y en movimiento. Para confirmar esto, basta echarle una mirada a su trayectoria y a sus últimos proyectos. Aunque sea por muchos sabido, no está de más recordar que Alfonso es uno de los mejores bateristas mexicanos de los últimos tiempos, miembro de bandas legendarias (Caifanes, La Barranca y Jaguares) y uno de los rockeros más queridos y respetados por el público. Con semejante senda andada, uno podría pensar que la novedad está superada. Pero Alfonso muestra que hay tiempo para todo y, más aún, para volver a pasiones que hemos dejado pendientes en el camino, tal como, en su caso, soltar la voz sobre un escenario.

Alfonso André. | Foto: Armand Torres

Alfonso André. | Foto: Armand Torres

Para Alfonso, hacer esto representó literalmente un desplazamiento: dejar el lugar resguardado que ocupan los bateristas, usualmente en el fondo del escenario, compartiendo espacio con tambores, bombos y tarolas, y pasar al frente del escenario, al micrófono, bajo el reflector central. En este desplazamiento, sin embargo, hubo una cierta continuidad y permanencia de un gusto originario por cantar. El cambio estuvo en reconocer el tiempo para cada cosa. “La batería me escogió a mí. Me gustaba mucho sentarme en mi casa a oír música y tratar de reproducir lo que oía en los bateristas que me gustaban. Mi hermana se compró una batería que yo usaba también; por eso, toco como diestro siendo zurdo. Como a las 18 años empecé un poco más en serio, a tomar clases con un maestro particular. Después, me empleé primero como baterista y de ahí me vino mucho trabajo: con Las Insólitas Imágenes de Aurora, con Caifanes, con La Barranca y con Jaguares. Pero cantar también siempre me ha gustado muchísimo. Me encanta una buena melodía. Para mí, eso es una canción memorable, una que tenga una melodía que te atrape.”

La elección por la batería como instrumento estuvo determinada un poco por las circunstancias, mucho por su innegable talento, pero además, como dice Alfonso, por una inicial “incompatibilidad” de personalidades. “Tengo más personalidad de baterista que de cantante. Aunque ambas actividades me gustan mucho, estoy más cómodo detrás de mis tambores que enfrente del escenario cantando.” Asimismo, soltar la voz tiene algo de misterioso y, a la vez, orgánico: “es un instrumento muy extraño, porque eres tú; no es algo que puedas tocar con las manos. Todo lo que te pasa afecta a tu instrumento: tu humor, cuántas horas dormiste, qué tomaste, qué comiste, la calidad del aire, la humedad. La voz es un instrumento muy esotérico.”

Alfonso André, cantante y baterista. | Foto: Armand Torres

Alfonso André, cantante y baterista. | Foto: Armand Torres

Cantar tiene que ver con darle materia y movimiento a palabras que antes yacían inmóviles en el papel. Cuando, como en las canciones que Alfonso canta, son palabras que han pasado por la mente de alguien más, la interpretación adquiere otros matices. “Hay gente que compone sus propias canciones y creo que es más fácil interpretarlas porque son cosas que han vivido personalmente. Ser un intérprete de canciones es un poco como ser un actor. Tienes que entender lo que quiere transmitir la canción y proyectarlo a través de tu técnica y de tu instrumento.” El instrumento puede ser la voz, pero también la batería, porque en ambos casos, “estás transmitiendo, de distintas maneras, un sentimiento. El chiste es dejar que salga eso que traes adentro.”

Las letras de las canciones con las que ha trabajado Alfonso siempre han sido de un valor incuestionable: desde los textos de Saúl Hernández para Caifanes y Jaguares, hasta las letras metafóricas y profundas que Chema Arreola —nieto del escritor Juan José Arreola— ha hecho especialmente para Alfonso. Trabajar lado a lado con Chema ha sido una ventaja, porque le ha permitido discutir “de qué queremos que hable la canción. Si de repente hay una frase que no me gusta, que no estoy de acuerdo con lo que dice o que me siento incómodo cantándola, pues la cambiamos. Eso es bueno, porque escribe para mí las canciones, entonces es más fácil interpretarlas.”

