Recordando a Leopoldo María Panero: a más de 10 años de la audacia de musicalizar sus poemas

Publicado en Acordes Modernos.

Leopoldo María Panero, de joven.

Leopoldo María Panero, de joven.

(Grecia Monroy.) La tarde del pasado viernes, el recinto El Círculo Teatral en la Ciudad de México, se convirtió en el espacio para la evocación de un personaje de misterio y atracción inagotable: el poeta español Leopoldo María Panero, quien es conocido tanto por sus versos densos de decadencia como por su historia de vida, marcada especialmente por haber pasado sus últimos años en un hospital psiquiátrico.

La evocación se hizo a propósito de que, hace poco más de 10 años, los versos de Panero cruzaron no sólo el umbral de su supuesta locura, sino también el de la palabra escrita, pues tomaron cuerpo en las voces de dos rockeros, un periodista y un cineasta: Carlos Ann, Enrique Bunbury, Bruno Galindo y José María Ponce. Fue Carlos Ann quien, en 2004, pudo concretar la iniciativa —que le había nacido desde 2001— de este proyecto y quien estuvo presente, en esta ocasión, en la remembranza del mismo.

Ann compartió mesa con José Luis Paredes Pacho, director del Museo Universitario del Chopo y quien, en 2006, estaba a cargo de la plataforma “Poesía en voz alta”, la cual fue el espacio para la presentación en México del mencionado proyecto poético-musical de Ann. También estuvo en la mesa el poeta y periodista Carlos Martínez Rentería. Al tomar la palabra, el rockero español, quien al día siguiente ofrecería un concierto en el marco del festival Puente Elástico, narró cómo su fascinación por la obra y figura de Panero dio pie a la grabación de un CD doble con 30 canciones en total, así como a un concierto en Barcelona que fue reproducido luego en DVD. Físicamente, estos materiales son joyas raras y, a estas alturas, inconseguibles; más aún en territorio mexicano. De ahí que la proyección por entero del concierto, que siguió a la mesa de presentación, resultara una estimulante novedad para muchos de los ahí presentes.

Paredes Pacho, la moderadora, Ann y Martínez Rentería, el pasado viernes 11. | Grecia Monroy

Paredes Pacho, la moderadora, Ann y Martínez Rentería, el pasado viernes 11. | Grecia Monroy

Pensar retrospectivamente un proyecto como el emprendido por Carlos Ann permite colocar una vez más sobre la mesa el tema de las relaciones entre la música y la literatura que, aunque podría parecer una cuestión superada, ofrece aún mucho para reflexionar y experimentar, pues no hay un único modo en el que estos dos campos artísticos interactúan. Ann señaló esto a propósito de que, cuando tuvo la idea de musicalizar los poemas, quería alejarse de ciertos modelos tradicionales: “en España, cuando se había adaptado algún poema a música, se hacía con un estilo como de cantautor. No me atraía eso para nada; me parecía fuera de la época. Quise hacer algo más electrónico, pero también con instrumentos orgánicos. Quería que la música no tuviera estructuras claras, sino que la estructura la llevara la palabra de Panero y que lo otro se fuera adaptando; como si fuera más flexible la música que la palabra. La palabra me parecía estática y la música tenía que ser muy adaptable, muy flexible.”

Por cierto que Ann llevó también esta experimentación musical, esta vez acompañado de Mariona Aupí, a los terrenos de otro poeta: el argentino Juan Gelman. De eso salió también un disco, el cual fue grabado en México. Para Ann, lo único más alucinante que la obra de Gelman, es la persona de Gelman en sí, a quien tuvo la suerte de conocer y gracias a quien, además de Panero, el cantante puede decir que: “tuve la suerte de estar con dos de los grandes de la poesía de los últimos años.”

Carlos Ann, Juan Gelman y Mariona Aupí.

Carlos Ann, Juan Gelman y Mariona Aupí.

Volviendo a Panero, Ann recordó que, cuando el disco salió a la venta, no gustó a nadie. Panero resultaba una figura incómoda para todos: para izquierdas y derechas por igual. Como ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad —y como apasionadamente lo registró Raymond Queneau en su ya clásico libro En los confines de las tinieblas. Los locos literarios— la locura muchas veces ha sido una categoría clínica encubierta que se ha usado, con fines historiográficos y políticos, para marginar lo que no encaja en cierto modelo establecido. Ann considera que esto ocurrió con Panero quien, en su opinión, no estaba loco, sino que solamente era una persona incómoda. El rockero cree que el poeta tuvo claro, desde muy joven, el personaje que quiso ser y, en ese sentido, se destruyó victoriosamente.

El proyecto de Carlos Ann con Leopoldo María Panero fue artístico y musical, pero también vital. Por ello, fue a la vez un camino maravilloso y destructivo, tanto durante su realización como después: “al acabar el disco, me tuve que desintoxicar de la obra de Panero y tardé mucho tiempo. Luego, tuve la resaca: no podía escuchar nada de él. Después, con la distancia adecuada, que es el mejor de los aliados cuando acabas una obra artística, le pillé mucho cariño y la relación fue muy bonita, hasta el final de sus días.”

Leopoldo María Panero y Carlos Ann. | Escena del documental Un día con Panero

Leopoldo María Panero y Carlos Ann. | Escena del documental Un día con Panero

Enmarcada en las palabras retrospectivas de Carlos Ann, la proyección del concierto en el que se presentaron las versiones musicalizadas de los poemas de Panero, así como del breve documental del backstage, resultó bien situada. Así, se puede comprender mejor la relación, quizás inusual para nosotros, de ver a los ídolos frente a otro ídolo: el respeto y la irresistible atracción que Bunbury, Ann, Galindo y Ponce parecían sentir por Panero, lo cual se ve en la intensidad con la que enunciaron sus textos ante el micrófono, así como en la manera en que interactuaban con él. Asimismo, resulta evidente que el concierto tenía que ser como fue y no de otra manera: en un recinto donde las butacas fueron sustituidas por colchones y sillones para que las personas pudieran estar cómodamente acostadas, degustando manjares, bebiendo y fumando mientras escuchaban poemas sobre la muerte de Dios, el sexo, las drogas, el acto poético, las monjas ateas, el rock and roll El escenario también era particular: los cuatro participantes estaban sentados alrededor de una pequeña mesa, poniéndose alternativamente de pie para pasar el micrófono; en la mesa, estaban acompañados por el mismo Panero, quien también tomó el micrófono para recitar sus propios textos.

Leopoldo María Panero, Carlos Ann y Enrique Bunbury. | Escena del documental Un día con Panero

Leopoldo María Panero, Carlos Ann y Enrique Bunbury. | Escena del documental Un día con Panero

Esta mirada retrospectiva del proceso de musicalización, desde la escena musical del rock, de los textos de Leopoldo María Panero resultó inspiradora por si alguna vez hemos llegado a pensar la torpeza de que la literatura o la música están agotadas: jamás lo estarán mientras haya diálogo entre ellas y personas que se atrevan a experimentarlo. Hay mucho por hacer y muchos poetas nuestros a los que leer. Hay que conocerlos, pero también buscar nuevos modos de leerlos y de decirlos porque, como nos dejó dicho el mismo Panero, en un verso infinitamente recíproco y reversible: «Lo que soy yo sólo lo sabe el verso que va a morir en tus labios.»

Christina Rosenvinge: “No hay que esconder la dulzura, es una parte que te hace más fuerte”

Publicado en Acordes Modernos.

Christina Rosenvinge en el Foro Indie Rocks. | Miguel Angel Huicochea/ContraCultura

Christina Rosenvinge en el Foro Indie Rocks. | Miguel Angel Huicochea/ContraCultura

(Grecia Monroy.) La semana pasada, la madrileña Christina Rosenvinge estuvo en la Ciudad de México, tras una ausencia de los escenarios de este país de casi seis años. Con actividades que incluyeron dos conciertos, firma de autógrafos e incluso la presentación de un libro que es una especie de biografía-musical-periodística, la cantautora madrileña saldó más que bien la deuda que tenía con sus seguidores mexicanos. En este contexto, tuvimos la oportunidad de platicar con ella, así como de presenciar los dos conciertos que ofreció: el primero en el Foro Indie Rocks (5 de marzo); el segundo en el Centro Cultural España (8 de marzo).

