Publicado en Acordes Modernos y en Cultura Colectiva (en este último con el título “El aterrizaje descomunal de León Benavente en México”.)
César Verdú, Luis Rodríguez, Edu Baos y Abraham Boba de León Benavente. | Fotografía: Mariana L. Durand
(Denisse Gotlib, Mariana L. Durand y Grecia Monroy.) Son las cuatro de la tarde en punto y cruzamos el camellón de Álvaro Obregón para llegar al lugar de la cita. Hace tres años, el grupo español León Benavente editó uno de los mejores discos del 2014, titulado León Benavente. Ahora nos vamos a encontrar para hablar de su nuevo disco, 2, liberado apenas el 8 de abril de este 2016. A pesar de que el año aún es joven, estamos seguras de que este nuevo conjunto de canciones se mantendrá como uno de los materiales más destacados cuando en diciembre escuchemos las doce campanadas.
No es casualidad que una de las primeras paradas de los españoles para promocionar su disco sea nuestra Ciudad de México. Desde que se unieron como León Benavente, han cruzado el Atlántico en cuatro ocasiones y parecen conocer bien el vértigo de llegar a nuestra ciudad-monstruo. Tanto así que el nuevo disco narra fragmentos de su última experiencia de viaje, en la canción “Habitación 615”: “Tras veinte horas de sol, vamos a aterrizar. / Desde el cielo el D.F es descomunal.”
Nuestra entrevista tiene, además, un segundo cometido: conocer un poco más de cada uno de los cuatro integrantes de la banda: César Verdú (batería), Edu Baos (bajo), Luis Rodríguez (guitarra) y Abraham Boba (voz y teclados). Muchos ya saben que el trayecto de León Benavente comenzó cuando los cuatro músicos, que se conocían por haber trabajado con Nacho Vegas, decidieron juntarse a hacer canciones: de ahí surgió su primer disco, a partir del cual hicieron una gira casi ininterrumpida de más de dos años. Sin embargo, antes de eso, cada uno estaba ya en la música: de diferentes modos y habiendo llegado por diferentes caminos.
César Verdú | Fotografía: Mariana L. Durand
César Verdú (Murcia, 1974) llegó a la música por el camino del rock de los años 50 y 60, y del punk de los Ramones, Sex Pistols y Dictators. En casa, su familia era más de música clásica y ópera. A los 15 años, cuando con algunos amigos formó una banda, más que elegir la batería, ese instrumento lo eligió a él. “Si me hubiera tocado la guitarra, a lo mejor sería guitarrista, no sé. Pero me quedé con la batería hasta el día de hoy.” Aún faltaba para que se encontrara con otro de sus talentos. “Con 16 años me metí a hacer la carrera de Imagen y Sonido, pero por aquel entonces en España no estaba muy sofisticado el tema de la ingeniería de sonido; aunque sí aprendí muchísima fotografía. Me di cuenta de que así no iba a aprender sonido y cuando tenía 18 años me metí a trabajar gratis a una empresa de sonido: cargando, descargando y montando. Así aprendí sobre sonido, a través de trabajar.” Claro que a la vez había que tener otros trabajos que sí pagaran y César tuvo uno de lo más extraño: “trabajaba desmontando cajas fuertes para bancos. Nos íbamos a un almacén donde las resguardábamos, las almacenábamos y las cambiábamos.” Mezclando, pues, lo técnico y lo musical, César ha participado en varios proyectos, entre los que destaca Schwarz, la banda con la que más tiempo ha estado y con la que hizo ocho discos y muchas giras por Europa. “Era un grupo de crowd rock bastante experimental; los conciertos eran muy instrumentales, con vocoder y con luces tipo Pink Floyd.”
Edu Baos | Fotografía: Mariana L. Durand
Edu Baos (Zaragoza, 1976) nos cuenta que “desde que sé lo que es trabajar, trabajo en la música”. Aunque en su casa no había realmente un ambiente muy musical, lo que sí había era una guitarra con la que Edu empezó a jugar. “Empecé a aprender poco a poco. Luego, tengo un amigo, que todavía conservo, con el que nos sacamos algunas canciones.” Después de eso, comenzaron las colaboraciones con distintos proyectos de la escena española y, especialmente, su participación en el grupo Tachenko.
A lo largo de sus carreras, tanto Verdú como Baos han alternado roles técnicos y creativos, por decirlo de algún modo, y esto ha sucedido también en León Benavente. Esto, como nos comenta César, “la verdad es una ventaja, porque no solamente estoy yo dentro del grupo como técnico de sonido, también está Edu. Esto ayuda bastante y te das cuenta de ello cuando ves a grupos que no tienen a esa persona que esté encima de una forma técnica y con el conocimiento para hacerlo. Te hace tener las cosas bastante claras, de cómo quieres la producción del próximo disco, de qué sonido buscas, de hacia dónde quieres tirar.” Para Edu, este manejo de ambos terrenos supone una forma particular de poder comunicarse: “cambia el lenguaje que utilizas. Cualquiera de los cuatro tiene su percepción musical. Lo único es que tenemos un poco más de lenguaje para poder transmitir lo que tenemos en la cabeza. Sí ayuda, pero tampoco es lo más difícil: lo más difícil es saber qué funciona en cada canción.”