Pero entre interpretar una canción en el estudio de grabación e interpretarla en un escenario hay una distancia que para Alfonso comenzó a abreviarse desde los conciertos con Jaguares, y que está terminando de resolverse en sus últimos conciertos. “La primera vez que me tuve que parar enfrente fue en un concierto de Jaguares. Saúl [Hernández] estaba muy mal de la garganta y me pidió: “hoy en la noche canta tú «Miércoles de ceniza»”. Como la mitad de la canción me la pasaba sentado porque hay una caja de ritmos, le dije que sí. La primera vez fue un shock; me sentía desnudo ahí enfrente de la gente. Pero a la gente le gustó y a nosotros también nos pareció que estaba padre dentro del show que me pasara de repente enfrente, por lo que se quedó como parte del concierto durante muchos años. Cada vez lo sufría menos y lo disfrutaba más. Eso fue un buen entrenamiento para cuando saqué mi primer disco. Ahora, cada vez lo siento más natural. Pero sí ha sido un proceso difícil, porque no soy una persona muy extrovertida. Además, todavía creo que me faltan tablas, pero no tengo prisa: estoy disfrutando lo que es, como es, al momento que es.”

Alfonso pertenece a una generación de músicos que, para muchos, marcó un antes y después de la música en México. Sin embargo, él sitúa esto como algo más circunstancial que esencial: “yo no me siento especial ni siento que nuestra generación haya sido muy especial. Me tocó un momento específico de la historia en el que hubo un apoyo muy fuerte por parte de la industria de la música, cosa que no había tenido hasta entonces el rock. Además, ya había gente haciendo cosas interesantes; como antes de eso nadie nos pelaba, todos hacíamos lo que nos daba la gana y cada quien tenía un sonido muy específico. Maldita Vecindad no tenía nada que ver con Las Insólitas Imágenes de Aurora, eran grupos totalmente diferentes, pero nos gustaba tocar juntos y sentir que éramos parte de una nueva forma de hacer música basada en las raíces, en ser mexicanos. No pretendíamos nada más que lo que éramos.”

Así, empezar algo nuevo después de haber hecho ya lo que para muchos es el trabajo de una vida entera es un acto valiente e inspirador. Al hablar con Alfonso André, resulta claro que su proyecto como solista no se trata de superar, olvidar o tirar al vacío lo hecho con sus bandas anteriores ni su papel de baterista. “A mí me gusta seguir haciendo cosas nuevas. Estoy muy divertido ahora con esta parte de mi carrera. Me encantaría hacer algo nuevo también con Caifanes, pero es difícil, porque es meterse también con discos muy importantes para mucha gente. Incluso hay gente que dice que no hagamos el disco porque es casi como una blasfemia. Pero a mí me gustaría por lo menos hacerle la lucha. Hemos estado tirando algunas ideas y de repente nos juntamos a ensayar, pero realmente no nos hemos clavado totalmente en hacer nuevo disco. Yo creo que todos tienen un poco de recelo por lo mismo, pero esperemos vencerlo y tener algo nuevo que mostrar, porque no me gustaría quedarme tocando «La negra Tomasa» hasta el día que me muera.”

Oscilar entre el cambio y la permanencia otorga perspectiva, la cual, a su vez, es antídoto contra el hastío. Por eso, el movimiento entre nuevos proyectos y la continuidad de algunos otros, como los conciertos y el posible nuevo disco de Caifanes, crea un espacio creativo para no estancarse: “como que nos da chance de no traer en la cabeza sólo a Caifanes, que eso puede hacer que la gente nos alucine o que nos alucinemos entre nosotros. Está padre poder ir y volver. Aunque de repente sí está un poco esquizofrénico, porque un día estoy tocando ante decenas de miles de personas y al día siguiente estoy tocando para doscientas.”