Ambos shows fueron estupendos y muy similares en cuanto al repertorio. El primero de ellos nos dio pretexto para conversar con Christina sobre cómo se sintió al tocar con una banda rock completa en el escenario, a diferencia de otros momentos en los que sólo ha estado presente ella y su guitarra. Nos dijo: “ha sido una cosa muy buena porque, después del último disco, hice una gira mucho más intimista donde toqué con una especie de trío acústico con chelo y con otro guitarrista. Cuando acabé, me di cuenta de que echaba mucho de menos tener una banda de rock otra vez, así que empecé a escribir canciones para sonar furiosa y conseguir subir el nivel de energía en el escenario. Es muy estimulante y muy rejuvenecedor hacer esto.” Para los que estuvimos en el concierto, también fue sumamente estimulante escuchar las nuevas y viejas canciones con arreglos novedosos en los que la guitarra eléctrica tenía un lugar principal.

El Foro Indie Rocks estuvo repleto y entre el público pudimos ver al mismo Carlos Ann, quien también está de visita en México para presentarse en el festival Puente Elástico. El encargado de abrir el concierto fue Amaro Ferreiro, quien presentó varias canciones —“Experto en tropezar” y “Trueno y relámpago”, entre otras— de lo que será su próximo álbum, Biólogo, y quien también deleitó al público al invitar al escenario a su hermano, Iván Ferreiro, para interpretar un par de clásicos —“S.P.N.B” y “Turnedo”— que fueron coreados ampliamente por el público.

Amaro Ferreiro abriendo el concierto de Christina Rosenvinge. | Miguel Angel Huicochea/ContraCultura

Amaro Ferreiro abriendo el concierto de Christina Rosenvinge. | Miguel Angel Huicochea/ContraCultura

Poco después de que los Ferreiro se despidieran, salieron los tres jóvenes músicos que acompañan a Christina Rosenvinge en el escenario y, finalmente, salió ella misma: sonriente, con su característica rubia cabellera al aire, vestida de negro y armada con una guitarra eléctrica. Sonó la introducción musical de la advertencia que es “Alguien tendrá la culpa”, gran canción de Lo nuestro, su último disco y el cual estaba presentando en esta ocasión. Éste sería el inicio del recorrido que pasaría, en total, por 22 canciones básicamente de sus tres últimos discos: Tu labio superior (2008), La joven Dolores (2011) y Lo nuestro (2015). Esta trilogía colmó al show de intensidad e hizo oscilar al público por diversos estados de ánimo: desde la trágico-cómica “Anoche (el puñal y la memoria)”, pasando por la hermosa, clásica y muy coreada “Canción del Eco”, hasta la metafóricamente reivindicadora “La tejedora”. Si tuviéramos que señalar una de las muchas cualidades de la música de Christina Rosenvinge, diríamos que es la variedad lírica de las canciones: en un mismo disco encontramos muchos temas tratados y ella puede moverse con facilidad de un tono poético amoroso en el que confiesa que “Tu boca es mi perdición”, a un tono narrativo donde habla de la vida de Nikola Tesla, como ocurre en “Pobre Nicolás.”

Otra cualidad atractiva, sin duda, es la relación entre la música y la letra, en la cual no hay siempre correspondencia unívoca, sino un juego que, ella nos comenta, es un poco como lo que sucede en el buen arte de la cocina: “si estuviéramos hablando de cocina, te diría que es que cuando juntas ingredientes tienes que buscar extremos. La música o el arte se fabrican de la misma manera. No puedes poner todo en el mismo lado de la balanza porque, entonces, pierdes el equilibrio. Busco la oscuridad en el sonido de la música porque para mí es una manera de transmitir esa vitalidad telúrica que tiene la tierra. Mis letras son muy líricas, tienen palabras de un lenguaje muy poético; utilizan muchas metáforas, a veces, metáforas que hablan de rosas, de la naturaleza, de mariposas… Entonces, mezclo mariposas con muerte y lo que transmite, al final de todo, es pasión; una especie de deseo por la vida.” El humor es otro de los ingredientes que ella añade a sus composiciones, el cual, además de a una cuestión de estilo, responde a una postura vital: “mi familia es danesa, del norte de Europa, y ahí la gente se toma todo más a pecho. Y si hay algo que he aprendido del espíritu de los latinos, y que he absorbido, es que lo más terrible, lo más trágico de la vida, se puede asimilar gracias al humor. Nunca se debe perder el humor ni el humor respecto a uno mismo. Tienes que ser consciente de que tienes momentos ridículos, de tu debilidad y tienes que tener la capacidad de reírte de ti mismo. Si no la vida es invivible, realmente.”

Christina Rosenvinge ofreció un gran concierto. | Miguel Angel Huicochea/ContraCultura

Christina Rosenvinge ofreció un gran concierto. | Miguel Angel Huicochea/ContraCultura

Uno de los puntos más intensos y enérgicos del concierto lo ocuparon dos de las canciones más representativas de Lo nuestro: “La muy puta” y “La tejedora”. Cada una de estas canciones, a su modo particular, están inevitablemente situadas en algo que podríamos llamar un modo de ser mujer. Para quienes crean que estamos por defender algún lugar común sobre la reivindicación de la música hecha por mujeres, se equivocan. Estas dos canciones son, simplemente, dos expresiones contundentes y muy bien logradas de lo que el talento musical y un bien y creativamente asumido lugar de enunciación pueden lograr. Al cantar “La muy puta”, Christina encarna al desafiante personaje en el escenario: ella va a llegar tarde a su propio funeral. Según explica antes de dar inicio a la canción, esta pieza está basada en una teoría suya sobre la impuntualidad como acumulación de tiempo y de vida. “Quizás así no mueras nunca”, aventura. La canción habla de la vida a través de la muerte y lo hace mediante un riff al más estilo rock. “La tejedora” tiene también una letra vital, aunque menos narrativa y mucho más poética, metafórica e, incluso, críptica; la música y la forma en que Rosenvinge suelta la voz se acerca más a esa “fuerza telúrica” de la que nos habló, así como a un impulso primitivo expresado en los ritmos de la batería y el canto fuerte, cercano por momentos al alarido.

Christina Rosenvinge en su visita a la Ciudad de México. | Grecia Monroy

Christina Rosenvinge en su visita a la Ciudad de México. | Grecia Monroy

Inmediatamente después de estas canciones, Christina nos lleva a otro momento del concierto, marcado por el tono amoroso: ya sea nostálgico, como en “Animales vertebrados”, o sugerentemente erótico, como en “Negro cinturón”. Esto es muestra de algo que Christina cree y pone en práctica como parte de la reivindicación de lo que significa ser mujer: “cuando las mujeres reivindicamos nuestro valor, también tenemos que reivindicarnos desde los aspectos más puramente femeninos. Es decir, tener una voz fina, un físico delicado o dominar lenguajes femeninos, como es la costura, no quiere decir que tu espíritu no sea fiero. Creo que no hay que esconder la dulzura; es una parte que te hace más fuerte, no más débil. Hay que exponer también todo esto. Lo que sí creo que hay que buscar es ser genuino.”

Este momento estaba ya cercano a marcar el cierre del show, pero Christina prolongó el final saliendo y volviendo al escenario al menos tres ocasiones. Ella dijo que podría estar toda la noche tocando para nosotros y seguramente nosotros podríamos haber amanecido envueltos en sus canciones, pero no fue eso lo que pasó. El concierto terminó, pero nos queda la promesa de un nuevo álbum del cual ella, según nos comentó, ha escrito ya algunas canciones. Nos queda además la lección, encarnada no sólo en sus canciones, sino en el modo mismo en el que ha llevado su carrera artística, de no pasar mucho rato justificando lo que queremos hacer, sino simplemente hacerlo: “los prejuicios están ahí y todos los sufrimos, pero creo que no tienes que estar en pie de guerra constantemente contra ellos, porque eso te impide hacer lo que realmente quieres. Si todo el rato estás en una postura feminista muy reivindicativa, siempre te estás peleando y, al final, no puedes hacer lo que realmente quieres hacer porque estás explicando todo el rato tu derecho a hacerlo. Mi posición es que te tienes que imponer sobre lo prejuicios. No hay que entretenerse en discutirlos: directamente hay que apartarlos e imponerse. Al final, la insistencia y el que des por hecho que tienes el derecho a hacerlo y ni siquiera lo reclames es lo que lo hace tuyo.”

