Un hombre ha pasado y ha dejado su corazón ardiendo entre nosotros: Nacho Vegas en el Teatro Metropólitan

(Denisse Gotlib, Mariana L. Durand, Grecia Monroy.)

I. Ninguna orilla queda a las orillas 

El más antiguo de los conciertos fue, probablemente, una celebración colectiva que se repitió en determinados momentos de la vida, generación tras generación. Lo repetitivo y cíclico de este rito, sin embargo, no lo hacía perder autenticidad ni volverse vacuo: saber que aquella ceremonia tenía un vínculo con el pasado y que echaba raíces hacia el futuro es lo que lo hacía especial. Ya decía Víctor Jara: “mi canto es una cadena / sin comienzo ni final / y en cada eslabón se encuentra / el canto de los demás”. Hoy, se podría alegar que la música ha perdido algo de su sentido de comunión, que muchas veces los conciertos son “sólo” intercambios comerciales; que el rito se convirtió en rutina. Sin embargo, no hay que olvidar que, ante las estrategias para reducir la música a un negocio con fines de lucro, han surgido también respuestas que la colocan como un espacio a partir del cual se experimenta la intimidad más colectiva que puede haber.

En la larga trayectoria del músico gijonés Nacho Vegas, siempre han estado presentes inquietudes sobre cómo hacer música sin caer sólo en el negocio ni en la rutina y sobre cómo nuestras relaciones personales están casi determinadas por estructuras económicas y políticas asfixiantes. Sin embargo, en los últimos años, y más específicamente a partir de los discos Cómo hacer crac (2011) y Resituación (2014), parece que ha tratado de activar en sus discos y en sus conciertos, al menos de forma más explícita, ciertas prácticas poco usuales en músicos vinculados con el rock y el indie —aunque sabemos que Vegas no sólo compone desde estos “géneros”. Dichas prácticas no pueden dejar de leerse a contrapelo de interesantes proyectos ocurridos en España en los que Vegas ha participado, como el 15M o Movimiento de los Indignados, el Patio Maravillas, la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca), Stop Desahucios, Fundación Robo o la Caja de Músicos, los cuales tienen como manifiesto hacer frente común ante los problemas que los afectan.

Así, más o menos a partir del lanzamiento de Resituación, comenzaron a aparecer en sus presentaciones “coros antifascistas”, como él los suele llamar, que son coros amateur, generalmente integrados a partir de una casa de cultura, de algún movimiento social o de la amistad y cercanía con el músico, los cuales replican en concierto lo que el Coro de Ladinamo y el Patio Maravillas (Madrid) hace en el disco.*

Aunque podría parecer un nombre meramente burlón, “coro antifascista” remite a un momento de la historia de la música ocurrido en 1941, y después retomado por muchos, cuando el cantante estadounidense de folk Woody Guthrie apareció con una guitarra en cuyo cuerpo había escrito la frase “This machine kills fascists” (“Esta máquina mata fascistas”), acto mediante el cual Guthrie, uno de los más importantes cronistas musicales de los años de la Gran Depresión, se pronunciaba contra el horror de la Segunda Guerra Mundial. La imagen de esta guitarra ha sido frecuentemente utilizada por Vegas como telón de fondo en sus conciertos.

Woody Guthrie, 1941. Foto de Lester Balog.

Woody Guthrie, 1941. Foto de Lester Balog.

Nacho Vegas y su banda en el Niceto Club de Buenos Aires, el 18 de agosto de 2015. Fotografía de Belén Soria.

Nacho Vegas y su banda en el Niceto Club de Buenos Aires, el 18 de agosto de 2015. Fotografía de Belén Soria.

Sin duda, la aparición de los coros da un potente aporte musical a piezas como “Polvorado” o “Runrún”, pero no sólo eso: reconfigura el espacio del concierto para convertirlo en un lugar en el que, literalmente, caben más voces y, por momentos, anula “el efecto tarima”, el cual sitúa una barrera entre los músicos, subidos en el escenario, y el público, debajo, en las butacas.

En el caso de la ciudad de México, el coro Páax Káanil (que en maya significa canto del cielo) se formó en mayo de 2014, previo al concierto de junio en el Teatro Metropólitan. La encomienda de Vegas era sugerente: “formar un coro de amigos”. Susana García, miembro del conjunto, cuenta que algunos de los integrantes fueron incluidos tras haber ganado dinámicas donde tenían que tocar y cantar una canción de Nacho, por haber hecho tributos o por ser cercanos al músico. Aunque en cada ocasión hay cambios en la alineación del coro, la consigna es que siempre esté integrado por gente con la que hay algún vínculo afectivo. Para Susana, la experiencia del coro ha estado llena de pasión y paciencia porque músicos y coristas deben acoplarse en pocos días, incluso horas, y porque la banda es muy minuciosa respecto a la calidad del sonido. No obstante, recalca que nunca se han ensimismado con alcanzar “la perfección” en la interpretación, sino que lo más importante es que las voces se hagan escuchar. Incluso Nacho los anima diciendo que no está mal desafinar, lo que nos recuerda un verso de una de sus canciones: “Para ser un buen cantante tienes que desafinar.”