El concierto del Chopo. | Foto: Kaast Agency

El concierto del Chopo. | Foto: Kaast Agency

Afortunadamente, este cruce oscilante entre el cambio y la permanencia nos permite seguir disfrutando de las varias facetas de Alfonso André y, especialmente, de su proyecto como cantante, del cual los dos discos que hasta ahora lleva son muy afortunada consecuencia. Él mantiene las ganas de seguir en esto, aunque reconoce algunas dificultades con las que muchos de los que vivimos y trabajamos en México nos identificamos: “apenas llevo dos discos y me gustaría que fueran muchos más. Me gusta mucho hacer esto y la banda que tengo, aunque es difícil mantener una banda junta en estos días. Todos tienen otras chambas porque, si no, no sale para vivir. Entonces, obviamente no los puedo obligar a que sólo estén conmigo, pero todos están aquí porque les gusta mucho.”

Las geografías musicales de Alfonso André, su Cerro del aire y su Mar rojo, están ahí para los que aún no se adentran al viaje y también para los que ya lo han caminado varias veces. Además, la gira de presentaciones andará por varias ciudades de México toda esta primer mitad del año, para los que quieran adentrarse en la senda de esas geografías de la mano de la banda completa en vivo y de la voz de Alfonso.

Alfonso André: “La primera vez ante el micrófono me sentía desnudo enfrente de la gente”

Publicado en Acordes Modernos.

Alfonso André, cantante y baterista. | Foto: Armand Torres

Alfonso André, cantante y baterista. | Foto: Armand Torres

(Grecia Monroy.) Por la zona centro de la Ciudad de México, en la intersección de las calles Luna y Saturno, termina (o comienza, dependiendo de por dónde se llegue) el famoso Tianguis Cultural del Chopo, tradicionalmente un recinto para la reunión de diversas tribus urbanas, así como para la venta de discos, playeras estampadas, revistas e indumentaria de todo tipo. En ese cruce cósmico de calles, el pasado sábado 9 de abril, a las dos de la tarde, con el calor primaveral que tiene incandescente al D.F., estaba situado el modesto escenario en el que Alfonso André ofrecería un concierto. Aunque las condiciones técnicas del audio no eran las mejores, el público estaba entusiasmado: coreaba las canciones, hacía peticiones, lanzaba piropos al escenario y, lo que es inevitable en estos tiempos, alzaba sus teléfonos para tomar fotos y videos.

El concierto del Chopo. | Foto: Kaast Agency

El concierto del Chopo. | Foto: Kaast Agency

De negro, con una playera ad-hoc para la onda del Chopo, Alfonso André estaba de pie ante el micrófono, acompañado de los músicos, colegas de toda la vida, que lo están acompañando en esta etapa de su carrera: Federico Fong, Javier Calderón, Lari Ruiz Velasco y Chema Arreola. El set-list abarcó canciones de sus dos discos como solista, Cerro del aire (2011) y Mar rojo (2015), y tuvo momentos memorables especialmente con temas como “Puedes dejarme atrás”, “Tormenta”, “Todo temor esconde siempre algún deseo” y “La piel”.

Días después del concierto, pudimos hablar con Alfonso sobre cómo el necesario cambio y la inevitable permanencia otorgan la perspectiva para mantenerse inspirado y en movimiento. Para confirmar esto, basta echarle una mirada a su trayectoria y a sus últimos proyectos. Aunque sea por muchos sabido, no está de más recordar que Alfonso es uno de los mejores bateristas mexicanos de los últimos tiempos, miembro de bandas legendarias (Caifanes, La Barranca, Jaguares) y uno de los rockeros más queridos y respetados por el público. Con semejante senda andada, uno podría pensar que la novedad está superada. Pero Alfonso muestra que hay tiempo para todo y, más aún, para volver a pasiones que hemos dejado pendientes en el camino, tal como, en su caso, soltar la voz sobre un escenario.