Fragilidad y fortaleza en la voz de Christina Rosenvinge

Publicado en Cultura Colectiva.

(Denisse Gotlib y Grecia Monroy.) En estos tiempos en los que es fácil pasar mucho tiempo opinando sobre cómo creemos que debería ser el mundo, es tan sencillo como peligroso dejar de hacer lo que realmente queremos por pasar mucho tiempo explicando nuestro derecho a hacerlo. Olvidamos que, en ocasiones, el gesto de simplemente hacer algo es, al tiempo, una declaración de principios. Ésta es la clave para comprender la trayectoria musical de más de 30 años de Christina Rosenvinge.

Christina Rosenvinge en el Foro Indie Rocks. | Miguel Angel Huicochea/ContraCultura

Christina Rosenvinge en el Foro Indie Rocks. | Miguel Angel Huicochea/ContraCultura

Hace unos días, la cantautora danesa-española estuvo en la capital de nuestro país, tras una ausencia de casi seis años, y pudimos verla en esplendor en el escenario, así como charlar con ella.

Rosenvinge ofreció dos conciertos: uno en el Foro Indie Rocks y otro, gratuito, en el Centro Cultural España, en el marco de un evento en conmemoración del Día de la Mujer. En ambos, el set-list estuvo marcado por las canciones de sus tres últimos discos —Tu labio superior, La joven Dolores y Lo nuestro—, muchas de ellas con nuevos arreglos.

El sábado 5 de marzo, en un Foro Indie Rocks repleto y con los ánimos ya caldeados por el breve recital con el que Amaro Ferreiro abrió el escenario, Christina Rosenvinge salió a través de las cortinas traseras del escenario, cumpliendo la promesa de su cita con el público mexicano, al mismo tiempo que entregándonos una premonición de lo que sucedería esa noche. Al mando siempre del micrófono y, alternativamente, de una guitarra eléctrica y un teclado, la cantante nos atrapó con su frágil fortaleza que seduce a la vez que impone. Su propuesta escénica y musical es, inevitablemente, también una propuesta femenina en este mundo del rock en el que lo más usual son las voces y los cuerpos masculinos. El último disco de Rosenvinge, Lo nuestro (2015), es una reivindicación perfecta del camino ecléctico que ha seguido su carrera: ha conocido muchos mundos y ha aprendido algo de todos. Este disco cierra la última de las trilogías en las que se ha organizado la obra discográfica de Christina Rosenvinge.

Tanto en el concierto del Indie Rocks como en el del Centro Cultural España, pudimos escuchar un estilo mucho más rockero y enérgico que en otros espectáculos en los que se había presentado en un formato acústico y sin banda. Para Christina, estar de gira con una banda completa “ha sido una cosa muy buena porque, después del último disco, hice una gira mucho más intimista donde toqué con una especie de trío acústico con chelo y con otro guitarrista. Cuando acabé, me di cuenta de que echaba mucho de menos tener una banda de rock otra vez, así que empecé a escribir canciones para sonar furiosa y conseguir subir el nivel de energía en el escenario. Es muy estimulante y muy rejuvenecedor hacer esto.”

Christina Rosenvinge ofreció un gran concierto. | Miguel Angel Huicochea/ContraCultura

Christina Rosenvinge ofreció un gran concierto. | Miguel Angel Huicochea/ContraCultura

Uno de los grandes retos consistió en encontrar a los músicos que la acompañarían en el escenario: “me costó mucho encontrar gente que tuviera las mismas referencias que yo. Al final, la clave estaba en buscar gente mucho más joven, porque la gente de mi generación es muy conservadora y tiene miedo a experimentar.” La elección que hizo fue excelente, pues los tres jóvenes que la acompañan —Emilio Saiz (guitarra), David T. Ginzo (bajo, teclados) y Juan Diego Gosálvez (batería)— logran un muy buena articulación con ella y un sonido cuidado y explosivo en los nuevos arreglos de algunas canciones.

Al parecer, México es un buen lugar para experimentar, puesto que, como han reiterado muchos otros artistas, Christina también percibe que la gente aquí suele ser más desinhibida: “es más fácil desatarse, no te da vergüenza ponerte emocional, porque la gente lo acompaña. Hay una desinhibición emocional muy liberadora.” Christina también reconoció que el público mexicano es muy exigente y crítico.

Christina Rosenvinge en su visita a la Ciudad de México. | Grecia Monroy

Christina Rosenvinge en su visita a la Ciudad de México. | Grecia Monroy

Esto nos lo comentó Christina días después del concierto, cuando nos reunimos con ella en el Valiant Pub de la Ciudad de México, el cual, unos minutos antes, había sido el escenario para la presentación del libro semi-biográfico Christina Rosenvinge. La historia a través de sus letras (México, 2016). Éste fue realizado por la seguidora mexicana de la madrileña, Aida Flores, quien lo preparó durante los últimos dos años a partir de múltiples entrevistas y notas de prensa, logrando un texto que, al mismo tiempo que muestra los cambios en la trayectoria de la cantautora, logra mantener una secuencia narrativa coherente que hace su lectura muy amena. El libro de Flores sigue la línea de la “crítica apasionada” que seguidores de otros músicos han hecho, como el trabajo de Maitena Aboitiz sobre Gustavo Cerati (Gustavo Cerati en primera persona, 2013) o el de Alejandro Parrilla sobre Tori Amos (Exit 75, 2014).

La presentación fue emotiva e íntima, pues dio espacio para la interacción de Christina con el público. Además, la charla entre Christina, Aida Flores y el periodista musical Ricardo Bravo, fue muy ilustrativa tanto al respecto del proceso de formación del libro como de la trayectoria de la cantante. Durante esta charla, Christina señaló que, además de que es interesante poder verse a sí misma “reflejada” en sus propias palabras, el trabajo de Aida le parece muy valioso por mostrar cómo va cambiando lo que uno dice de sí mismo en diferentes entrevistas. En ese sentido, la entrevista le parece una especie de género literario que no refleja exclusiva ni nítidamente al entrevistado, sino que es una combinación entre lo que éste dice, la visión del periodista, la intención de los medios que la publican, etc. Por ello, el ejercicio periodístico de Aida es una especie de “meta-entrevista” que permite dar cuenta de lo que va cambiando alrededor de las entrevistas.

Christina Rosenvinge, Ricardo Bravo y Aida Flores en la presentación del libro. | Grecia Monroy

Christina Rosenvinge, Ricardo Bravo y Aida Flores en la presentación del libro. | Grecia Monroy

Al escuchar lo que se dijo en la presentación, así como al hojear el libro, se hace más claro que el lugar común de la “transición” por la que pasó Christina de ser una artista “pop” dentro de un circuito de música “comercial” —su etapa de Alex y Christina— a ser una cantautora ubicada más bien en el ámbito “alternativo”, es un poco simplista. Como ella misma señaló, para comprender su trayectoria musical es preciso considerar que abarca también la historia de una mujer a lo largo de 30 años; de manera que la experimentación, la contradicción, la simultaneidad, la duda y la certeza han estado presentes en todo momento. De ahí que, por ejemplo, su primera banda, a los 15 años, fuera ya un poco punk y rock, estilo que vemos fuertemente retomado en su último trabajo, y que desde la época de Alex y Christina ya componía letras con la semilla de un feminismo liberador que la acompaña hasta su último disco.

Por supuesto, el hecho de ser una mujer cantante no es sólo un tema para las canciones, sino también un lugar desde el cual éstas se hacen. Aunque Christina sabe que esto influye y que sería ingenuo pensar lo contrario, también cree que no hay que pasar demasiado rato justificándose: “los prejuicios están ahí y todos los sufrimos, pero creo que no tienes que estar en pie de guerra constantemente contra ellos, porque eso te impide hacer lo que realmente quieres. Si todo el rato estás en una postura feminista muy reivindicativa, siempre te estás peleando y, al final, no puedes hacer lo que realmente quieres hacer porque estás explicando todo el rato tu derecho a hacerlo. Mi posición es te tienes que imponer sobre lo prejuicios. No hay que entretenerse en discutirlos: directamente hay que apartarlos e imponerse. Al final, la insistencia y el que des por hecho que tienes el derecho a hacerlo y ni siquiera lo reclames es lo que lo hace tuyo.”