Al escuchar a León Benavente, tanto en sus discos como en vivo, la perfección técnica es manifiesta y, de hecho, es una parte inseparable de lo que podría parecer más “creativo”: crear y hacer surgir la canción. Sin embargo, es cierto que esto es un proceso y tiene diferentes momentos. Aunque, según nos cuentan, en este nuevo disco —2— hubo más variedad en cuanto al modo de trabajo, pues algunas canciones las compusieron entre los cuatro y alguna incluso surgió en el estudio, este momento usualmente corre a cargo de Luis Rodríguez y Abraham Boba.
Luis Rodríguez | Fotografía: Mariana L. Durand
A Luis Rodríguez (Asturias, 1975) el gusto por la música, al igual que le pasó a sus compañeros, le llegó por algún encuentro fortuito que luego fue tomando forma en compañía de amigos: “imagino que fue una cuestión de empezar a escuchar música cuando era más joven y, a raíz de eso, empezar a interesarme por los sonidos de los discos que había ahí. Creo que algún amigo tenía una guitarra y fue donde me lancé a intentar a ver si podía hacer lo mismo.” Aun así, el sustrato asturiano, expresado en gestos maternos, constituye uno de sus primeros recuerdos musicales: “mi madre me cantaba cuando era muy pequeño; eran canciones tradicionales asturianas, una cosa que se llama añadas, algo parecido a una nana, una canción para dormir a los bebés.” Por cierto que, antes de dar el giro definitivo hacia la música, Luis tuvo una incursión profesional a la que no cree volver: “hice algo parecido a administración de empresas que, bueno, me quedan unas asignaturas para terminar y creo que no voy a terminar nunca.”
Abraham Boba | Fotografía: Mariana L. Durand
Abraham Boba (Galicia, 1975) desde chico tuvo gusto por cantar. “Mi primer recuerdo musical es estar de niño cantando canciones para los amigos de mis padres que me pedían que cantase. Me pagaban doscientas pesetas.” Ya de adolescente, empezó a tocar la batería también. Tras participar en algunos grupos e incluso grabar algún disco, cuando cumplió 22 años, pudo dar cauce a la que es su verdadera vocación: “me di cuenta de que quería estudiar música, estudiar solfeo, que necesitaba herramientas para componer canciones, que a mí es lo que siempre me ha gustado, más que ser músico. Empecé a tomar clases de piano y dos años después empecé solfeo, armonía, arreglos, todo eso. De ahí fue cuando empecé a utilizar el piano como instrumento del día al día.” Como suele ocurrir, la vocación siempre va mezclada con las circunstancias y Abraham Boba también tuvo varios trabajos más allá de la música: “hice un poco de todo. Trabajé en una revista cultural gratuita durante años, luego como camarero, haciendo politonos para móviles… Trabajos varios.”
Como sabemos, las letras de las canciones son tarea de Boba quien, también como muchos sabrán, tiene una carrera previa en solitario que nos ha dejado tres excelentes discos. ¿Cómo son sus momentos de composición? “Soy de la idea de Picasso, que la inspiración te tiene que coger trabajando. Yo soy de cuando sé que tengo que trabajar, le echo como si fuera un funcionario. Me pongo un horario de trabajo, de despertarme por la mañana, desayunar y sentarme al piano, aunque no tenga ninguna idea de nada. A raíz de ahí es como la mente va generando sus recursos para llegar a ideas que luego se pueden convertir en canciones.” Claro que eso no elimina el factor espontáneo que puede hacer que una canción provenga de cualquier lugar: “hay una canción de este disco, por ejemplo, que me dio pie a escribirla un amigo nuestro que es una persona muy vinculada a la música desde hace años; se llama Jesús Llorente. Un día que llegamos a Madrid nos lo encontramos, el hombre venía de no haber dormido nada y dijo «Llevo toda la vida errando». A mí me pareció una frase maravillosa, se me quedó ahí y la apunté. Meses después, haciendo la canción, dices «Ah, mira, esta frase» y va saliendo.”
Desde la última vez que estuvieron por aquí, nos habían advertido que, inevitablemente, el próximo disco alguna novedad tendría, pero que permanecería lo fundamental: canciones honestas que les satisficieran y gustaran. ¿Pero cómo fue meterse al estudio a grabar tras cerrar un largo periodo de gira? “Fue duro, muy duro, porque al final nos tiramos dos años y medio de una gira ininterrumpida, de muchísimos conciertos. Después de toda la paliza que llevábamos, tirarte tantos meses fuera de casa preparando el disco se hace un poco tedioso, aunque estés muy concentrado, pero te agota mucho”, comenta César. Luis rescata el hecho de que “estar estos tres años girando hace que eso se refleje en el disco, con canciones un poco más potentes, con un sabor más directo, porque nosotros ya nos entendemos mejor como músicos. Nuestras relaciones cambian y entonces creo que un poco de la experiencia adquirida durante esos años se cuela, se refleja en el nuevo disco.” Además, esta nueva experiencia tiene incluso una función retroactiva sobre las canciones del primer disco, según dice Abraham: “las canciones del primer disco se transformaron mucho en directo, se hicieron mucho más fieras y eso es algo que desde el principio está en estas nuevas canciones, que también ahora, cuando las toquemos en directo, posiblemente se acaben convirtiendo en otra cosa.”
Los seguidores de las bandas a veces oscilan en polos muy radicales en sus expectativas: o el disco anterior siempre es mejor o el “mejor” disco no ha llegado aún —¡ni nunca llegará! Cada quien lo asume a su modo, pero es un hecho que León Benavente cargó con cierta “presión” a la hora de hacer el segundo disco. “Sería un poco hipócrita decir que no hay presión —nos cuenta Luis—, sabíamos que iba a haber mucha gente pendiente de lo que íbamos a hacer en este disco y eso estaba ahí, pero no permitimos que eso condicionara la composición de estos temas.” César nos cuenta algo de la paradójica opinión de que un disco tan bueno como el primero pareciera, en vez de ofrecer la promesa de lo venidero, cancelar esa posibilidad: “en España nos sucedió muchas veces que la gente venía a nuestros conciertos y luego hablaba con nosotros; y nos reíamos de un comentario que era bastante repetitivo: «joder, ahora a ver qué disco váis a hacer, porque con lo que habéis hecho, lo tenéis muy difícil». Entonces, la verdad que no eran ánimos, era decirte «ni lo intentes». Pero, bueno, nosotros queríamos hacer un disco que englobase, por así decirlo, los tres años que llevamos como grupo.” Boba coincide con esto: “Lo único que pensamos fue en hacer un disco que nos gustase, que nos pareciese mejor que el primero.”
León Benavente en el D.F. | Fotografía: Mariana L. Durand
La verdad es que 2 ha sorprendido y encantado. Luis Rodríguez lo sitúa como “un disco muy variado, sin llegar a ser ecléctico, es un disco con varios matices”. La primera canción que hicieron para este segundo material fue “California” y, en parte, cree que “esa canción fue la que marcó un poco la línea, pero tampoco podemos decir que es un resumen.”
Uno de los elementos que más de una reseña crítica ha resaltado de 2 es su giro “electrónico”. Esto hay que matizarlo. Aunque es cierto que los sonidos de algunos instrumentos, como la batería, se oyen más sintéticos, no hay en realidad algo “artificial”, porque todos son tocados por ellos. Explica Verdú: “a nivel técnico en este disco, una de las cosas que a mí me apetecía hacer con mis baterías era procesarlas de otra manera que en el anterior, donde eran más orgánicas. En este disco sí que queríamos hacerlo más sintético, pero que estuviera tocado por nosotros. Yo creía que le podía sentar bien a la banda una batería un poco más procesada y guitarras que no fueran tan estándar rockeras, sino que tuvieran unos sonidos diferentes a los de una guitarra convencional; los bajos y los sintes igual.”
Por cierto que, aunque no propiamente como parte del disco, pero sí en el marco de éste, nos dieron también la sorpresa de la colaboración que Enrique Bunbury hizo en una canción que salió como un vinilo 7”: “Televisión”. Ese tema formaba parte de las nuevas canciones para el disco, pero no terminaba de “encajar” con las demás. A Bunbury lo conocían, por un lado, por el proyecto que éste hizo con Nacho Vegas en 2006 (El tiempo de las cerezas) y también porque Edu Baos, que es de Zaragoza al igual que Bunbury, había colaborado como bajista con él en un par de temas. Aunado a esto, el hecho de que 2 saliera con el sello de Warner Music y de que los cinco músicos coincidieran en la Ciudad de México en octubre del año pasado, facilitó la colaboración: “Enrique conocía al grupo, nos conocía a nosotros, le gustó, le apeteció muchísimo y, sobre todo, creíamos que le iba a sentar bien a la canción que la cantase él. La grabamos aquí en un estudio en México. Las pistas terminadas se las mandamos a Enrique a Los Ángeles. Él nos mandó un montón de pistas, muy profesional, quedó perfecta y fue una maravilla trabajar así con él”, nos cuenta Luis.
Un par de días después de nuestra entrevista, en medio de las actividades de la intensa semana de promoción que tuvieron en México, León Benavente ofreció un breve concierto en el Lunario del Auditorio Nacional, en el marco de la “Noche española” en la que participaron también Pablo López y Rozalén. La fórmula mágica del concierto: 7 de las 9 canciones de 2 tocadas por primera vez en México, además de 1 clásico del primer disco —“Ser Brigada”. El acto poético de la noche fue cuando “Habitación 615” regresó a su lugar de origen y fue coreada por todos los que se reconocen en esa crónica de la experiencia de vivir el D.F.
Al día siguiente del concierto, la visita de esta ocasión tuvo su cierre en la convivencia que la banda compartió con sus seguidores en el Centro Cultural España. Entre reencuentros, bienvenidas, fotos saludos, abrazos, firmas en objetos extravagantes y muchas risas, León Benavente se despidió de México prometiendo volver en octubre.