Alfonso André. | Foto: Armand Torres

Alfonso André. | Foto: Armand Torres

Para Alfonso, hacer esto representó literalmente un desplazamiento: dejar el lugar resguardado que ocupan los bateristas, usualmente en el fondo del escenario, compartiendo espacio con tambores, bombos y tarolas, y pasar al frente del escenario, al micrófono, bajo el reflector central. En este desplazamiento, sin embargo, hubo cierta continuidad y permanencia de gustos originarios; el cambio estuvo en reconocer el tiempo para cada cosa. La elección inicial por la batería como instrumento estuvo determinada un poco por las circunstancias, mucho por su innegable talento, pero además, como dice Alfonso, por una “incompatibilidad” de personalidades: “tengo más personalidad de baterista que de cantante. Aunque ambas actividades me gustan mucho, estoy más cómodo detrás de mis tambores que enfrente del escenario cantando.”

Alfonso pertenece a una generación de músicos que, para muchos, marcó un antes y después de la música en México. De manera que empezar algo nuevo después de haber hecho ya lo que para muchos es el trabajo de una vida entera es un acto valiente e inspirador. Al hablar con él, nos queda claro que su proyecto como solista no intenta “superar” o dejar atrás lo hecho con sus bandas anteriores ni su papel de baterista; más bien, es un oscilar entre el cambio y la permanencia que le otorga perspectiva y un espacio creativo para no estancarse. “A mí me gusta seguir haciendo cosas nuevas. Me encantaría hacer algo nuevo también con Caifanes, pero es difícil, porque es meterse también con discos muy importantes para mucha gente. Incluso hay gente que dice que no hagamos el disco porque es casi como una blasfemia. Pero a mí me gustaría por lo menos hacerle la lucha, porque no me gustaría quedarme tocando sólo “La negra Tomasa” hasta el día que me muera.”

Javier Calderón y Alfonso André. | Foto: Grecia Monroy

Javier Calderón y Alfonso André. | Foto: Grecia Monroy

Afortunadamente, este cruce oscilante entre el cambio y la permanencia nos permite seguir disfrutando de las varias facetas de Alfonso André y especialmente de su proyecto como cantante, del cual los dos discos que hasta ahora lleva son muy afortunada muestra. Su Cerro del aire y su Mar rojo nos sitúan en el terreno de los matices de la interpretación. Cantar tiene que ver con darle materia y movimiento a palabras que yacen inmóviles en el papel. Cuando, como en las canciones que Alfonso canta, son palabras que han pasado por la mente de alguien más, hay además otros factores en juego. “Hay gente que compone sus propias canciones —dice— y creo que es más fácil interpretarlas porque son cosas que han vivido personalmente. Ser un intérprete de canciones es un poco como ser un actor. Tienes que entender lo que quiere transmitir la canción y proyectarlo a través de tu técnica y de tu instrumento.” El instrumento puede ser la voz, pero también la batería, porque en ambos casos, “estás transmitiendo, de distintas maneras, un sentimiento. El chiste es dejar que salga eso que traes adentro.”

Las letras de las canciones con las que ha trabajado Alfonso siempre han sido de un valor incuestionable: desde los textos de Saúl Hernández para Caifanes y Jaguares, hasta las letras metafóricas y profundas que Chema Arreola —nieto del escritor Juan José Arreola— ha hecho especialmente para Alfonso. Trabajar lado a lado con Chema ha sido una ventaja, porque le ha permitido que puedan discutir “de qué queremos que hable la canción. Si de repente hay una frase que no me gusta, que no estoy de acuerdo con lo que dice o que me siento incómodo cantándola, pues la cambiamos. Eso es bueno, porque escribe para mí las canciones, entonces es más fácil interpretarlas.”