Además, Christina cree y pone en práctica otro punto fundamental para la reivindicación de lo que significa ser mujer: “cuando las mujeres reivindicamos nuestro valor, también tenemos que reivindicarnos desde los aspectos más puramente femeninos. Es decir, tener una voz fina, un físico delicado o dominar lenguajes femeninos, como es la costura, no quiere decir que tu espíritu no sea fiero. Creo que no hay que esconder la dulzura; es una parte que te hace más fuerte, no más débil. Hay que exponer también todo esto. Lo que sí creo que hay que buscar es ser genuino.”

Christina Rosenvinge en concierto. | Miguel Angel Huicochea/ContraCultura

Christina Rosenvinge en concierto. | Miguel Angel Huicochea/ContraCultura

La fragilidad y dulzura es algo que encontramos en su modo de cantar, pero también podemos escuchar una constante experimentación vocal en sus discos: “en Cerrado y, sobre todo, en Mi pequeño animal, cantaba mucho con un estilo rock más de escuela. Cuando empecé a escribir en inglés, empecé con lo de la palabra hablada, buscando un tono más intimista; para eso empecé a usar más la voz más susurrada. Ahora ha llegado un punto en el que alterno. La dramatización de la letra es muy importante, pues no sólo es la letra, es cómo la cantas. Tiene que transmitir a ratos fragilidad, a veces ira, a veces fortaleza y, al mismo tiempo, ser musical. Siempre me gusta tener un pie en la palabra hablada que, al fin y al cabo, es más literaria. Se trata de encontrar la manera de cantar y hablar al mismo tiempo y conseguir sonar muy personal, no como músico profesional, sino como una persona que se está rajando, de arriba a abajo. Eso es lo que pretendo y es lo más difícil de todo.”

Para Christina, la relación entre la música y letra no es siempre de correspondencia. A este respecto, nos ilustra con una curiosa y muy explicativa metáfora: “Si estuviéramos hablando de cocina, te diría que es que cuando juntas ingredientes tienes que buscar extremos. La música o el arte se fabrican de la misma manera. No puedes poner todo en el mismo lado de la balanza porque, entonces, pierdes el equilibrio. Busco la oscuridad en el sonido de la música porque para mí es una manera de transmitir esa vitalidad telúrica que tiene la tierra. Mis letras son muy líricas, tienen palabras de un lenguaje muy poético; utilizan muchas metáforas, a veces, metáforas que hablan de rosas, de la naturaleza, de mariposas… Entonces, quiero mezclar mariposas con muerte y lo que transmite, al final de todo, es pasión; una especie de deseo por la vida.” El humor es otro de los ingredientes que ella agrega a sus composiciones, el cual, además de a una cuestión de estilo, responde a una postura vital: “mi familia es danesa, del norte de Europa, y ahí la gente se toma todo más a pecho. Y si hay algo que he aprendido del espíritu de los latinos y que he absorbido es que lo más terrible, lo más trágico de la vida, se puede asimilar gracias al humor. Nunca se debe perder el humor ni el humor respecto a uno mismo. Tienes que ser consciente de que tienes momentos ridículos, de tu debilidad y tienes que tener la capacidad de reírte de ti mismo. Si no la vida es invivible, realmente.”

Según nos comentó, aunque aún sin muchos detalles, Christina se encuentra ya escribiendo los temas de su próximo trabajo, el cual tendrá una línea de continuidad con Lo nuestro, así como con la experiencia de sus últimos directos. Sin duda, la expectativa es grande para los que recién disfrutamos de la fuerza de Christina en el escenario y de la atracción poderosa de sus letras. No resta más que decir que esperamos que la próxima visita de la madrileña a nuestro país guarde la distancia adecuada con nuestros deseos de volver a verla y escucharla.

Michael Waldrep, “Riqueza y expansión urbana en la Ciudad de México” (traducción)

Original: Michael Waldrep, “Wealth and Sprawl in Mexico City” (publicado por Michael Waldrep en Fulbright-National Stories el 18 de febrero de 2015).

Traducción: Grecia Monroy Sánchez (7 de 17)
*Las fotos y vínculos incluidos aquí son los mismos que en la entrada original.

Riqueza y expansión urbana en la Ciudad de México

Como escribí desde antes de llegar aquí, yo crecí en las orillas de Los Angeles; podía andar en bicicleta por la colina para ir al parque y a la tienda de comics que estaba en el centro comercial y, con suficiente energía, podía andar por el cañón cercano y las colinas inhabitadas. No había podido recordar, en la ciudad, esa sensación de la naturaleza real y no manipulada hasta el fin de semana pasado. Ni aun viviendo en los márgenes de la Ciudad de México, en Cuautitlán, donde puedo encontrarme en tierras de cultivo en cuestión de minutos, lo había sentido. El vecindario era tan diferente de cualquier otro lugar en el que hubiera estado antes que no podía fácilmente sentirme cómodo sin más. Sin embargo, el sábado pasado, estando en una colina al oeste de la ciudad, con matorrales y robles encarando los cañones y las crestas de las zonas más ricas de la ciudad, me sentí como si estuviera en California.

Recientemente, pude hacer un paseo por las zonas de la suntuosa orilla oeste de la ciudad. Estas costosas casas unifamiliares, relucientes condominios y laderas frondosas no se parecen en nada a las calurosas y secas expansiones de casas producidas masivamente que hay en Cuautitlán; sin embargo, ambos sitios están a distancias similares del Zócalo y ambos forman parte del Estado de México.

A pesar de estar casi solo en una silenciosa calle de una remota esquina de la ciudad, me sentía seguro. De repente, eso me hizo sentir un poco culpable y avergonzado: los signos de la riqueza, las autopistas de peaje, los clubs campestres y las modernas casas me habían aquietado y hecho sentirme seguro.

La Torre Altus, actualmente el quinto edificio más alto de la ciudad, y otras casas de lujo en Bosques de las Lomas, Distrito Federal. Fotografía por Michael Waldrep. Da click para verla más grande.

La Torre Altus, actualmente el quinto edificio más alto de la ciudad, y otras casas de lujo en Bosques de las Lomas, Distrito Federal.
Fotografía por Michael Waldrep. Da click para verla más grande.

Todavía no sé qué tan seguro me debo sentir en cualquier zona de la ciudad. Sin embargo, puedo decir que pasar un día en los vecindarios de las colinas de la ciudad fue tranquilizante y familiar. Pasé un largo día tomando fotos y videos, que es casi lo que siempre hago, pero lo hice conduciendo sin prisa a través de verdes y curveados caminos, yendo a centros comerciales (fácilmente, hay al menos media docena en esta área) y estando cerca de la naturaleza. Después de tantas semanas vividas en la trama urbana de la ciudad, o incluso en los campos de cultivo de los suburbios del norte, este último aspecto fue muy sorprendente.

Casas construidas informalmente en Naucalpan, Estado de México. Fotografía por Michael Waldrep. Da click para verla más grande.

Casas construidas informalmente en Naucalpan, Estado de México.
Fotografía por Michael Waldrep. Da click para verla más grande.

Después de registrar unas vistas de las colinas inhabitadas al oscurecer, nos dirigimos de vuelta a la ciudad. En el camino de regreso, dimos con una de las caras del camino donde pude tomar esta fotografía de las casas de concreto en las colinas al norte de Bosque Real, un vecindario de elite anclado en un club campestre. Esto es Naucalpan, un ejemplo vívido del tercer paradigma de expansión urbana en la Ciudad de México: además de los exclusivos suburbios, con aires estadounidenses, de sitios como las colinas y bosques al oeste de la ciudad, y de las modestas y subsidiadas casas de Cuautitlán, hay una especie de crecimiento privado no planificado e informal. Estos vecindarios resultan alarmantes, especialmente para personas que vienen de lugares como Estados Unidos, donde esto es desconocido. Sin embargo, como espero demostrar mediante mi trabajo aquí en México, las familias que habitan estas casas están pasando por el mismo proceso que conduce a millones, ya sean ricos, pobres o clase media, a las orillas de la ciudad.

Entre libros y canciones: algunos intertextos en Nacho Vegas

Publicado en Acordes Modernos.

Entre libros y canciones un día pensé
que tal vez el tiempo se podría detener.

 

Nacho Vegas | Pablo Zamora

Nacho Vegas | Pablo Zamora

(Grecia Monroy y Denisse Gotlib.) No hay una fórmula única para la intertextualidad. ¿Cómo va a haberla si ya se murmura la posibilidad de que toda la historia de nuestra literatura (¡de nuestro pensamiento, incluso!) está fundamentada en este recurso. ¿No es la intertextualidad, al final de cuentas, una palabra más elegante para hablar de la conversación eterna que sostienen las palabras entre sí?

Lo que es interesante, claro, es indagar cómo ciertos personajes la asumen y ejercen. Éste es un tema que tiene mucho que ofrecer aterrizado en el terreno de las relaciones del rock con la literatura. A este respecto, hay casos más evidentes que otros; entre ellos, el de Nacho Vegas, quien más de una vez ha hablado explícitamente de las relaciones entre su música y los textos literarios.

Como algunos otros cantautores, Vegas ha dicho que no le quiere cargar mucho la mano a las influencias literarias en las canciones, porque el germen de la canción se puede encontrar también en una conversación o en cualquier otro lugar. Sin embargo, sus coincidencias literarias y artísticas —cinematográficas, musicales— lo colocan en un mapa de gustos e intereses al que podemos aproximarnos mediante la conversación colectiva que es la intertextualidad.

Así pues, aquí van algunas de las “coincidencias artísticas” que hemos encontrado en las canciones de Nacho Vegas. Muchas de éstas seguramente servirán más de recopilación que de descubrimiento, pero quizás haya alguna que otra sorpresa…

“La pena o la nada”
Esta canción del disco que Nacho Vegas grabó junto con Enrique Bunbury, El tiempo de las cerezas (2006), tiene una de las referencias más conocidas, en el verso de su estribillo: “Entre el dolor y la nada elegí el dolor.” Esa frase que Vegas repite y que Bunbury corea, hace eco, a su vez, de la última oración de un párrafo memorable de la novela Las palmeras salvajes (1934) de William Faulkner. Curiosamente, antes de Vegas, esta misma frase había sido reelaborada en la primer película de Jean-Luc Godard, Sin aliento (1960), en un diálogo en el que un cambio de elementos sintácticos sí que alteró el resultado: “Entre la pena y la nada, yo elijo… la nada”.

En esta misma canción se esconden otras dos referencias intertextuales, no literarias, también conocidas por muchos. Canta Vegas:

Y en tu mirada mojada
vi que rezabas por mi alma,
oh, señor…
Y te vi llorar, un río a cada lado
de tu rostro sin desmaquillar,
como la propia Katy Jurado,
con las nubes negras detrás,
como el negro escuchando a Van Zandt cantar
“Waitin’ around to die”, como Juana de Arco al arder,
como el santo a punto de perder la fe,
hoy te vi llorar.

La mención a Katy Jurado refiere a una escena de la película Pat Garrett & Billy the Kid, en la que el personaje que interpreta esta actriz mexicana, la esposa del sheriff Colin Baker, comienza a llorar desesperadamente, con un fondo de nubes grises, cuando se da cuenta de que a su esposo lo han herido de muerte en la balacera que acaba de acontecer. Como dato adicional: dicha película es famosa también por las canciones que Bob Dylan, quien también actúa, compuso para la misma, entre ellas, nada más y nada menos, “Knockin’ on heaven’s door”, la cual suena mientras Katy Jurado llora.

https://www.youtube.com/embed/3lxzcrWOmvg

La otra referencia, la del hombre negro escuchando a Van Zandt, es también audiovisual. Es sabido el cariño que Vegas siente por las canciones del mítico cantautor texano de folk y country. Sin embargo, en la canción citada, “Waitin’ around to die”, no hay ninguna referencia a un hombre negro que llora. Vegas se refiere más bien a un fragmento conmovedor del documental Heartworn Highway, de James Szalapski, en el que aparece Van Zandt cantando, acompañado de dos personas: una mujer y un hombre negro que, incapaz de contenerse al escuchar la poderosa canción, se suelta a llorar.

https://www.youtube.com/embed/KxPQfx6UWiA

“Autoayuda”

La rasposa y dolida “Autoayuda”, del Desaparezca aquí (2005), titulada así en tono irónico, bien puede tener todas las influencias del mundo… o ninguna: es decir, está en el cauce de cualquier obra que hable sobre el despecho y sobre el egoísmo de creer que “como nosotros no hay nadie”. Sin embargo, una influencia concreta podría ser, usted juzgará, la canción “Qué pena”, del milonguero y candombero uruguayo Alfredo Zitarrosa, que canta:

Dónde andarás
a quién odiarás,
[…]
Quién te querrá
pregunto quién serás
la que yo conocía,
no ha existido jamás.
[…]
Quién te querrá
pregunto quién serás
[…]
Qué pensarás
a quién le dirás
que conmigo podías
perdonarte y llorar.

La de Vegas dice, perpetuando estas preguntas indispensables del despecho:

¿Y adónde irás, qué es lo que harás, cuando no esté yo?
¿Quién por aquí que mire por ti cuando falte yo?
[…]
¿Y quién entre esos que ahora te adulan
y que hablan bien de ti,
quién permanecerá por aquí para verte caer?

“Baby Cat Face”

La canción “Baby Cat Face”, del EP Seis canciones desde el norte (2006), es, al parecer, una versión acústica de la novela del mismo nombre del escritor estadounidense Barry Gifford, la cual cuenta la historia de una mujer que lucha por sobrevivir en Nueva Orleans. La canción sustrae y condensa los momentos más importantes de la narración, de principio a fin.

Por cierto, Vegas comienza esta pieza aludiendo a otro famoso personaje femenino de su repertorio: “Ya conocéis a Miss Carrusel”, en referencia a su versión en español de “Fare thee well Miss Carousel”, del ya mencionado Townes Van Zandt.

“Me he perdido”, “Lole y Bolan (un amor teórico)”, “La magnitud de la tragedia” y otros guiños intertextuales con Christina Rosenvinge

Ahora, si se nos permite la libertad, queremos rematar este brevísimo recuento con algo que podríamos llamar intertextualidad del erotismo. Ya dijimos al principio que Vegas, como otros cantautores, encuentra la materia prima de una canción en cualquier lugar: desde los más mundanos a los más íntimos. Entre estos últimos, la interlocución proveniente del romance. Claro, esta intertextualidad es poco certera, del mismo modo que no es certera la flecha del erotismo; pueden ser ingenuas y excesivas las asociaciones de palabras, pero… ¿cómo negar que entre Nacho Vegas y Christina Rosenvinge, ambos excelentes cantautores, hay un evidente juego de ir y venir de palabras?

Uno de los más evidentes es aquel “Entonces hice «¡chas!» y aparecí a tu lado”, del tema “Me he perdido”, de su compartido disco Verano fatal (2007); este verso conversa con una Christina del pasado cantando, a finales de los ochentas, aún con su proyecto Alex y Christina, el tema “¡Chas! y aparezco a tu lado”. Otro más: la imagen metafórica y corporal de la campanilla. Nacho confiesa en “Lole y Bolan (un amor teórico)”, de El manifiesto desastre (2008): “O si te digo, amor, se pone mucho mejor cada vez que te oigo cantar, que hace tin tu campanilla: tin, tin, tin” y para Christina ese “tin” es delatador: “Y me enciendo como una cerilla / y hace tin mi campanilla / cuando me rozas con la hebilla / de tu negro cinturón.”

No sólo palabras, sino tópicos en común, es lo que encontramos entre “La magnitud de la tragedia” de Vegas y “No lloro por ti” de Rosenvinge. En ambos casos, los cantantes se niegan a llorar por lo que deben y prefieren hacerlo por cualquier otra causa perdida de este mundo cruel.