Todo lo anterior se pone a tono con el ya conocido interés de Vegas en músicos y canciones que provienen de la música popular y folk asturiana (véase el proyecto Lucas 15), del country y el folk anglosajones (Townes Van Zandt, Will Oldham, Nick Drake, Phil Ochs) o de cantautores que han estado vinculados a movimientos sociales de izquierda en España (Chicho Sánchez Ferlosio), ejemplos de música pensada para ser representada frente a otros, junto con otros. Aunque tal vez el gijonés no componga pensando en esto, es notable la influencia de este sustrato en sus canciones. Además, la recuperación de estos personajes ya denota la intención de recordar, colocar o recolocar en el panorama musical actual canciones y autores que para algunas historias de la música han quedado en el margen, aunque, paradójicamente, el margen de las historias “oficiales” u “ortodoxas” suele ser el centro de todo lo que de verdad importa en nuestras vidas.

Al hablar de los intereses de Vegas por canciones de otras épocas, no podemos olvidar la pequeña-gran constelación actual de músicos con los que está vinculado y con los que ha colaborado. Para no extendernos de más, mencionaremos apenas dos ineludibles presencias del disco Resituación: Lorena Álvarez y Mursego (Maite Arroitajauregi), la primera por ser la “Rapaza de San Antolín” y la segunda por haber grabado el precioso preludio a “Ciudad Vampira”. Álvarez es conocida por hacer o rehacer, junto con su Banda Municipal, canciones tradicionales de la zona de Asturias, mientras que Mursego suele recuperar canciones tradicionales de la región vasca y arreglarlas a partir de corrientes musicales que podrían parecer antitéticas, como la cumbia.

Si bien Vegas siempre ha publicado con sellos independientes** (Astro, Acuarela, Limbo Starr), en 2010 fue parte central de la fundación de dos proyectos: Marxophone, una cooperativa de músicos con la que autoeditó sus últimos tres discos (La zona sucia [2011], Cómo hacer crac y Resituación) y Fundación Robo, “proyecto musical colectivo que trabaja alrededor de la canción populista”. De hecho, dos de sus canciones, “Cómo hacer crac” y “Runrún”, aparecieron en la plataforma electrónica de Fundación Robo meses antes de ser incluidas en los discos. Llama la atención que, en todas las canciones publicadas por Fundación Robo, el peso no recae en “el” autor de la canción, puesto que dan crédito a todos los colaboradores por igual, sino que pone el acento en el hacer en común, en la canción en sí misma y en su posibilidad de difusión gratuita. Además, Robo funciona como punto de confluencia para la organización de eventos que han contribuido a formar esa constelación de músicos con “deseos de hacer” de la que hablamos antes y a cuestionar la idea, típica de la industria cultural, de que un artista es un individuo ajeno a la realidad social que trabaja para vender sus discos y su imagen a un mercado de consumidores.***

En México, en los últimos años, varias ciudades se vieron forzadas a paralizar casi por completo cualquier actividad cultural pública debido a la violencia y a los recortes presupuestales, por lo que, aunque no caen en terreno árido en nuestro país, las propuestas que abogan por entender el arte como punto de encuentro para crear lazos y pensar cómo hacer frente a los problemas comunes, nos vienen muy bien.

Lo que hasta aquí hemos dicho servirá para comprender mejor la re-situación de Nacho Vegas también en el escenario, pero no como un “cambio de página” del resto de su trayectoria, sino como un camino en el que ha ido madurando ideas y hecho una revisión crítica de sus propios procesos de vida.

II. Allá arriba un cielo azul y detrás de él tal vez haya canciones

Un viernes a la luz de octubre en el Distrito Federal, fuimos juez y parte de aquella re-situación. La cotidianidad turística del Centro Histórico estaba interrumpida por el encabezado del Teatro Metropólitan: grandes letras, cada una iluminada por un foco individual, deletreaban un nombre: N A C H O V E G A S … Quizás dado que placer se encuentra tanto en el acontecimiento en sí como en sus preliminares y en lo que nos permite prolongarlo una vez terminado, previamente a la entrada al recinto, la concurrencia convocada por aquellas letras deambulaba por las periferias frente a la inagotable oferta de souvenirs, anticipando que no hay que olvidar recordar.

A las 9 de la noche “la voz” del Metropólitan da la tercera llamada. La tijuanense Vanessa Zamora abre el concierto con seis canciones de su primer disco, Hasta la fantasía (2014), las cuales son bien recibidas por un público que, inevitablemente, espera impaciente la salida de Nacho Vegas. Vanessa se despide entre aplausos y la oleada de expectación vuelve a inundar el recinto. Salen algunos técnicos a arreglar los últimos detalles. Desde lo lejos se puede distinguir la figura de César Verdú, director de sonido, quien se asegura de que todo esté listo. Pasan apenas unos minutos que se eternizan cuando ocurre. Nacho Vegas, acompañado de sus cinco músicos, aparece elegante con un traje y chaleco negros que contrastan con su camisa blanca.