Pero entre interpretar una canción en el estudio de grabación e interpretarla en un escenario hay una distancia que para Alfonso comenzó a abreviarse desde sus tiempos con Jaguares, y que está terminando de resolverse en sus últimos conciertos. “La primera vez que me tuve que parar enfrente fue en un concierto de Jaguares. Saúl [Hernández] estaba muy mal de la garganta y me pidió: “hoy en la noche canta tú «Miércoles de ceniza»”. Como la mitad de la canción me la pasaba sentado porque hay una caja de ritmos, le dije que sí. La primera vez fue un shock; me sentía desnudo ahí enfrente de la gente. Pero al público le gustó y a nosotros también nos pareció que estaba padre dentro del show que me pasara de repente enfrente, por lo que se quedó como parte del concierto durante muchos años. Cada vez lo sufría menos y lo disfrutaba más. Eso fue un buen entrenamiento para cuando saqué mi primer disco. Ahora, cada vez lo siento más natural. Pero sí ha sido un proceso difícil, porque no soy una persona muy extrovertida. Además, todavía creo que me faltan tablas, pero no tengo prisa: estoy disfrutando lo que es, como es, al momento que es.”

Alfonso es muy querido por el público. | Foto: Kaast Agency

Alfonso es muy querido por el público. | Foto: Kaast Agency

Los que ya conocemos la música de Alfonso André también lo estamos disfrutando mucho. Sus geografías musicales, su Cerro del aire y su Mar rojo, están ahí para los que aún no se adentran al viaje y también para los que ya lo han caminado varias veces. Además, la gira de presentaciones andará por varias ciudades de México toda esta primer mitad del año.

La experiencia de Alfonso André para no morirte en el deseo de ser músico

Publicado en Cultura Colectiva.

(Grecia Monroy.) En la zona centro de la Ciudad de México, a espaldas de la estación Buenavista y de la Biblioteca Vasconcelos, en la intersección de las calles Luna y Saturno, termina el famoso y sabatino Tianguis Cultural del Chopo. En ese cruce cósmico, el pasado sábado 9 de abril, a las dos de la tarde, con un calor primaveral que trae incandescente a la Ciudad, estaba situado el modesto escenario en el que Alfonso André ofrecería un concierto. Aunque las condiciones técnicas del audio no eran las mejores, el público estaba entusiasmado: coreaba las canciones, hacía peticiones, lanzaba piropos al escenario y, lo que es de ley en estos tiempos, alzaban sus teléfonos para tomar fotos y videos.

Javier Calderón y Alfonso André. | Foto: Grecia Monroy

Javier Calderón y Alfonso André. | Foto: Grecia Monroy

De negro, con una playera muy ad-hoc para la onda del Chopo, Alfonso André estaba de pie ante el micrófono en compañía de los músicos, colegas de toda la vida, que lo están acompañando en esta etapa de su carrera: Federico Fong, Javier Calderón, Lari Ruiz Velasco y Chema Arreola. El set-list abarcó canciones de sus dos discos como solista: Cerro del aire (2011) y Mar rojo (2015) y logró momentos veloces e intensos con temas como “Puedes dejarme atrás”, “Tormenta” y “Todo temor esconde siempre algún deseo”, así como canciones que están ya en camino a volverse clásicos muy solicitados, como “La piel”.

En cierto modo, esa intersección de calles en la que se formó el espacio para el concierto es análoga al cruce del tiempo que coloca a un músico de la experiencia de Alfonso André entre el cambio y la permanencia. Estas dos acciones definen la historia de la humanidad y, dentro de esa “gran” historia, la de cada uno de nosotros.

Días después del concierto, en entrevista con Alfonso, pudimos hablar de cómo el necesario cambio y la inevitable permanencia nos regalan la perspectiva para mantenerse inspirado y en movimiento. Para confirmar esto, basta echarle una mirada a su trayectoria y a sus últimos proyectos. Aunque sea por muchos sabido, no está de más recordar que Alfonso es uno de los mejores bateristas mexicanos de los últimos tiempos, miembro de bandas legendarias (Caifanes, La Barranca y Jaguares) y uno de los rockeros más queridos y respetados por el público. Con semejante senda andada, uno podría pensar que la novedad está superada. Pero Alfonso muestra que hay tiempo para todo y, más aún, para volver a pasiones que hemos dejado pendientes en el camino, tal como, en su caso, soltar la voz sobre un escenario.