Dejamos para el final la menos comprobable y acaso mundana de estas coincidencias. Sin embargo, ¿no suele ser lo más cotidiano, lo más simple, los objetos más comunes, los que llegan a ser más simbólicos y detonadores de memoria y emoción? Por eso es que el melancólico verso de Christina en “Nadie como tú”: “Solo tengo un jersey que no querías / que me abraza aunque tú ya no lo hacías”, parece estar resonando en aquél, sospechosamente trágico, de Vegas en “Incendios”: “Ha refrescado esta noche / y me he puesto su famoso jersey, / me concentro en estos días / para ahuyentar los que vendrán después.” Y bueno, qué decir, de aquel jersey de Prada de Christina en “La distancia adecuada” sobre el que “la evidencia en gotas cae…”; mientras que Nacho, como novio bobo que dice ser, “presume de su jersey de Prada / que en realidad es de Miu Miu.”

Algo más de la estela de coincidencias literarias de Bunbury

Enrique Bunbury | Archivo

Publicado en Acordes Modernos.

 

(Grecia Monroy.) Hace unos meses, escribí aquí mismo para Acordes Modernos un texto que titulé “Bunbury y su estela de coincidencias literarias”. En él, hice un breve recuento de algunos intertextos que he encontrado entre las canciones de Enrique Bunbury y varias obras literarias. Fue un placer escribir ese texto, pero aún más recibir respuestas de varios lectores en las que me compartían las coincidencias que ellos, por su cuenta, habían encontrado.

Esos comentarios me dieron el pretexto perfecto para seguir escribiendo al respecto de la estela de coincidencias literarias de Bunbury. Así pues, este texto está basado en algunas (otras más quedan pendientes para futuros acercamientos) de las sugerencias de los lectores (en orden de aparición, con los nombres del perfil de Facebook con el que comentaron: Tatan SoCha FeteCua, Ulises Urquieta, Polo Piceer y Lestat Villalobos), las cuales me resultaron verdaderos y gozosos descubrimientos.

“PRISIONEROS”

En uno de los versos de esta canción de Palosanto resuena una frase que aparece en la novela Kafka en la orilla del escritor japonés Haruki Murakami, obviamente, en su traducción al español: “En el viaje: compañero / Y en la vida: compasión.” En la novela, a su vez, ese enunciado aparece como si se tratara de un refrán o de una frase común que se resiste a la memoria de una joven, durante su encuentro casual en un tren con el protagonista de la novela, Kafka Tamura. Ella le agradece a éste su compañía y amabilidad, diciéndole:

—Gracias. Ya lo dicen, ¿no? «En el viaje, un compañero» […]
—¿Y qué sigue?
—¿Qué sigue?
—Sí, detrás de: «En el viaje, un compañero». Había algo más, ¿verdad? […]
—« y en la vida, compasión» —digo yo.
—«En el viaje, un compañero, y en la vida, compasión» —repite ella a modo de confirmación.

“LA PRUEBA”

Personalmente, ésta fue la coincidencia más sorprendente, pues significó descubrir una canción de Bunbury que jamás había escuchado: “La prueba”. De la misma época que “Don y maldición” y “Encadenados”, “La prueba” fue de las primeras canciones que Enrique grabó para su proyecto de solista, estando aún de gira con los Héroes del Silencio. Con una letra que habla sobre los viajes del alma por misteriosos lugares, esta canción repite como estribillo un solo verso: “Esto prueba lo que te demuestra.” Esta frase tautológica proviene de una muy famosa obra literaria mexicana: Pedro Páramo de Juan Rulfo. Esta novela, situada en la vida rural del México posrevolucionario y en la que resulta complicado distinguir entre el mundo de los vivos y el de los muertos, tiene un episodio en el que uno de los personajes principales, Juan Preciado, conversa con una mujer, no sabemos si viva o muerta, quien le narra uno de sus sueños en los que intenta descifrar si ella tuvo un hijo o no. Su sueño fue así: estando en el cielo

uno de aquellos santos se me acercó y, sin decirme nada, hundió una de sus manos en mi estómago como si la hubiera hundido en un montón de cera. Al sacarla me enseñó algo así como una cáscara de nuez: «Esto prueba lo que te demuestra»”.

Con este tautológico gesto, la mujer concluye que nunca tuvo ningún hijo. Bunbury, ¿qué habrá comprobado?

“IRREMEDIABLEMENTE COTIDIANO”

Esto que vais a escuchar a continuación será una sucesión de coincidencias que volverán a hilar a Juan Rulfo con Enrique Bunbury, pero ahora mediante la aguja del antipoeta por definición: el chileno Nicanor Parra. Este autor tiene un peculiar libro llamado Discursos de sobremesa, que es una recopilación de algunos discursos, dispuestos en versos, que pronunció en diferentes eventos. El primero de estos textos, titulado “Mai mai peñi, discurso de Guadalajara” fue hecho para la ocasión en la que Parra recibió el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe “Juan Rulfo”, en noviembre de 1991, en Guadalajara, México. No es de extrañar que Parra inaugure este texto con unas palabras del mismo Rulfo, en su ensayo “México y los mexicanos”, a manera de epígrafe: “Nos salvamos juntos o nos hundimos separados”, sentencia que Bunbury reacomoda en “Irremediablemente cotidiano” del Hellville de luxe como “Nos salvaremos juntos / o nos hundiremos cada uno por su lado.”

Más adelante, en el título de uno de los poemas breves que forman parte del discurso, nos encontraremos otra frase familiar de esa misma canción: “No cometeré la torpeza” dice Parra como íncipit declaratorio y Bunbury enfatiza, al ritmo de su estribillo, “No volveré a cometer la torpeza.”

Y “DOSCIENTOS HUESOS Y UN COLLAR DE CALAVERAS”

Pero mientras el cantante no volverá “a cometer la torpeza de perder la cabeza por una promesa o algo peor,” el poeta no cometerá “la torpeza de ponerse a elogiar a Juan Rulfo” porque —y aquí viene nuestra última y fabulosa coincidencia de esta serie antipoética:

Sería como ponerse a regar el jardín
En un día de lluvia torrencial.

Esta preciosa argumentación metafórica es reelaborada en una de las canciones de tema amoroso más entrañables de Bunbury, “Doscientos huesos y un collar de calaveras”, como “Y tú regando mi jardín un día de lluvia torrencial.” Aunque también podríamos atribuir a estas palabras un origen más remoto como el de la larga tradición del agua, la lluvia y el jardín como símbolos del amor erótico y la fertilidad, resulta indudable que el camino por el que llegaron a nosotros fue el trazado por los juegos antipoéticos y laudatorios de Nicanor Parra hacia Juan Rulfo y de las reelaboraciones intertextuales de Enrique Bunbury en su Hellville de Luxe.

UNA MÁS DE “DOSCIENTOS HUESOS Y UN COLLAR DE CALAVERAS”

Para terminar, cerraremos la secuencia de coincidencias del Hellville también con un verso de “Doscientos huesos”, en el cual Bunbury parafrasea un fragmento de uno de los poemas más famosos de Charles Bukowski, publicado en 1992, un par de años antes de la muerte del autor: “Confesión”. En este poema, que tiene el tono dramático y angustioso de las últimas palabras de un moribundo, Bukowski dice:

[…]
no es mi muerte lo que
me preocupa, es mi esposa
abandonada con este
montón
de nada.
quiero
hacerle saber
sin embargo
que todas las noches
durmiendo
a su lado
incluso los más triviales
argumentos
fueron cosas
siempre espléndidas
[…]

Esta idea es parafraseada por Bunbury como “Y yo que he dormido a tu lado puedo afirmar / que hasta las pequeñas discusiones fueron contigo algo estupendo.”

Con esto cerramos esta nueva tanda de coincidencias literarias, agradeciendo una vez más la lectura y comentarios al texto que precedió a éste. Asimismo, reitero que las sugerencias que no incluí ahora quedan reservadas, al igual que otras que yo tengo guardadas por ahí, para próximos artículos. Es un gusto que el camino intertextual marcado por el movimiento musical de Bunbury —pues, al final de cuentas, eso es su estela de coincidencias— sea compartido por muchos de los que habitamos la conversación inagotable de la literatura.

Julio López y el cine salvadoreño: “Es imposible atravesar una guerra sin cometer errores”

Publicado en Cultura Colectiva con el título de “«La batalla del volcán» una lucha de la que no se habla en El Salvador”.

(Denisse Gotlib y Grecia Monroy.)