Sin más preámbulo, comienza el teclado de Abraham Boba. ¿Acaso hay alguien que no intuya lo que viene? “Hablo solo, bebo té. / Tomo notas para hacer / de mi vida sin ti / algo habitable. / Leo entera La razón. / Hoy desarmé la televisión, / tarareando una canción / insoportable…”. La fúnebre y pornográfica “Dry Martini S.A.” enciende al público porque nos recuerda nuestro lado más divino y nuestro lado más carnal. No nos puede pasar inadvertido el estratégico cambio de verbos en el que Vegas, juguetón, coloca “Follarte” en aquel verso donde, en su versión original, dice “Quererte es como obrar un milagro”.

Nacho Vegas en el Teatro Metropólitan. Foto de José Jorge Carreón.

Nacho Vegas en el Teatro Metropólitan. Foto de José Jorge Carreón.

Enhorabuena por Verdú, el sonido es impecable. El público se siente satisfecho como si fuera el fin, pero todo apenas comienza. Es hora de que el pintor asturiano Adolfo P. Suárez sea evocado a través de “Adolfo Suicide”, la única canción de amor de Resituación, ha dicho Vegas: “Y es que no, no aprendes nunca, / hermoso como un asturcón surgiendo / entre la niebla”. A continuación, una guitarra que se pregunta y se contesta en un tintineo anuncia el comienzo de la declaración que es “Me he perdido”. Al terminar esta canción del disco a dúo con Christina Rosenvinge, entramos a La zona sucia de Vegas con la preciosa “Perplejidad”.

Nacho toma el micrófono y anuncia la siguiente canción, una que habla “de lugares que se aman, pero duelen”. “Ciudad Vampira” se ha convertido ya en un himno contra la parálisis: “¡yo me creía muerto pero hoy sé que estoy / vivo y que concibo otro lugar!”. Tras esperar unos segundos a que baje la euforia, toma de nuevo el micrófono para hablarnos sobre la camisa blanca que porta, detrás de la cual hay una historia de lucha: fue confeccionada por mujeres que, despedidas injustificadamente de la fábrica donde trabajaban en Gijón —situación que se ha vuelto recurrente en la región asturiana—, decidieron atrincherarse por años en la fábrica para exigir sus derechos laborales. La anécdota cobra sentido por completo cuando aparece el coro Páax Káanil que, adelantando el estribillo de la combativa “Polvorado”, entona las palabras: “Y hay fantasmas recorriendo Europa entera / van desde Berlín a Pola Lena. / Se oyen ruidos de cadenas / que hoy chasquean, hoy que hay luna llena”, de una forma tan poderosa, que causa estremecimiento. Como más de uno habrá notado, en estos versos resuenan frases del eternamente citado Manifiesto del Partido Comunista, (“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”), así como la imagen de una frase atribuida a Rosa Luxemburgo (“Quien no se mueve, no siente las cadenas”).

El coro Páax Káanil se retira, por el momento, del escenario. Vegas aprovecha para recordar una serie de acontecimientos dolorosos e indignantes en nuestro país, como la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, los feminicidios y los asesinatos de activistas. Esto da lugar a un ritual que, desde hace ya más de un año, se ha vuelto un gesto contra el olvido entre los mexicanos: algunos sectores del público cuentan del 1 al 43. El sonido de un ukelele invade la sala para dar lugar a la esperanzadora “Runrún” y a uno de sus más conmovedores versos: “Nos quieren en soledad, nos tendrán en común”. Llega la hora de “Taberneros”, esa larga y sentida canción tradicional de desamor rehecha por el asturiano para arrancarnos el corazón de un tajo. El público, rendido, se lo entrega a Vegas. Momento ideal para conceder una breve pausa y presentar a los talentosos músicos con quienes esa noche comparte escenario: César Verdú (sonido), Manu Molina (batería), Luis Rodríguez (bajo), Joseba Irazoki (guitarra), Abraham Boba (piano y acordeón) y, tras un olvido involuntario, al “amor de sus amores”, Edu Baos (guitarra). Inmediatamente después, quizás porque sospecha que todos somos “Actores poco memorables”, comienza el desfile de personajes.

De izquierda a derecha: Abraham Boba (teclado), Edu Baos (guitarra), Manu Molina (batería), Nacho Vegas, Luis Rodríguez (bajo), Joseba Irazoki (guitarra). Foto de José Jorge Carreón.

De izquierda a derecha: Abraham Boba (teclado), Edu Baos (guitarra), Manu Molina (batería), Nacho Vegas, Luis Rodríguez (bajo), Joseba Irazoki (guitarra). Foto de José Jorge Carreón.

Abraham Boba toma el acordeón. Empieza la música fúnebre y oscura. Sube la temperatura entre una mezcla de niebla y decadencia. “¿No lo ves? Tu carne es más pálida. / ¿No lo ves? Tu alma es más gris”. Sin darnos cuenta, verso a verso, Vegas lo ha conseguido, nos ha llevado frente al hombre de traje que, con sonrisa dudosa, nos invita a pasar al “Gang-Bang”. ¿Aceptamos? Para seguir a tono con la decadencia de occidente, “Nuevos planes, idénticas estrategias” recuerda de forma irónica que seguir vivos es un acto de resistencia: “tengo un ambicioso plan / consiste en sobrevivir”. A continuación, recorremos Gijón de punta a punta con “La vida manca”, irónica crónica de una muerte anunciada.

La voz de Vegas se dirige a ti: “Cada mañana / te despierta la sensación / de que hay alguien gritando a tu lado / pero estás solo en la habitación”. Lo hace de nuevo, revuelve la letra, intencionadamente, para que la sintamos nuestra: “y una niña susurra a tu oído / que han desahuciado a Carlos Slim”. Una estruendosa guitarra atropella. Desde el primer acorde se escucha venir a toda velocidad “Perdimos el control”, aquel violento relato en el que el verdadero protagonista no son las drogas, sino el estado extático, la locura exacerbada: “Y nos creímos ángeles, / y hasta ella quiso volar. / Y lo hizo tras dejarme / aquel mensaje aún por contestar: / «¿Dónde estás, corazón? / ¿Te has cansado de mí? / Yo estoy en el balcón y, / ¿sabes?, voy a saltar». / Se rió, «-¡JA JA JA!-», / y después se cortó”. Éxtasis también para los que nunca la habíamos escuchado en concierto. Justo al borde de la cornisa, las manos de Vegas nos regresan al Metropólitan para que acudamos al día de “La gran broma final”, historia sobre un destino trágico del que, por definición, no se puede escapar: “Hay quien decía que era / grande y fuerte nuestro amor / y lo era igual que las Torres Gemelas / allá en Nueva York”.

Nacho Vegas en el Teatro Metropólitan. Foto de José Jorge Carreón.

Nacho Vegas en el Teatro Metropólitan. Foto de José Jorge Carreón.

Los músicos dejan sus instrumentos y salen del escenario insinuando el final del concierto, pero el público no acepta la despedida. Grita, ovaciona, golpea el suelo a toda velocidad con los pies. Nacho Vegas reaparece sólo con su guitarra. Se ha quitado el saco y el chaleco; su camisa blanca refleja el juego de luces y parece brillar más. Rasga a su única compañera y comienza “Luz de agosto en Gijón”, confesión que, con ternura, deja ver la relación compleja que uno suele tener con su ciudad natal, lugar del cual escapar y al que siempre, inevitablemente, volver. La banda entera reaparece a la mitad de la canción para rematarla con todos los instrumentos.

El coro Páax Káanil se integra al escenario. Algo bueno nos espera. A la manera de los antiguos juglares o cantores populares, Vegas comienza la historia de la siguiente canción con un íncipit de tintes legendarios: “Esto que vais a escuchar, esto que vais a escuchar”. La nueva canción, titulada “Vinu, cantares y amor”, formará parte del próximo disco de Vegas, Canciones populistas. Es la única de su repertorio que versa en español y en asturiano. El tema central: la alegría, la fiesta y el amor como condición de cualquier transformación social: “si nun hai vinu, cantares y amor, non, esta nun ye la mio revolución” (“si no hay vino, cantares y amor, no, ésta no es mi revolución”). Para concluir este primer encore, no podía faltar, estando en el D.F., la explosión de electricidad de “El mercado de Sonora” que quema todos los instrumentos con ese final interminable al más puro estilo del rock.

De nuevo desaparecen los músicos entre ovaciones; esta pausa nos permite percatarnos de la tensión en nuestros tímpanos que simula la sensación de la sordera, casi como un indicio de que el final se acerca pero aún no estamos listos para dejarlos ir. Se hacen del rogar casi más de la cuenta. Al público mexicano no se le puede negar “¡otra, otra!”, sobre todo porque falta una última canción, probablemente con la que más de uno en el recinto se enganchó con el asturiano: “El hombre que casi conoció a Michi Panero” suena para cerrar una espléndida noche. Vegas es gentil y, de nuevo, interviene los versos originales: cambia el “Hasta nunca” por un “Hasta siempre”, que sabemos significa que pronto nos volveremos a encontrar.

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* En un afán enciclopédico, recuperamos los nombres de algunos de los coros que han participado en los conciertos del músico en los últimos años: Huertano (Murcia), Frente del Ebro (Zaragoza), Enxebre (La Coruña), Corín Aida Lafuente (Santander), Bora Bora (Granada), Pals a les Rodes (Barcelona) y Páax Káanil (ciudad de México).

** Con excepción de El tiempo de las cerezas (2006), disco grabado junto con Enrique Bunbury, y de la edición mexicana del recopilatorio Canciones inexplicables (2007), publicado por EMI México bajo la licencia de Limbo Starr.

*** En este video de Fundación Robo puede atestiguarse la intención del proyecto y las inmensas preguntas que busca(ba)n responder en 2013.

Galería de fotos: León Benavente en concierto

Galería

Esta galería contiene 19 fotos.

Concierto de León Benavente (Abraham Boba, César Verdú, Edu Baos y Luis Rodríguez) en el foro El Imperial, Ciudad de México, México, el 14 de octubre de 2015. Todas las fotografías por Mariana L. Durand. También disponibles en Facebook.  

Fieras en nuestro refugio: León Benavente en la ciudad de México

César Verdú, Luis Rodríguez, Edu Baos y Abraham Boba de León Benavente

César Verdú, Luis Rodríguez, Edu Baos y Abraham Boba de León Benavente

César Verdú, Luis Rodríguez, Edu Baos y Abraham Boba de León Benavente

Publicado en: Arcus.

(Denisse Gotlib, Mariana L. Durand, Grecia Monroy.) El miércoles 14 de octubre de este año, la banda española de rock León Benavente se presentó en el foro El Imperial, en la ciudad de México, con un concierto que, al menos para nuestro país, es un cierre a la vez que una promesa, porque es el último que darán aquí antes de su segundo disco. Según comentaron en entrevista reciente, entrarán a grabar a partir del 1 de noviembre y el disco podría salir para la primavera del próximo año. De hecho, su estancia en México, además de los shows, tuvo también el objetivo de grabar una canción en un estudio local.

En el escenario, los cuatro “leones” estuvieron con la misma energía de siempre; ésa que, desde el primer show que dieron en nuestro país, impresionó y encantó a muchos de los que, en aquel momento, acudieron sólo por la curiosidad de ver en escena a cuatro músicos vinculados con Nacho Vegas. Esta relación musical y amistosa entre León Benavente y Nacho Vegas comprueba que, en ocasiones, lo bueno atrae lo bueno. Sin embargo, la banda también se ha encargado de asumir su propio sitio, su propio estilo y su propio modo de trabajo. El disco que viene en camino parece ser un síntoma de que las cosas marchan bien, porque da continuidad a su proceso de consolidación. Como señala Luis Rodríguez (guitarra), “[…] cuando grabamos el primer disco, éramos cuatro personas que nos conocíamos de trabajar juntos, pero no como banda. Ahora, somos cuatro personas que llevan dos años girando juntos: inevitablemente algo novedoso va a haber”.

La fuerza de León Benavente ha probado diferentes y excéntricos escenarios en México. La selección de estos lugares ha tenido que ver con la necesidad, como ha dicho César Verdú (batería), de empezar como todo empieza: desde abajo en un lugar donde no eran conocidos y donde, pese a que no eran ningunos amateurs, tenían que asumir que, como banda, recién comenzaban a darse a conocer y a formar su público. En su primera visita a México, a mediados de 2014, ofrecieron su primer show en el bar Caradura, un martes 3 de junio. Poco menos de un año después, en marzo de este 2015, volvieron con un repertorio más extenso y heterogéneo de lugares: un par de clubes en Metepec (sábado 21) y Tultitlán (viernes 27), en el Estado de México; la estación del metro Tacubaya (lunes 23), la Fonoteca Nacional (miércoles 25) y el Centro Cultural España (sábado 28), en el D.F.

Una constante en sus conciertos, como podrán atestiguar quienes han presenciado el show más de una ocasión, es el preludio: minutos tensados por la expectación de verlos en el escenario disponiendo y afinando los instrumentos, conectando aquel cable, comprobando una nota Todo ello como apropiación total de su quehacer, adecuando la experiencia musical con sus intenciones de sentido. La música no sólo es mensaje, sino también canal de transmisión: ocurre tanto en el instante perecedero del concierto, como en la inmortalidad de las canciones en el disco.

León Benavente en la ciudad de México.

León Benavente en la ciudad de México.

La sala del foro El Imperial es pequeña y tiene la decoración mitad contemporánea y mitad anticuada que distingue al bien o mal llamado estilo vintage. El escenario, resguardado por un telón de terciopelo rojo, está en una de las esquinas y queda reflejado en un espejo rectangular que se encuentra en uno de sus costados. Desde las nueve de la noche comenzó a llegar la gente: mexicanos y españoles entre el público nos reunimos conectados por un mismo idioma y un mismo gusto musical. Para las diez y media, el lugar estaba casi lleno. Desafortunadamente, tanto para quienes acudían por primera vez al ritual —como era el caso de muchos, a juzgar por los comentarios que podían escucharse entre el tumulto— como para quienes prolongábamos el mito, el telón impidió experimentar el preludio del que hablamos antes. Sin embargo, quienes nos encontrábamos cerca de la entrada del recinto alcanzamos a ver, minutos previos al concierto, al bajista, Edu Baos, rodeado de amigos y fanáticos, concediendo algunas palabras e incluso algunos pasos de baile. También era posible atisbar, de espaldas, a César Verdú. Desde esos momentos previos, se podían escuchar los gritos de apoyo y la sempiterna porra del “oe, oe, oe, oe”, en este caso, rematada por “León, León…”

Así, el preámbulo de otras ocasiones fue factor sorpresa esa noche. Aproximadamente diez minutos antes de las once, sin más presentación, se abrió el telón y comenzó el concierto. Entre el público y los “leones” no había más barrera que los pocos centímetros de altura del templete; la gente estaba tan cerca como para sentir la vibración de la ropa ante el rugir. La fuerza en el escenario es presencia y León Benavente la tiene. Tema adicional es que habrá más de un@ que piense que ninguno de sus integrantes tiene mala pinta. En el pequeño escenario, cada uno ocupaba su lugar: en la única de sus esquinas —pues dos de sus laterales quedan descubiertos al público— estaba César Verdú, de negro, camisa de manga corta, sentado frente a su batería y al lado de una consola de audio; delante de él, a la derecha, Edu Baos, pantalón negro y camisa azul claro, portando el bajo y frente a un sintetizador; en la extrema izquierda, Luis Rodríguez, de negro y con su característica gorra, tomaba la guitarra; y, al frente, Abraham Boba, camisa blanca y saco negro, de pie ante el micrófono y el Farfisa.

El escenario de el foro El Imperial.

El escenario de el foro El Imperial.

La canción que inauguró el concierto fue “Revolución.” Le siguió “Década”, ese himno nostálgico que advierte que “Está muy claro que algo tiene que cambiar / O se irá todo a la mierda”. Abraham Boba, ante la luz blanca, canta ensimismado a la vez que conectado con su movimiento y con el público. Por cierto que, para ese momento, algunas de las fans, habiendo perdido ya todo tipo de inhibición, están lanzando en forma de gritos eufóricos toda clase de propuestas románticas al escenario. La banda, imperturbable o guardándose sus opiniones al respecto para sus adentros, sigue con “Las ruinas”. César Verdú se toma un tiempo entre canciones para revisar, en la consola de audio, que todo vaya bien: los gajes del oficio del baterista experto en sonido. Antes de que comience “Las hienas”, Edu y Luis alzan su cerveza para brindar con la audiencia, que después se estremece al escuchar los acordes de “El Rey Ricardo”, cruda confesión del poder encarnado en cinismo: “Voy a extralimitarme / en todas mis funciones. / Voy a desnudarte sin quitarte los tacones”.

El punto de inflexión de esta primera parte del concierto está marcada por una de las canciones del disco —junto con ”Muy fuerte” y “La palabra”— de tema desencantadamente amoroso: “Estado provisional”. Este tema es sin duda uno de los favoritos del público, uno de los que más fácilmente enganchan al disco y uno cuyas notas y rimas predicen con gran acierto la sobria intensidad de un estado emocional con el que todos nos identificamos. Al terminar esta canción, Abraham aprovechó para expresar el gusto que les da estar de nuevo en México, así como para agradecer al público su presencia.

Comenzó, entonces, la siguiente tanda de canciones: una tras otra, fuertes, irresistibles; ellos, invencibles, pero rendidos ante la música y ante nosotros. Entre intermitencias de azul y rojo es difícil fotografiar la energía siempre en movimiento de César. Edu, sumido en mareas de luces rojas, sonríe hacia las cámaras, hacia el público y hacia Luis, quien entre verdes oleadas y manchas moradas mira las cuerdas de su guitarra. Al mirarlos, piensas ¿qué miran cuando miran mientras tocan? “Vamos a ver si avanzan las negociaciones“, provoca Abraham, como presentación a la canción así titulada, a la cual le sigue “Europa ha muerto”, el cover que León Benavente hace de la banda asturiana Los Ilegales.
¿Alguien ha dicho ya que los conciertos son un acto verdaderamente carnal? En los conciertos, el cara a cara y el cuerpo a cuerpo son la nota principal. La relación que establece el rock entre los emisores y receptores del show tiene algo de vida, algo de muerte, algo de breve muerte… La experiencia auditiva se vuelve tangible a través de los instrumentos, de los movimientos, en un baile hipnotizante de notas y de cuerdas vocales que doblegan nuestros cinco sentidos. La temperatura sube. Nos entregamos al unísono, pues los cuatro músicos y el público son todos factores necesarios para la entrada a la dimensión músico-carnal. En su cuenta de Twitter, León Benavente anunció el show de esa noche con las siguientes palabras: «Hoy a sudar tod@s en @elimperialclub». Y así fue. Aquí el calor es algo bueno. “¡Parecemos una estufa!” es el acertado símil que Edu Baos usa para auto-definirse en el escenario. Nosotros, estamos en nuestro punto.

Abraham Boba, vocalista de León Benavente.

Abraham Boba, vocalista de León Benavente.

En medio de esa fiebre, si alguno quitaba la vista del escenario —lo cual era un reto difícil— y daba un vistazo hacia la parte posterior del recinto, hacia el público, podía reparar en la figura de Nacho Vegas, quien, en medio de la multitud, mezclándose entre ella, pero inevitablemente destacando, estaba de pie presenciando el show de León Benavente. Una escena así es casi un acto poético, especialmente para aquellos de nosotros para quienes “En el principio fue Vegas”.

El concierto alcanzó otro de sus puntos álgidos con “Ánimo, valiente”. Comienzan los acordes y la batería, y las resonancias del video de la canción al ver a César guiñar el ojo de la misma manera que en aquél. Alguna vez, él describió esta canción como el resumen de todo lo que te puedes encontrar dentro del disco: “es un canto o un grito de esperanza; es una canción que está describiendo una generación, un sentimiento de ver que el tiempo pasa, que las cosas no son como te las dibujaron y que, al final, no puedes decaer”. Las tres canciones siguientes no nos dejan recuperar el ritmo natural de nuestros pulmones: “Todos contra todos”, “La palabra” y, la que siempre cierra, “Ser brigada”. “La palabra” es una explosión total: desde el piso, de rodillas, Edu Baos desgarra el bajo; Luis deshace la guitarra, César rompe la batería y Abraham nos dispara con esa serie de preguntas irresolubles que, sin embargo, son nuestra vida misma: “¿Qué significa «a mí me duele más»?”.

Cuando esta canción acaba, ocurre algo que nos hace comprobar que el tiempo cíclico y ritual de los mitos, en pleno siglo XXI, sigue determinando nuestras vidas. Desde el micrófono, Abraham nos cuenta que hace casi dos años, cuando tocaron por primera vez en México, en el bar Caradura, justamente en este preciso punto del concierto, Edu quemó el amplificador del bajo ¡del mismo modo que acaba de ocurrir ahora! Este ánimo que rompe también probó su poder en el concierto que dieron el 8 octubre en el Centro Cultural España, en el marco de Sounds From Spain, cuando tuvieron que parar a la mitad de “Ánimo, valiente”, porque, como explicó Abraham: “nuestro batería le da tan fuerte que ha reventado el pedal del bombo”.

Edu Baos, bajista de León Benavente.

Edu Baos, bajista de León Benavente.

Tras las diligencias para solucionar este asunto, durante lo cual Edu fue ovacionado, comenzó “Ser brigada”. Hay actos que se repiten, pero que, en un concierto, siempre serán la “primera vez” de alguien. Así pasa con la tradición de que, a mitad de esta fantástica canción, se forme entre el público un círculo de slam al cual Abraham Boba baja para formar parte. Ocurre lo mismo con la variante lírica en la que Abraham cambia a la capital española por nuestra ciudad: “[…] crearon su propia sinfonía y su melodía / se escuchaba desde Lisboa a Perpignan / de la Coruña a Gibraltar / desde el D.F…”. El final de esta canción marca también el final del concierto. De vuelta los cuatro “leones” en el escenario, reciben sus últimos aplausos y ovaciones, antes de que el telón baje, ocultándolos. Los oídos de todos seguían palpitantes y expectantes: el silencio era extraño después de una hora de semejante fuerza musical.

León Benavente nos deja anhelantes frente a las posibilidades de lo venidero. Según ha dicho Abraham Boba, es debido al cuidado que quieren poner en la calidad de su sonido que no han adelantado canciones del nuevo álbum en los shows en vivo: “Es una especie de política que estamos siguiendo en el grupo. Quizá vaya un poco a contracorriente comercial […] Lo que buscamos es que no suceda eso de tocar una en vivo, que se grabe en un teléfono y la primera aproximación de la gente a ese tema sea con un sonido que no suele ser el mejor” (Reforma, 13/10/2015). Muchísimo se aprecian este tipo de gestos en los que la dilación expresa el cuidado profesional y apasionado por el trabajo propio que otros disfrutan. “Tú, que recorres los caminos con paciencia”. Esas canciones que aún no conocemos —tanto quienes ya hemos prestado oídos al rugir de los leones como quienes apenas están por descubrirlos— quedan como promesas silenciosas de lo que nos queda por escuchar.

Todas las fotos aquí.

El trayecto musical de León Benavente pasa por México

Publicado en Arcus.

León Benavente en la ciudad de México. | Mariana L. Durand

En junio de 2014, la banda española de rock León Benavente se presentó por primera vez en México. Ahora los recibimos por tercera ocasión en el D.F., con motivo de sus presentaciones en el Centro Cultural España (8 de octubre) y en el foro El Imperial (14 de octubre). Dos de sus integrantes, César Verdú (batería) y Luis Rodríguez (guitarra), nos hablaron sobre esta breve gira y los proyectos venideros de la banda.

(Denisse Gotlib, Mariana L. Durand, Grecia Monroy.) León Benavente es un nombre particular: podría ser, como lo es, un trayecto geográfico, pero además es el nombre de una banda que, desde 2014, ha reavivado la escena del rock en español con un disco extraordinario que, por cierto, lleva como nombre también León Benavente. Las 14 canciones del disco —en su edición especial para México— llevan nuestra época en cada uno de sus notas y letras, al mismo tiempo que dan cuenta de la madurez musical de cada uno de sus integrantes: Abraham Boba (voz), Eduardo Baos (bajo), Luis Rodríguez (guitarra) y César Verdú (batería).

El origen de la banda es conocido ya por muchos y se resume, como nos cuenta César (CV), en una coincidencia vital y musical:
CV: León Benavente somos cuatro personas que venimos de grupos anteriores, en España, con carreras relativamente largas y que en un momento determinado, gracias a trabajar con Nacho Vegas, decidimos juntarnos a hacer canciones.

Por otro lado, el origen del nombre de la banda tiene ya el aura misteriosa de la leyenda, pues hay al menos dos versiones posibles al respecto, según nos explicó Luis (LR):
LR: En el nombre de León Benavente hay un poco de misterio y no vamos a ser nosotros quienes demos demasiadas pistas al respecto… En el norte de España, hay dos pueblos que se llaman León y Benavente; éste es un tramo de carretera que los del norte de España que migramos a Madrid —porque en el norte hay más crisis, no hay oportunidades— tenemos que tomar. Entonces, nos pareció una cosa sugerente. Hace referencia a un tramo entre dos poblaciones, pero también tiene un nombre como de cantante de ranchera o algo así. Sin embargo, también corre la leyenda de que yo tuve un accidente con el coche en ese tramo de León-Benavente y que de ahí fue donde surgió la idea. Pero bueno, yo les pongo las dos vertientes que hay y no voy a desvelar más.

César Verdú (batería) y Luis Rodríguez (guitarra) de León Benavente, en la ciudad de México | Mariana L. Durand

Al respecto de su visita de esta ocasión, César nos cuenta qué planes tienen:
CV: Venimos a una misión comercial con Sounds from Spain, una plataforma que trata de juntar a varios grupos españoles y hacer un showcase en el Centro Cultural España (CCE); esto es el jueves 8. El miércoles 14 estaremos en El Imperial haciendo un show completo. Además, también queríamos grabar una canción en un estudio en México.

Justamente, esto último nos da pie a platicar sobre el nuevo disco, proyecto que en su última visita ya nos habían anunciado y del que, ahora, nos hablaron un poco más: ¿cómo ha sido el proceso de grabación del disco en medio de una agenda saturada de presentaciones, tanto como León Benavente como con Nacho Vegas?
LR: Llegamos ayer [a México] y veníamos directamente de nuestro campamento base o cuartel general, porque a partir del 1 de noviembre entramos a grabar el disco. Ésta fue una pequeña visita con esto de Sounds from Spain; además, vendrá Nacho [Vegas] también, así que aprovechamos para venir. Pero es inminente: el disco estará grabado a finales del mes que viene. Sobre las fechas de salida, nos gusta ir poco a poco y, de momento, tenemos la grabación. Ya veremos luego.
CV: Sí; en principio, la fecha sería para primavera, una cosa así.
LR: Y la idea sería también venir aquí con el nuevo disco, claro.

Sobre qué esperar de este nuevo disco, nos comentan:
LR: Bueno, hay que tener en cuenta que, cuando grabamos el primer disco, éramos cuatro personas que nos conocíamos de trabajar juntos, pero no como banda. Hicimos el primer disco bajo esas circunstancias. Ahora somos cuatro personas que llevan dos años largos girando juntos: inevitablemente algo novedoso va a haber. Tampoco te sabría decir qué es, pero nuestra relación ya es distinta; la forma en la que nos compenetramos es distinta, precisamente porque llevamos mucho tiempo juntos. Yo creo que en este nuevo disco mantenemos lo que teníamos pensado: canciones directas, honestas y, sobre todo, canciones que nos muevan y nos gusten.

“Yo creo que en este nuevo disco mantenemos lo que teníamos pensado: canciones directas, honestas.” | Foto: Mariana L. Durand

Los que ya conocemos y disfrutamos de la música de León Benavente, esperamos con ansisas este segundo disco. Pero, mientras tanto, queda mucho que ver. Por ahora, las presentaciones que tendrán el 8 y el 14 de octubre en el Centro Cultural España y el foro El Imperial, respectivamente.

Y, para los que no han escuchado aún su primer disco homónimo (disponible tanto en versión física como en iTunes, Spotify y Deezer), les decimos que hay 14 canciones aguardándolos que les devolverán, si es que las habían perdido, las esperanzas en el rock de nuestros tiempos. Para terminar la entrevista, les pedimos a César y a Luis que nos dijeran con qué canción cerrarían este año 2015: “«Ser brigada»”, dijo César, “pues es con la que cerramos los conciertos y está bien para cerrar el año”. Luis, por su parte, respondió: “Yo haría «Década»; siempre tuve algo especial por «Década».” Así pues, ya tienen por dónde empezar con León Benavente. Ánimo, valientes.