Alfonso André. | Foto: Armand Torres

Alfonso André. | Foto: Armand Torres

Para Alfonso, hacer esto representó literalmente un desplazamiento: dejar el lugar resguardado que ocupan los bateristas, usualmente en el fondo del escenario, compartiendo espacio con tambores, bombos y tarolas, y pasar al frente del escenario, al micrófono, bajo el reflector central. En este desplazamiento, sin embargo, hubo una cierta continuidad y permanencia de un gusto originario por cantar. El cambio estuvo en reconocer el tiempo para cada cosa. “La batería me escogió a mí. Me gustaba mucho sentarme en mi casa a oír música y tratar de reproducir lo que oía en los bateristas que me gustaban. Mi hermana se compró una batería que yo usaba también; por eso, toco como diestro siendo zurdo. Como a las 18 años empecé un poco más en serio, a tomar clases con un maestro particular. Después, me empleé primero como baterista y de ahí me vino mucho trabajo: con Las Insólitas Imágenes de Aurora, con Caifanes, con La Barranca y con Jaguares. Pero cantar también siempre me ha gustado muchísimo. Me encanta una buena melodía. Para mí, eso es una canción memorable, una que tenga una melodía que te atrape.”

La elección por la batería como instrumento estuvo determinada un poco por las circunstancias, mucho por su innegable talento, pero además, como dice Alfonso, por una inicial “incompatibilidad” de personalidades. “Tengo más personalidad de baterista que de cantante. Aunque ambas actividades me gustan mucho, estoy más cómodo detrás de mis tambores que enfrente del escenario cantando.” Asimismo, soltar la voz tiene algo de misterioso y, a la vez, orgánico: “es un instrumento muy extraño, porque eres tú; no es algo que puedas tocar con las manos. Todo lo que te pasa afecta a tu instrumento: tu humor, cuántas horas dormiste, qué tomaste, qué comiste, la calidad del aire, la humedad. La voz es un instrumento muy esotérico.”

Alfonso André, cantante y baterista. | Foto: Armand Torres

Alfonso André, cantante y baterista. | Foto: Armand Torres

Cantar tiene que ver con darle materia y movimiento a palabras que antes yacían inmóviles en el papel. Cuando, como en las canciones que Alfonso canta, son palabras que han pasado por la mente de alguien más, la interpretación adquiere otros matices. “Hay gente que compone sus propias canciones y creo que es más fácil interpretarlas porque son cosas que han vivido personalmente. Ser un intérprete de canciones es un poco como ser un actor. Tienes que entender lo que quiere transmitir la canción y proyectarlo a través de tu técnica y de tu instrumento.” El instrumento puede ser la voz, pero también la batería, porque en ambos casos, “estás transmitiendo, de distintas maneras, un sentimiento. El chiste es dejar que salga eso que traes adentro.”

Las letras de las canciones con las que ha trabajado Alfonso siempre han sido de un valor incuestionable: desde los textos de Saúl Hernández para Caifanes y Jaguares, hasta las letras metafóricas y profundas que Chema Arreola —nieto del escritor Juan José Arreola— ha hecho especialmente para Alfonso. Trabajar lado a lado con Chema ha sido una ventaja, porque le ha permitido discutir “de qué queremos que hable la canción. Si de repente hay una frase que no me gusta, que no estoy de acuerdo con lo que dice o que me siento incómodo cantándola, pues la cambiamos. Eso es bueno, porque escribe para mí las canciones, entonces es más fácil interpretarlas.”