Julio López es un cineasta nacido en México, pero con raíces salvadoreñas y guatemaltecas. Su historia de vida está atravesada por lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo en estos tres países. Platicamos con él sobre el género desde el cual trabaja: el documental, y sobre cómo es hacer cine cuando los temas son la guerra civil, las desapariciones, la violencia, los movimientos sociales, sin olvidar la dignidad de las personas que pasan por esas experiencias.

Es temprano en Ciudad Universitaria. Por una hora nos apropiamos de la fuente del Centro Cultural Universitario que, con su rumor de agua, da la pauta para el ritmo de la conversación. Julio López es afable y generoso con sus respuestas. Parece ser un apasionado de la palabra y de su trabajo: hay mucho por decir y quiere aprovechar el tiempo al máximo. Al día siguiente tiene programado un viaje de mes y medio a El Salvador. El cineasta forma parte de una generación de jóvenes centroamericanos y mexicanos que están impulsando proyectos para conocer y repensar la historia de violencia, pero también de resistencia, por la que atraviesan sus países y la cual ellos viven de diferentes maneras.

El norte de Centroamérica y el sur de México, la zona de trabajo de Julio, comparten historias de lucha y de opresión. Algunos de los últimos episodios de violencia ocurrieron en la segunda mitad del siglo XX, cuando estallaron las guerras civiles en Guatemala (1960-1996), en El Salvador (1980-1992) y en Nicaragua (1979-1990); mientras que, aunque con sus diferencias específicas, pero con un trasfondo común, en México, en 1994, el EZLN se levantaba en armas. Tras los acuerdos de paz, cada país adoptó distintas y cambiantes políticas para tratar el tema de la guerra y de lo que había ocurrido en ella: algunas encaminadas hacia la memoria; otras, hacia la amnesia.

En los últimos meses, entre otros proyectos, Julio ha estado trabajando en la postproducción de su película La batalla del volcán, la cual aborda, a partir de testimonios de sobrevivientes, la llamada “Ofensiva hasta el tope”, iniciada a finales de 1989, durante la guerra civil salvadoreña. Para él, la elección del tema tiene que ver con la necesidad de traer a la discusión actual temas del siglo XX salvadoreño, el cual está, pese a su cercanía temporal, muy olvidado: las nuevas generaciones poco o nada saben sobre lo que sucedió y los productos culturales o académicos al respecto están lejos de ser suficientes. En esa búsqueda de preguntas y respuestas sobre la historia de la guerra, para el cineasta fue llamativa la batalla en la que, por única ocasión, la guerrilla, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), llegó a San Salvador, con el objetivo de derrocar al gobierno y al ejército.

Un rumor común sobre esta “Ofensiva hasta el tope” es que fue la batalla que “casi” gana el FMLN, lo que probablemente hubiera definido la guerra a su favor. Sin embargo, Julio, fiel a su deseo de hacer un análisis crítico de la historia, piensa que ése es uno de los asuntos a resolver. Sin embargo, lo que sí puede afirmar con certeza es que: “fue la mayor batalla militar jamás librada en suelos salvadoreños, la de más grandes dimensiones y la que definió la guerra. Lo que pasó fue que ni el ejército pudo derrotar a la guerrilla ni la guerrilla pudo derrotar al ejército. Cuando terminó eso y el campo de batalla que había sido la ciudad estaba devastado, fue que dijeron «bueno, vamos a negociar». Por eso, se convirtió en la batalla que definió la guerra y el siglo XX salvadoreño. Como parte del contexto mundial, fue la última batalla de la Guerra Fría.”

Julio López, cineasta.

Julio López, cineasta.

Julio López nació en México, en 1981. De padre guatemalteco y madre salvadoreña, su vida ha estado marcada por el ir y venir: su infancia la vivió en México; su adolescencia, en El Salvador. También ha pasado temporadas en Guatemala. En su etapa universitaria, regresó a México. Sin embargo, nunca estudió cine: “estudié Comunicación Política aquí en la UNAM. Empecé en esta cuestión del cine por la fotografía documental. La foto me llevó muy orgánicamente al video documental y ya del video documental empecé a hacer otro tipo de películas. Justo en ese tiempo, me regresé a El Salvador, y unos amigos acababan de fundar una productora. Entonces me junté con ellos y empezamos a producir. Pero, la verdad, fue muy inconsciente: nunca fue un plan.”

Sus primeros trabajos como fotodocumentalista los realizó en el 2006, en el DF: “Recuerdo que una de mis escuelas fue el plantón en Reforma encabezado por López Obrador. De hecho me publicaron en alguna revista fotos de aquella vez. Fueron mis primeras fotos publicadas.”

Trabajar desde el documental no fue algo premeditado, pero sí intuitivo: “la primera razón, hace varios años fue por practicidad y por recursos, porque  necesitas menos recursos para hacer un documental que para hacer una ficción. Lo otro es que siempre había una necesidad, un deseo muy grande de conocer otras realidades. Por eso empecé a hacer fotodocumental. Alguien me dijo una vez que la fotografía era el mejor pretexto para estar en cualquier lado. Y esa idea era cierta. Una manifestación social, la casa de un viejito, una fiesta, un concierto, todo era el centro para hacer fotos. Ése era un pretexto para estar en esas realidades y un proceso de aprendizaje. Al final el documental es el encuentro de tu persona con el otro, lo haces con el ánimo de conocer la vida de la otra persona o de exponer los problemas que está teniendo. Entonces, es un proceso de conocimiento que termina viéndose reflejado en la pantalla.”

Cuando uno empieza en la labor cinematográfica, tiene que hacer un poco de todo, pues es parte del proceso de formación independiente y autodidacta. Esto cambia con el tiempo, cuando los proyectos se van profesionalizando y especializando. Para Julio, sin embargo, lo anterior no significa pasar a grandes producciones, sino que prefiere los modelos de producción cinematográfica en los que los equipos de trabajo son pequeños: “normalmente, para hacer un documental somos cuatro personas. Yo siempre trato de hacerlo reducido porque me parece que hacer documentales es una experiencia de aprendizaje y de conocimiento que te cambia la vida. Me gusta compartir esto con grupos de amigos. El proceso de filmación es como una aventura de unos meses en la que nos embarcamos; lo hacemos de una forma muy compenetrada y con un equipo de mucha confianza. Porque, además, nos metemos en temas muy difíciles, ya sea por ver el sufrimiento, así en vivo y a todo color, o porque decimos cosas que a muchos sectores de la sociedad no les gustan. Tenemos que ser grupos muy sólidos.”

El equipo de ‘La batalla del volcán’ | Facebook.

El equipo de ‘La batalla del volcán’ | Facebook.

Así, en un grupo pequeño, ha sido también la filmación de La batalla del volcán. Si tuviéramos que resumirla en una frase, podríamos decir, siguiendo a Julio, que es una película que habla de la “Ofensiva” como pretexto para hablar de la guerra como pretexto para hablar de por qué no se ha hablado de la guerra. ¿Cómo es eso? Una de las dificultades para hacer un documental sobre un tema como éste es, justamente, la cuestión de hablar, de recordar y de expresar lo que ha estado en silencio durante mucho tiempo: “Es una parte fundamental de la película la reflexión sobre por qué no hemos hablado sobre lo que ocurrió”, dice Julio. Para él, la resistencia a hablar y a recordar responde a varios factores, todos con profundas raíces en la historia salvadoreña. “En El Salvador nunca se habló de la guerra. Una de las razones peculiares para esto es que la guerra se negoció y se firmó: no hubo vencedores, a diferencia de procesos muy claros con vencedores y perdedores, como en Nicaragua o en Guatemala, por ejemplo. A la hora de negociar la guerra, se generan unas ciertas condiciones donde lo mejor es decir «bueno, ya nos quedamos así y ya no le sigamos». Nunca hubo procesos de reparación emocional, física, material.” Hay también otras razones para optar por el silencio: “todos esos años nunca se habló porque todavía la gente estaba con miedo. Luego, el silencio fue por seguridad; no hablas por protegerte a ti, por proteger a tu familia, por proteger a tus compañeros. También está el dolor: no hablas porque no quieres recordar, porque es doloroso. Una última razón, que es de las más difíciles, es por vergüenza o por remordimiento. Es imposible atravesar una guerra sin cometer errores o sin haber visto atrocidades. Sobre todo la gente que hizo la guerra: los combatientes de cualquiera de los bandos —son un montón de bandos, no sólo fueron dos, fueron como diez—, todos cometieron errores, que costaron vidas y daños para toda la vida.”

Contar la verdad es quizás una meta inalcanzable, pero no por eso los intentos por hacerlo son vanos. Intentar mostrar otra parte de la verdad, en el caso de la guerra civil de El Salvador, responde, según nos cuenta Julio, a la necesidad de visibilizar un discurso más allá de la ideologización. Por ello, fue principio básico de La batalla en el volcán no hablar con “los de siempre”, con los que han construido las narrativas ideologizadas de la guerra, las cuales, muchas veces, sirven para intereses particulares. “Vamos a hablar con los de abajo: soldados, guerrilleros y civiles. Todos ellos tienen unas ganas enormes de hablar. Así como hay un abanico de razones por las que la gente no habló, también tenemos un montón de razones por las que la gente sí quiere hablar: primero, porque ya pasó suficiente tiempo; porque el gobierno de FMLN calmó mucho los ánimos de la izquierda; porque, como las víctimas civiles siguen sin recibir justicia, hablar es una forma de reparación. Una de las frases que más tenemos en la película es «yo nunca había hablado de eso». La película empieza diciendo «la ofensiva empezó tal día en esta esquina» y termina hablando de «yo tengo todos estos dolores.» Otra de las preguntas a todos los personajes fue: «¿cuál es tu dolor de la guerra?». Te vas metiendo en cosas que los marcaron para siempre. En El Salvador nunca se dio tiempo a entender la guerra como una tragedia humana. De hecho, se ha dicho tanto la palabra ‘guerra’, que hasta pierde sentido. Entonces, hay que señalar los errores, por lo menos para que pidan perdón, todos. No estoy hablando sólo de la fuerza armada: estoy hablando de los políticos y estoy hablando de la guerrilla también.”

Con el testimonio, viene el problema de su representación. ¿Cómo representar sin caer en un simplista discurso desesperanzador y pesimista? Para Julio López, la clave está en la dignidad que se transmite, directa o indirectamente, en el discurso, en la palabra y en los gestos: “Tienes que tener un buen ojo para encontrar qué personas te van a contar una realidad y que sean personas que te permitan mostrar la dignidad ante esas situaciones. Muchas veces eso no es tan consciente, pero las personas de una u otra forma están ahí haciéndole frente a ese horror o denunciándolo o tratando de solucionarlo y hay ahí un dejo de dignidad humana que te dice: «no todo está perdido», «no todo es desastroso», porque hay gente con dignidad. No lo tienes ni que decir ni que verbalizar explícitamente, sólo con oír las reflexiones de la gente, con ver sus acciones, sobresale mucho esa dignidad. En todas las películas que hemos hecho hasta el momento, aun trabajando con directores diferentes y en países diferentes, siempre sobresale esa dignidad humana que es, al fin y al cabo, la única que nos puede salvar.”

Julio López en plena filmación de ‘La batalla del volcán’ | Facebook.

Julio López en plena filmación de ‘La batalla del volcán’ | Facebook.

Aunque la dignidad es una característica en común, las circunstancias de producción y difusión del cine no son iguales en México que en otros países de Centroamérica. En México, para bien o para mal, hay una industria y tradición de cine arraigada, mientras que en Centroamérica el proceso de formación cinematográfico empezó recién a finales de los noventas, según nos cuenta Julio. Respecto a la distribución, en su experiencia, los festivales son un buen modo de difundir y legitimar el trabajo propio. Además, están las ventajas propias del tipo de cine que se produce en la región. “Las fortalezas que tienen nuestras películas son que hablan de cosas que nadie más habla. Creo que necesitamos hacer un nicho de cine centroamericano, que se empiece a entender ya el cine centroamericano como un cine más dentro de la cinematografía mundial. Ahorita estamos haciendo esfuerzos muy puntuales en cuestiones de distribución, en hacer películas de calidad y con un discurso bien estructurado. Eso tarde o temprano nos va a permitir entrar a todas las plataformas de distribución. No dudo que, de aquí a diez años, el cine centroamericano va a estar bien, va a ser muy saludable y va a estar bien establecido.”

Esto hay que pensarlo, además, en el contexto específico de El Salvador, de las políticas posteriores a la guerra y, especialmente, de los últimos dos gobierno del partido de izquierda del FMLN. Aunque, en opinión de Julio, se está desperdiciando una oportunidad histórica para crear una plataforma cultural en el país, este gobierno, a través del Ministerio de Economía, no a través de la Secretaría de Cultura, está financiando, por primera vez en la historia del país, proyectos de cine. “Todas las cinematografías del mundo han iniciado porque el Estado ha hecho una inversión muy grande para levantar una industria cinematográfica. Ahora que el Estado salvadoreño, por primera vez, ya en el siglo XXI, está dando dinero para hacer cine, pues son buenísimas noticias.”

Convocatoria para compartir testimonios para ‘La batalla del volcán’’ | Facebook.

Convocatoria para compartir testimonios para ‘La batalla del volcán’’ | Facebook.

Para terminar, Julio nos cuenta qué otros proyectos, además de La batalla del volcán, que probablemente esté lista para finales de este año, están en puerta: “vamos a estrenar en febrero, en Ambulante, El remolino. A partir del segundo semestre del año estrenaremos la película de Marcela Zamora, Los ofendidos, que recoge testimonios de tortura durante la guerra. Además, vamos a rodar dos películas este año: una nueva de Marcela Zamora en la que vamos a hacer el retrato de unos paramédicos voluntarios que tienen una base en el centro de San Salvador; otra de Marlene Santos, documentalista española radicada en El Salvador, que trata sobre una compañía de teatro compuesta por mujeres vendedoras del mercado; ésta se llama La cachada.”

Mientras estos proyectos salen a la luz, hay diferentes facetas del trabajo de Julio que ya podemos disfrutar, muchos de ellos disponibles en su perfil de Vimeo. Por ejemplo, su trabajo como productor en el documental El cuarto de los huesos, dirigido por Marcela Zamora; en El remolino, producido junto con Anaís Viñal y dirigido por Laura Herrera; así como el cortometraje dirigido por Tatiana Huezo, Ausencias. Como director, están los documentales La semilla y la piedra y Acaxual, además de los cortometrajes El videoforo, Veinte dólares y Plaza de cocos.

https://web-beta.archive.org/web/20161017002518if_/http://player.vimeo.com/video/117002929?title=0&byline=0

El Cuarto de los Huesos (Trailer) from Julio López Fernández on Vimeo.

“La Ribera”: segunda pista en el camino a lo nuevo de León Benavente

Publicado en Acordes Modernos.

Los cuatro de León Benavente detrás de cámaras. | Gustaff Choos

Los cuatro de León Benavente detrás de cámaras. | Gustaff Choos

(Grecia Monroy.) Escuchar o no escuchar los adelantos de un nuevo disco: ésa es la cuestión. Algunos impacientes lo encuentran muy grato; a otros no les cae tan en gracia que alguien más decida qué será lo primero que escucharán; otros más se romperán la cabeza preguntándose qué habrá guiado la elección de las canciones.

En lo que León Benavente ha ofrecido como adelantos de su nuevo disco, parece que la elección pretende dejar amplio margen a la especulación: “Tipo D” y “La Ribera” son dos temas muy distintos entre sí. Sobre “Tipo D” ya dijimos algo en su momento. Por su parte, “La Ribera”, dada a conocer hace poco menos de una semana, nos lleva de vuelta a la senda geográfica que León Benavente trazó desde su mismo nombre. El título de la canción podría referirse a la provincia salmantina o a la orilla de cualquier río. Viene mejor lo segundo, porque la orilla es un buen sitio para las preguntas y para las perspectivas; desde esa orilla, retratan un escenario al mismo tiempo social y de ensueño (o pesadilla), un poco a la manera de “La gran desilusión”, tema del primer disco. El bajo y la batería rock tienen presencia en toda la canción y hacen que el estribillo resulte muy convincente.

2, el nuevo disco de León Benavente que contendrá estos adelantos y siete temas más, saldrá a la venta el próximo 8 de abril.