Pero entre interpretar una canción en el estudio de grabación e interpretarla en un escenario hay una distancia que para Alfonso comenzó a abreviarse desde los conciertos con Jaguares, y que está terminando de resolverse en sus últimos conciertos. “La primera vez que me tuve que parar enfrente fue en un concierto de Jaguares. Saúl [Hernández] estaba muy mal de la garganta y me pidió: “hoy en la noche canta tú «Miércoles de ceniza»”. Como la mitad de la canción me la pasaba sentado porque hay una caja de ritmos, le dije que sí. La primera vez fue un shock; me sentía desnudo ahí enfrente de la gente. Pero a la gente le gustó y a nosotros también nos pareció que estaba padre dentro del show que me pasara de repente enfrente, por lo que se quedó como parte del concierto durante muchos años. Cada vez lo sufría menos y lo disfrutaba más. Eso fue un buen entrenamiento para cuando saqué mi primer disco. Ahora, cada vez lo siento más natural. Pero sí ha sido un proceso difícil, porque no soy una persona muy extrovertida. Además, todavía creo que me faltan tablas, pero no tengo prisa: estoy disfrutando lo que es, como es, al momento que es.”

Alfonso pertenece a una generación de músicos que, para muchos, marcó un antes y después de la música en México. Sin embargo, él sitúa esto como algo más circunstancial que esencial: “yo no me siento especial ni siento que nuestra generación haya sido muy especial. Me tocó un momento específico de la historia en el que hubo un apoyo muy fuerte por parte de la industria de la música, cosa que no había tenido hasta entonces el rock. Además, ya había gente haciendo cosas interesantes; como antes de eso nadie nos pelaba, todos hacíamos lo que nos daba la gana y cada quien tenía un sonido muy específico. Maldita Vecindad no tenía nada que ver con Las Insólitas Imágenes de Aurora, eran grupos totalmente diferentes, pero nos gustaba tocar juntos y sentir que éramos parte de una nueva forma de hacer música basada en las raíces, en ser mexicanos. No pretendíamos nada más que lo que éramos.”

Así, empezar algo nuevo después de haber hecho ya lo que para muchos es el trabajo de una vida entera es un acto valiente e inspirador. Al hablar con Alfonso André, resulta claro que su proyecto como solista no se trata de superar, olvidar o tirar al vacío lo hecho con sus bandas anteriores ni su papel de baterista. “A mí me gusta seguir haciendo cosas nuevas. Estoy muy divertido ahora con esta parte de mi carrera. Me encantaría hacer algo nuevo también con Caifanes, pero es difícil, porque es meterse también con discos muy importantes para mucha gente. Incluso hay gente que dice que no hagamos el disco porque es casi como una blasfemia. Pero a mí me gustaría por lo menos hacerle la lucha. Hemos estado tirando algunas ideas y de repente nos juntamos a ensayar, pero realmente no nos hemos clavado totalmente en hacer nuevo disco. Yo creo que todos tienen un poco de recelo por lo mismo, pero esperemos vencerlo y tener algo nuevo que mostrar, porque no me gustaría quedarme tocando «La negra Tomasa» hasta el día que me muera.”

Oscilar entre el cambio y la permanencia otorga perspectiva, la cual, a su vez, es antídoto contra el hastío. Por eso, el movimiento entre nuevos proyectos y la continuidad de algunos otros, como los conciertos y el posible nuevo disco de Caifanes, crea un espacio creativo para no estancarse: “como que nos da chance de no traer en la cabeza sólo a Caifanes, que eso puede hacer que la gente nos alucine o que nos alucinemos entre nosotros. Está padre poder ir y volver. Aunque de repente sí está un poco esquizofrénico, porque un día estoy tocando ante decenas de miles de personas y al día siguiente estoy tocando para doscientas.”

El concierto del Chopo. | Foto: Kaast Agency

El concierto del Chopo. | Foto: Kaast Agency

Afortunadamente, este cruce oscilante entre el cambio y la permanencia nos permite seguir disfrutando de las varias facetas de Alfonso André y, especialmente, de su proyecto como cantante, del cual los dos discos que hasta ahora lleva son muy afortunada consecuencia. Él mantiene las ganas de seguir en esto, aunque reconoce algunas dificultades con las que muchos de los que vivimos y trabajamos en México nos identificamos: “apenas llevo dos discos y me gustaría que fueran muchos más. Me gusta mucho hacer esto y la banda que tengo, aunque es difícil mantener una banda junta en estos días. Todos tienen otras chambas porque, si no, no sale para vivir. Entonces, obviamente no los puedo obligar a que sólo estén conmigo, pero todos están aquí porque les gusta mucho.”

Las geografías musicales de Alfonso André, su Cerro del aire y su Mar rojo, están ahí para los que aún no se adentran al viaje y también para los que ya lo han caminado varias veces. Además, la gira de presentaciones andará por varias ciudades de México toda esta primer mitad del año, para los que quieran adentrarse en la senda de esas geografías de la mano de la banda completa en vivo y de la voz de Alfonso.

La inevitable coincidencia: León Benavente y Enrique Bunbury

Publicado en Acordes Modernos.

León Benavente: Edu Baos, Abraham Boba, César Verdú y Luis Rodríguez. | Foto: Gustaff Choos

León Benavente: Edu Baos, Abraham Boba, César Verdú y Luis Rodríguez. | Foto: Gustaff Choos

(Grecia Monroy.) A principios de octubre del año pasado, entrevistamos a César Verdú y a Luis Rodríguez de León Benavente durante su visita a la Ciudad de México. Entre otras cosas, nos dijeron que, además de los conciertos y la promoción habitual, tenían entre sus actividades para esa visita grabar en un estudio una de las nuevas canciones. Por exceso de discreción no preguntamos más detalles al respecto, aunque seguramente ellos tampoco habrían anticipado mucho de lo que sería una gran sorpresa de este abril.

Semanas antes de la visita de León Benavente, el D.F. había sido ya lugar de coincidencias para el memorable MTV Unplugged que Enrique Bunbury ofreció y grabó el 1 de septiembre, en compañía de interesantes voces en el escenario. Sin embargo, la fuerza de atracción (circunstancial o intencionada) de la Ciudad de México todavía nos guardaba una coincidencia más: el nuevo tema que León Benavente grabaría aquí contaría con la participación de Bunbury. Seguramente aprovechando el “punto medio” entre España y Estados Unidos (donde se sabe que Bunbury reside actualmente) que representaba México en ese momento, grabaron un tema que ahora sabemos que se llama “Televisión” y en el cual Bunbury puso su voz en la precisión musical e irresistible energía de los cuatro de León Benavente.

Portada del vinilo que incluye “Tipo D” y “Televisión”.

Portada del vinilo que incluye “Tipo D” y “Televisión”.

Me permito aquí una confesión personal sólo porque sospecho que es la de muchos otros: esa canción es como un deseo cumplido que ni siquiera había sido pedido. Como muchas de las mejores cosas de la vida, aunque no lo había sospechado, una vez que ha sucedido parece absolutamente necesario e inevitable: estos cinco excelentes músicos tenían que juntarse a hacer algo.

Este 16 de abril, en el marco del Record Store Day, salió a la venta el vinilo 7” que contiene esta canción y “Tipo D”, primer sencillo de 2, el nuevo disco de León Benavente. Aunque al día de hoy aún no está disponible para su compra digital, el tema se puede escuchar en el minuto 1:23 de la transmisión que hizo Radio 3 de ésta y algunas otras de las canciones que participaron en esta conmemoración.

Algunas fotos del booklet de 2, el nuevo álbum de León Benavente.

Algunas fotos del booklet de 2, el nuevo álbum de León Benavente.

“Televisión” encaja bien con el tono de 2, gran trabajo que deben escuchar y, si también creen que un disco es un acto a ser realizado, bailar, cantar y moverse con él. Así sentirán mejor que ese disco promete ser una explosión en vivo, como seguramente lo está siendo ya en la gira de León Benavente por España. Aquí en la Ciudad de México, donde todo puede suceder, esperamos con muchas ganas ver, a finales de este mes, a León Benavente de nuevo en el escenario.

Actualización: “Televisión” se puede adquirir en plataformas digitales y escuchar aquí:

y aquí: