Traducciones de los 17 artículos de Michael Waldrep sobre la expansión urbana de la Ciudad de México

Finalmente terminé un proyecto que empecé hace varios años y que, por diversas ocupaciones y algo de desidia, había dejado abandonado. Me refiero a la traducción al español de los textos que Michael Waldrep publicó en el blog de National Geographic entre octubre de 2014 y junio de 2015, como parte de su proyecto como becario de Fulbright-National Geographic Digital Storytelling Fellows, dedicado a la documentación de los procesos de desarrollo urbano en las afueras de la Ciudad de México.

Las fotografías que Michael publicó en su Instagram y los textos de dicho blog fueron de los primeros acercamientos que tuve a otras formas de pensar las periferias urbanas de la Ciudad de México, entre las que está Ecatepec de Morelos, lugar de donde soy y al que ya le he podido dedicar algunas páginas de reflexión.

Michael escribió esta especie de diario textual y fotográfico de viaje en inglés, por lo que me pareció oportuno, como pude comentar directamente con él, ofrecer versiones en español que pudieran, quizás, tener un mayor alcance entre los interesados en el tema de las periferias urbanas, que, afortunadamente, creo que cada vez son más. No soy traductora profesional y muy seguramente habrá más de una falla o errata en los textos, cuyo señalamiento será más que bienvenido en los comentarios de este blog.

A manera de recopilación e índice ordenado de estas 17 entradas, las enlisto y enlazo a continuación, precedidas de unas palabras del propio Michael, en el último de sus artículos, que, creo, son una buena clave para entender lo que él ha hecho en estos textos:

“Si conoces un poco de la gramática del entorno construido y te detienes a leerlo, una ciudad es un libro abierto, un registro público de su propia creación y del tiempo que ha transcurrido entre ese momento y el que uno está experimentado”.

  1. Michael Waldrep, “Comprendiendo el significado de «sentido de lugar»” (traducción)
  2. Michael Waldrep, “Hacia el exterior desde dentro: la ciudad de México” (traducción)
  3. Michael Waldrep, “Cuautitlán: un diario acerca de vivir en los suburbios de la ciudad de México” (traducción)
  4. Michael Waldrep, “El viaje de regreso: dejar Cuautitlán y el Tren Suburbano” (traducción)
  5. Michael Waldrep, “Cómo los proyectos de vivienda a las afueras de la ciudad de México dan paso a nuevas necesidades” (traducción)
  6. Michael Waldrep, “El crecimiento urbano: la ciudad de México a través del tiempo” (traducción)
  7. Michael Waldrep, “Riqueza y expansión urbana en la Ciudad de México” (traducción)
  8. Michael Waldrep, “Ciudades satélite: los primeros suburbios de la Ciudad de México” (traducción)
  9. Michael Waldrep, “Tlatelolco y el sueño modernista en la Ciudad de México” (traducción)
  10. Michael Waldrep, “El ocaso en Tlatelolco: viviendas modernistas y las semillas de los suburbios” (traducción)
  11. Michael Waldrep, “Escenas de Neza: la ciudad mexicana que se hizo a sí misma” (traducción)
  12. Michael Waldrep, “Las ciudades desconocidas de México: Naucalpan y Ecatepec” (traducción)
  13. Michael Waldrep, “Caminando hacia la ‘edge city’ corporativa de México” (traducción)
  14. Michael Waldrep, “Exploraciones en la Ciudad de México suburbana, un trayecto fotográfico” (traducción)
  15. Michael Waldrep, “La ciudad contemporánea en sus límites: Santa Fe, Ciudad de México” (traducción)
  16. Michael Waldrep, “La nueva cara de la vivienda de interés social en los suburbios de la Ciudad de México” (traduccion)
  17. Michael Waldrep, “Sobre regresar y seguir adelante: el término de mi beca Fulbright-National Geographic” (traducción)

Por cierto que Michael Waldrep tiene su propio sitio web personal y, asimismo, uno titulado «La Ciudad Actual» que está dedicado enteramente a mostrar los resultados de su estancia e investigación en diversas periferias de la Ciudad de México.

“El racismo en México y la hispanidad”

Hace poco publiqué este texto con un amigo en la revista Foreign Affairs:

Como sostiene el periodista español David Jiménez, más que perdón, comisiones de la verdad o reparaciones materiales, sería asequible ofrecer a América una mayor honestidad histórica, incorporando en el relato los abusos y onerosos expolios llevados a cabo en el continente, sin que esto implique trasladar la culpa a las generaciones actuales, que nada tuvieron que ver con ellos. Entender los acontecimientos en la especificidad de su contexto histórico no nos impide reconocer, desde el horizonte de nuestro presente, la existencia de abusos llevados a cabo por parte tanto de los europeos como de las poblaciones originarias que habitaban el continente.

Grecia Monroy Sánchez y Cristian Márquez Romo, “El racismo en México y la hispanidad”, Foreing Affairs, 22 de diciembre de 2019. Disponible en: http://revistafal.com/el-racismo-en-mexico-y-la-hispanidad/

Mi investigación sobre Ecatepec

Vista de (una parte de) Ecatepec desde el cerro Ehécatl en 2017. | Foto: Grecia Monroy.

En el año 2016, gracias a una beca, tuve la oportunidad de estudiar un master (maestría) en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Salamanca en España. Aprovechando la mirada interdisciplinaria que estos estudios permiten, pude llevar a cabo una investigación sobre los problemas de la representación de una zona urbana como Ecatepec y sobre algunas propuestas «alternativas» de estas representaciones. Esto fue una gran oportunidad para tratar de dar forma, poner por escrito y sustentar ideas que habían surgido de mi propia experiencia como habitante de esa zona. De ello se derivó, pues, el trabajo de tesis con el que me titulé y también una versión abreviada de esta investigación en forma de artículo para la Revista Internacional de Comunicación y Desarrollo. Algunas de las ideas desarrolladas en esos trabajos me sirvieron, además, como punto de partida para el desarrollo de un proyecto de intervención artística en Ecatepec, del cual hablé en otra entrada.

Como toda investigación, aunque quizás más aún cuando se trata de una que nos atraviesa vitalmente, quedan muchos cabos sueltos y muchos aspectos sin tratar, pero quizás pueda ser de alguna utilidad para quien esté interesado en el tema de la representación de las periferias urbanas. Pongo a continuación los dos párrafos con los que abre mi tesis y después los enlaces para descargar ésta y su versión como artículo.

El presente trabajo tiene origen en varias de las inquietudes que atraviesan mi propia experiencia de vida como habitante de una periferia urbana. Durante poco más de cinco años, mientras cursaba la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM, al sur de la Ciudad de México, hacía diariamente un traslado de dos horas para llegar desde mi casa al campus y otro igual para volver. Poco a poco me fui dando cuenta de que esos trayectos me marcaban tanto —o incluso a veces más— que lo que sucedía y aprendía en las aulas. Ya fuera en reflexiones solitarias o en compañía de mi amiga, esos trayectos se convertían en la clase extramuros que le terminaba de dar sentido a todas las demás. Nuestro salón de clases era móvil, ruidoso y público: uno de los vagones del metro de la Ciudad de México o el interior de la combi (pequeñas camionetas empleadas para el transporte público en México) que nos llevaría más allá de las fronteras de la capital. Con nuestros compañeros de viaje ya no compartíamos la vocación profesional, mas sí el espacio y una realidad cotidiana común: ese traslado desde “la ciudad central” a “las periferias”. En nuestro caso, se trataba del municipio de Ecatepec, en el Estado de México, que forma parte de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM).

Vivir en Ecatepec no es algo excepcional por sí mismo, porque sea raro o porque sea poco frecuente. De hecho, todo lo contrario: es el segundo lugar más poblado de la ZMCM. Sin embargo, en el imaginario de muchas personas aparece como una zona periférica más, homogénea en cuanto a sus rasgos negativos: desordenada, caótica, sin identidad, sin cultura, sin nada sobresaliente más que sus tasas de criminalidad… En una palabra, un sitio “inhabitable”. Ante esa opinión general, yo me preguntaba qué era, entonces, lo que poco más de millón y medio de personas hacíamos viviendo ahí en Ecatepec. Por supuesto, comprendía bien el ímpetu de denuncia y crítica que puede haber en enfatizar los rasgos meramente negativos de un lugar, además de que reconocí siempre el sesgo de mis relativos privilegios en un contexto como el de México (para empezar, la misma posibilidad de asistir a la universidad), pero aun así sospechaba que debía haber otras cosas que decir y otras maneras de pensar y representar un lugar como Ecatepec. Esa sospecha es lo que en estas páginas quise convertir en una pregunta de investigación.

Enlaces

Monroy Sánchez, Grecia. “Representaciones de la periferia el caso de Ecatepec de Morelos, Estado de México”. Revista Internacional de Comunicación y Desarrollo, vol. 2, núm. 8, 2018, pp. 66-80. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6519175

Monroy Sánchez, Grecia. Representaciones de la periferia: el caso de Ecatepec de Morelos, Estado de México. Trabajo de Fin de Master, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2018. Disponible en: https://gredos.usal.es/handle/10366/136928

Y para terminar, algo que dejé fuera de la investigación: el humor de los memes como modos de representación.

El sentir de muchos de nosotros. XD

“Aunque no sea conmigo”: la historia olvidada de una canción muy recordada

Enrique Bunbury ha hecho una de las versiones más populares de “Aunque no sea conmigo”, tema original del mexicano Santiago “Chago” Díaz. | Fotografía: DVD Una cita en Flamingos.

Enrique Bunbury ha hecho una de las versiones más populares de “Aunque no sea conmigo”, tema original del mexicano Santiago “Chago” Díaz. | Fotografía: DVD Una cita en Flamingos.

(Grecia Monroy.) Andando en el metro y los autobuses de la inmensa Zona Metropolitana de la Ciudad de México, es común toparse con un músico ambulante que con su guitarra y su buena o mala voz, dependiendo de la suerte que nos toque, incluya en su repertorio la canción “Aunque no sea conmigo”. Muchas veces, esta canción será, de hecho, la elegida para cerrar su efímera presentación musical. También dependiendo de nuestra suerte nos tocará escuchar el tema en la versión de Celso Piña o en la de Enrique Bunbury, quienes han grabado las dos versiones más populares, aunque no las únicas, de “Aunque no sea conmigo”. La banda mexicana y el cantante español lo han hecho tan bien que muchas veces queda olvidado que el autor original de la canción es el músico mexicano Santiago “Chago” Díaz Vera.

El misterio envuelve la biografía de este personaje mítico. La información disponible es poca y apenas nos permite esbozar y situar la importancia de este cantautor en la historia de la música mexicana. Sabemos que fue originario de Gómez Palacio, Durango, al norte de México, y que cultivó en los años setentas y ochentas una fama musical regional, especialmente en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, donde se ganó el sobrenombre de “El Bardo de la Canción”, en referencia al tema “El Bardo”, uno de sus éxitos en aquella época.

Pero curiosamente una imagen más clara de “Chago” Díaz es la que nos llega a través de la historia de la que es en nuestros días su canción más popular, la ya mencionada “Aunque no sea conmigo”. Como quizás podemos imaginarnos, se trata de una historia de amor: la de “Chago” Díaz con Dora Lilia Fernández Ledezma. En una entrevista del año 2014, esta mujer, quien tiene su propia trayectoria en la música, radio y televisión mexicana, cuenta cómo, con apenas 15 años, conoció a Díaz y cómo comenzó una relación laboral, de amistad y, finalmente, de trágico amor con él.

Santiago estaba casado y era mayor que Lilia. Además, incluso una vez que se divorció, los padres de ésta rechazaron que su hija se casara con él y se la llevaron lejos, a otra ciudad. Allá, ella se casó. Eran principios de los años ochenta y fue entonces cuando “Chago” Díaz compuso y grabó “Aunque no sea conmigo”. Así lo recuerda Fidel Sánchez, el bajista que participó en esta grabación, junto con Carlos Castillo, en la guitarra, y Esteban Rodríguez, en la batería.

Lilia cuenta que, años después, finalmente pudieron ella y “Chago”estar juntos, pero el tiempo se les haría poco y la tragedia vendría nuevamente, pues él murió con apenas cincuenta años. Su legado, sin embargo, ya estaba echado al viento y en el año 2001 sería puesto bajo los reflectores con la versión de “Aunque no sea conmigo” que Celso Piña —oriundo de Monterrey, ciudad en la que Díaz cosechó en su época sus mayores éxitos—, acompañado de la banda Café Tacvba, grabó para su álbum Barrio Bravo.

Quizás inspirado en esta versión fue que Enrique Bunbury ofreció en 2002 su propia interpretación de la canción, como parte de la gira de su disco Flamingos.

Luego, en 2005, el cantante español publicaría la canción en versión estudio como parte del disco colectivo Que te vaya bien bonito. Un tributo a México.

La popularidad de este tema en voz de Bunbury lo ha convertido en una parte imprescindible de su repertorio en vivo, y así queda manifiesto en las diferentes interpretaciones que de esa canción nos ha ofrecido. Una de ellas, grabada en 2014 a dueto con Andrés Calamaro, como parte de la gira que el argentino y Bunbury hicieron por tierras mexicanas, y que luego se dio a conocer en el disco Hijos del pueblo.

Finalmente, tenemos la que quizás sea ya una de las interpretaciones más memorables de “Aunque no sea conmigo”: la que hizo Bunbury acompañado de mariachi, en pleno Zócalo de la Ciudad de México, ante 170 mil personas, en octubre de 2017.

Además de Celso Piña y Bunbury, también otros cantantes como Raphael y Paulina Rubio han puesto en sus propias voces la sentida canción. Y seguramente escucharemos varias versiones más… En todo caso, la canción que encarna la historia de amor de Santiago “Chago” Díaz y Lilia Fernández ya tiene su justo e inamovible lugar entre la música popular mexicana y seguirá siendo cantada por los trovadores urbanos por muchos años más.

De supermercados y otros lugares (no) comunes de Nacho Vegas

Publicado originalmente en Acordes Modernos.

Mi voz era un imán, y así logré captar, paseando por el Carrefour, a un ejército de un centenar.

«Mi voz era un imán, y así logré captar, paseando por el Carrefour, a un ejército de un centenar.»

Para Denisse G.

(Grecia Monroy.) Aunque muchas veces se piensa en Nacho Vegas como un cantautor volcado solamente a una lírica trágica, autorreferencial, emocional e introspectiva, la verdad es que muchas de sus canciones incluyen referencias muy claras a geografías externas: lugares concretos, cotidianos, reales, ya sea de España, de Asturias o, más frecuentemente, de Gijón, la ciudad natal de Vegas.

Ejemplo de ello es algo que siempre nos ha hecho mucha gracia a mi amiga Denisse y a mí: la mención a los supermercados. Son tres los que aparecen —Mercadona, Alimerka y Carrefour— en tres canciones diferentes —respectivamente, “Cómo hacer crac”, “Ciudad vampira” y “Nuevos planes, idénticas estrategias”—. Mención especial merecería esa especie de “supermercado” sui generis que es el mercado de Sonora, en la Ciudad de México, al que Vegas le dedicó una canción del mismo nombre en la Zona sucia (2011).

En mi primera vez en España —soy mexicana—, de esos supermercados sólo pude conocer, con la guía y compañía de Denisse, un Mercadona. Estando ahí dentro, tratamos de recrear algo del “sentido de lugar” que los supermercados tienen como espacios para el absurdo despliegue espiritual del ser humano occidental moderno. Ahora, en mi segunda vez en España, puedo presumir, con un también absurdo orgullo de acto poético, que ya estuve en los tres supermercados. Más aún, hace unos días pude estar, finalmente, en Gijón, reconociendo varios de los lugares que son referidos en una de mis canciones favoritas de Vegas: “La vida manca”, del álbum Resituación (2014).

Algunos de estos lugares los busqué intencionadamente; otros más se me fueron apareciendo en los paseos que di. Aunque en esta ocasión Denisse no me acompañaba, mis ojos llevaban el lente de tantas conversaciones con ella y tantas escuchas de las canciones que adoramos. Con la guía de ese lente metafórico fui tomando algunas fotos, cuya calidad espero sea excusada en nombre de su simple intención: ilustrar la curiosidad de los que, como Denisse y yo, se hayan preguntado cuáles y cómo serían esos lugares que se mencionan en “La vida manca”… Comencemos por dos bastante claros:

Pensé: «tendría que hacer algo para apartar de mí este olor»; fui hasta “La vida alegre”.

El bar “La vida alegre”, en Gijón.

El bar “La vida alegre”, en Gijón.

La vida alegre 02

Y aunque allí también huela algo a muerte, podríamos llegar a expropiar, un día, el Club de Regatas.

El Real Club Astur de Regatas, en Gijón.

El Real Club Astur de Regatas, en Gijón.

Club de Regatas 02

Esta referencia es más especulativa que certera, porque no tengo por seguro si la “Zarracina” que menciona Vegas sea éste restaurante…, pero las coincidencias literarias no se pueden obviar jamás.

*Nota añadida posteriormente: recién publicado este texto, me informaron que “Zarracina” puede referirse a un centro de desintoxicación, aunque sólo he encontrado noticia del Centro de Salud de Zarracina, ubicado frente a un parque del mismo nombre. Por cierto que el “cuarto y mitad” que sigue a la mención de “Zarracina” también es objeto de especulación y duda para mí. Entiendo que es una especie de medida de peso, pero me quedo corta para completar la referencia…

Después cruzar las siete esquinas y llegar a Zarracina y coger cuarto y mitad.

Restaurante ”Casa Zarracina”, en Gijón.

Restaurante ”Casa Zarracina”, en Gijón.

Finalmente, la vista que tuve desde el Cerro de Santa Catarina nos sitúa en los últimos versos de la canción…

Me despeñé en tres piruetas por el cerro hacia mi meta que no era otra cosa que la mar. ¿Sabéis cómo es el final? Es como un desparramarse.

Vista de Gijón desde el Cerro de Santa Catarina.

Vista de Gijón desde el Cerro de Santa Catarina.

Cerro Santa Catarina 01

Éste fue mi (breve) recorrido geográfico-poético por Gijón y por esos sitios que, después de ser cantados, ganan una nueva dimensión de realidad y, al revés de lo que ocurre a veces con las palabras, se vuelven lugares no comunes.

Cada esquina, una historia: Enrique Bunbury en Ciudad Neza

Cartel anunciado en el Twitter de Bunbury.

Cartel anunciado en la cuenta de Twitter de Bunbury.

Publicado originalmente en Acordes Modernos.

(Grecia Monroy.) Donde un artista canta, un artista es y hace ser. Lo que sucede es que, la mayoría de las veces, esta elección no es sólo de quien dará el concierto, sino que influyen otros muchos factores de la llamada “industria cultural”. Sin embargo, en tanto acontecimiento, los lugares que un cantante o banda “elige” para presentarse delatan ciertas cosas.

En la tarde-noche del próximo 17 de mayo, Enrique Bunbury será la presentación estelar del último concierto del festival “Neza 2016. Ciudad de Todos”. Esta ciudad que, a modo de Atlántida invertida, no fue cubierta por el agua, sino que fue emergiendo del desecado lago de Texcoco en las periferias de la Ciudad de México, ha estado festejando sus 53 años de fundación oficial como municipio del Estado de México desde el pasado 20 de abril y hasta el 20 de mayo con este festival gratuito que incluye más de 50 diferentes actividades y que fue organizado por el Ayuntamiento de Ciudad Nezahualcóyotl. A la par, el cantante español está celebrando 30 años de carrera musical.

Programa completo del festival “Neza 2016. Cuidad de todos.”

Programa completo del festival “Neza 2016. Cuidad de todos.”

Este concierto sería el primero de Bunbury en Neza —nombre con el que más comúnmente se le conoce a esta zona—, pero no la primera vez que el cantante se presenta en un recinto masivo de manera gratuita: el legendario concierto en el Estadio Azteca —el punto de partida del reciente documental El camino más largo— tuvo esas mismas características. Aun así, este concierto en Neza tiene sus particularidades.
En este punto, he de decir que aquí se juntan dos de mis grandes temas de interés: la música y la experiencia vital de las zonas metropolitanas de la Ciudad de México. Ciudad Neza, así como Ecatepec, Cuautitlán y otros municipios periféricos a la capital, son focos de fenómenos urbanos complejos e imprescindibles si uno quiere comprender cómo funciona la gran Ciudad de México, más allá del Centro Histórico y su zona turística. Me interesa hablar de esto porque, para los que no viven en el D.F. y sus alrededores, Neza puede ser sólo otro sitio en el que se puede dar un concierto. Lo es, claro, pero la historia siempre da otras perspectivas.

Ciudad Neza ha sido definida como “el asentamiento informal prototípico de la zona metropolitana de la Ciudad de México”. Aunque el festival esté conmemorando la fundación de Neza como municipio en 1963, su historia comenzó un poco antes, tal como nos cuenta Michael Waldrep en sus breves pero precisas crónicas ensayísticas de sus paseos por las zonas metropolitanas del D.F. (Algunas traducciones del inglés al español de sus textos están aquí.) Para la década de 1940, el lago de Texcoco —cuerpo de agua en cuyo centro estaba situada la isla en la que se erigió la capital del imperio azteca— estaba casi ya totalmente desecado, dejando al descubierto unas “nuevas” tierras sin propietario. Esto dio lugar a que dudosas compañías desarrolladoras dividieran y vendieran, ilegalmente, esos terrenos a familias que estaban en búsqueda de una casa propia. Para los años sesenta, la población había aumentado mucho, aunque gran parte de la arquitectura urbana y los servicios públicos aún eran precarios. Aunque se trata de un proceso mucho más complejo que lo que alcanzo a presentar aquí, con el paso de los años, los servicios han ido mejorando, especialmente mediante la organización de los habitantes y algún apoyo gubernamental.

«“Cabeza de Coyote”, una escultura en el centro de Neza.» | Foto y pie de foto: Michael Waldrep.

«“Cabeza de Coyote”, una escultura en el centro de Neza.» | Foto y pie de foto: Michael Waldrep.

Ejemplo de ello es el origen del lugar específico que será el escenario que Bunbury compartirá, por cierto, con otras dos bandas mexicanas —Enjambre y La Castañeda. Se trata del Deportivo Bordo de Xochiaca. El sitio donde se encuentra éste fue antes el basurero (vertedero) más grande de toda Latinoamérica, receptor de toneladas de desechos de la Ciudad de México. A partir del año 2008, inversiones privadas convirtieron esa zona en un llamado “complejo comercial-deportivo-ecológico” en el que, además del deportivo, hay un centro comercial.

Como siempre, más aún viviendo en México, uno suele sospechar de cualquier iniciativa privada y también pública. La controversia es inevitable, pero lo que me parece interesante es que, de diversos modos y por también diversas razones —algunas “buenas”; la mayoría “malas”—, las llamadas “zonas periféricas” del D.F. están siendo puestas bajo el reflector constantemente. Este festival y la presencia de Bunbury en Ciudad Neza me parece que es una de esas “buenas” ocasiones para recordar algo de la historia de ese lugar que, al final de cuentas, es una parte fundamental de la historia del desarrollo urbano de México.

Bunbury en Guadalajara, México. | Foto: Jose Girl.

Bunbury en Guadalajara, México. | Foto: Jose Girl.

Ahora bien, en cuanto a la trayectoria del cantante español, el fenómeno también resulta interesante. Si hay alguien que sabe hacer un concierto y poner a las masas en su punto, es Bunbury. Quienes hayan estado en alguno de sus cientos de conciertos y quienes hayan visto el documental El camino más largo, podrán comprender mejor que esta próxima presentación del 17 de mayo —que, por cierto, cerrará la primera parte de la gira de Bunbury por México y dará paso a su recorrido por E.U.— nos comprobará una vez más que este cantante es capaz de dominar pequeños escenarios en ciudades a lo largo de Estados Unidos, llenar el estadio principal de la Ciudad de México o hacer vibrar un deportivo que antes fue un basurero en una de las zonas metropolitanas más interesantes de México. Como dice el mismo Bunbury, “cada esquina nos devuelve nuestra historia” y por eso importa saber en qué esquina estamos.

Recordando a Leopoldo María Panero: a más de 10 años de la audacia de musicalizar sus poemas

Publicado en Acordes Modernos.

Leopoldo María Panero, de joven.

Leopoldo María Panero, de joven.

(Grecia Monroy.) La tarde del pasado viernes, el recinto El Círculo Teatral en la Ciudad de México, se convirtió en el espacio para la evocación de un personaje de misterio y atracción inagotable: el poeta español Leopoldo María Panero, quien es conocido tanto por sus versos densos de decadencia como por su historia de vida, marcada especialmente por haber pasado sus últimos años en un hospital psiquiátrico.

La evocación se hizo a propósito de que, hace poco más de 10 años, los versos de Panero cruzaron no sólo el umbral de su supuesta locura, sino también el de la palabra escrita, pues tomaron cuerpo en las voces de dos rockeros, un periodista y un cineasta: Carlos Ann, Enrique Bunbury, Bruno Galindo y José María Ponce. Fue Carlos Ann quien, en 2004, pudo concretar la iniciativa —que le había nacido desde 2001— de este proyecto y quien estuvo presente, en esta ocasión, en la remembranza del mismo.

Ann compartió mesa con José Luis Paredes Pacho, director del Museo Universitario del Chopo y quien, en 2006, estaba a cargo de la plataforma “Poesía en voz alta”, la cual fue el espacio para la presentación en México del mencionado proyecto poético-musical de Ann. También estuvo en la mesa el poeta y periodista Carlos Martínez Rentería. Al tomar la palabra, el rockero español, quien al día siguiente ofrecería un concierto en el marco del festival Puente Elástico, narró cómo su fascinación por la obra y figura de Panero dio pie a la grabación de un CD doble con 30 canciones en total, así como a un concierto en Barcelona que fue reproducido luego en DVD. Físicamente, estos materiales son joyas raras y, a estas alturas, inconseguibles; más aún en territorio mexicano. De ahí que la proyección por entero del concierto, que siguió a la mesa de presentación, resultara una estimulante novedad para muchos de los ahí presentes.

Paredes Pacho, la moderadora, Ann y Martínez Rentería, el pasado viernes 11. | Grecia Monroy

Paredes Pacho, la moderadora, Ann y Martínez Rentería, el pasado viernes 11. | Grecia Monroy

Pensar retrospectivamente un proyecto como el emprendido por Carlos Ann permite colocar una vez más sobre la mesa el tema de las relaciones entre la música y la literatura que, aunque podría parecer una cuestión superada, ofrece aún mucho para reflexionar y experimentar, pues no hay un único modo en el que estos dos campos artísticos interactúan. Ann señaló esto a propósito de que, cuando tuvo la idea de musicalizar los poemas, quería alejarse de ciertos modelos tradicionales: “en España, cuando se había adaptado algún poema a música, se hacía con un estilo como de cantautor. No me atraía eso para nada; me parecía fuera de la época. Quise hacer algo más electrónico, pero también con instrumentos orgánicos. Quería que la música no tuviera estructuras claras, sino que la estructura la llevara la palabra de Panero y que lo otro se fuera adaptando; como si fuera más flexible la música que la palabra. La palabra me parecía estática y la música tenía que ser muy adaptable, muy flexible.”

Por cierto que Ann llevó también esta experimentación musical, esta vez acompañado de Mariona Aupí, a los terrenos de otro poeta: el argentino Juan Gelman. De eso salió también un disco, el cual fue grabado en México. Para Ann, lo único más alucinante que la obra de Gelman, es la persona de Gelman en sí, a quien tuvo la suerte de conocer y gracias a quien, además de Panero, el cantante puede decir que: “tuve la suerte de estar con dos de los grandes de la poesía de los últimos años.”

Carlos Ann, Juan Gelman y Mariona Aupí.

Carlos Ann, Juan Gelman y Mariona Aupí.

Volviendo a Panero, Ann recordó que, cuando el disco salió a la venta, no gustó a nadie. Panero resultaba una figura incómoda para todos: para izquierdas y derechas por igual. Como ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad —y como apasionadamente lo registró Raymond Queneau en su ya clásico libro En los confines de las tinieblas. Los locos literarios— la locura muchas veces ha sido una categoría clínica encubierta que se ha usado, con fines historiográficos y políticos, para marginar lo que no encaja en cierto modelo establecido. Ann considera que esto ocurrió con Panero quien, en su opinión, no estaba loco, sino que solamente era una persona incómoda. El rockero cree que el poeta tuvo claro, desde muy joven, el personaje que quiso ser y, en ese sentido, se destruyó victoriosamente.

El proyecto de Carlos Ann con Leopoldo María Panero fue artístico y musical, pero también vital. Por ello, fue a la vez un camino maravilloso y destructivo, tanto durante su realización como después: “al acabar el disco, me tuve que desintoxicar de la obra de Panero y tardé mucho tiempo. Luego, tuve la resaca: no podía escuchar nada de él. Después, con la distancia adecuada, que es el mejor de los aliados cuando acabas una obra artística, le pillé mucho cariño y la relación fue muy bonita, hasta el final de sus días.”

Leopoldo María Panero y Carlos Ann. | Escena del documental Un día con Panero

Leopoldo María Panero y Carlos Ann. | Escena del documental Un día con Panero

Enmarcada en las palabras retrospectivas de Carlos Ann, la proyección del concierto en el que se presentaron las versiones musicalizadas de los poemas de Panero, así como del breve documental del backstage, resultó bien situada. Así, se puede comprender mejor la relación, quizás inusual para nosotros, de ver a los ídolos frente a otro ídolo: el respeto y la irresistible atracción que Bunbury, Ann, Galindo y Ponce parecían sentir por Panero, lo cual se ve en la intensidad con la que enunciaron sus textos ante el micrófono, así como en la manera en que interactuaban con él. Asimismo, resulta evidente que el concierto tenía que ser como fue y no de otra manera: en un recinto donde las butacas fueron sustituidas por colchones y sillones para que las personas pudieran estar cómodamente acostadas, degustando manjares, bebiendo y fumando mientras escuchaban poemas sobre la muerte de Dios, el sexo, las drogas, el acto poético, las monjas ateas, el rock and roll El escenario también era particular: los cuatro participantes estaban sentados alrededor de una pequeña mesa, poniéndose alternativamente de pie para pasar el micrófono; en la mesa, estaban acompañados por el mismo Panero, quien también tomó el micrófono para recitar sus propios textos.

Leopoldo María Panero, Carlos Ann y Enrique Bunbury. | Escena del documental Un día con Panero

Leopoldo María Panero, Carlos Ann y Enrique Bunbury. | Escena del documental Un día con Panero

Esta mirada retrospectiva del proceso de musicalización, desde la escena musical del rock, de los textos de Leopoldo María Panero resultó inspiradora por si alguna vez hemos llegado a pensar la torpeza de que la literatura o la música están agotadas: jamás lo estarán mientras haya diálogo entre ellas y personas que se atrevan a experimentarlo. Hay mucho por hacer y muchos poetas nuestros a los que leer. Hay que conocerlos, pero también buscar nuevos modos de leerlos y de decirlos porque, como nos dejó dicho el mismo Panero, en un verso infinitamente recíproco y reversible: «Lo que soy yo sólo lo sabe el verso que va a morir en tus labios.»

Entre libros y canciones: algunos intertextos en Nacho Vegas

Publicado en Acordes Modernos.

Entre libros y canciones un día pensé
que tal vez el tiempo se podría detener.

 

Nacho Vegas | Pablo Zamora

Nacho Vegas | Pablo Zamora

(Grecia Monroy y Denisse Gotlib.) No hay una fórmula única para la intertextualidad. ¿Cómo va a haberla si ya se murmura la posibilidad de que toda la historia de nuestra literatura (¡de nuestro pensamiento, incluso!) está fundamentada en este recurso. ¿No es la intertextualidad, al final de cuentas, una palabra más elegante para hablar de la conversación eterna que sostienen las palabras entre sí?

Lo que es interesante, claro, es indagar cómo ciertos personajes la asumen y ejercen. Éste es un tema que tiene mucho que ofrecer aterrizado en el terreno de las relaciones del rock con la literatura. A este respecto, hay casos más evidentes que otros; entre ellos, el de Nacho Vegas, quien más de una vez ha hablado explícitamente de las relaciones entre su música y los textos literarios.

Como algunos otros cantautores, Vegas ha dicho que no le quiere cargar mucho la mano a las influencias literarias en las canciones, porque el germen de la canción se puede encontrar también en una conversación o en cualquier otro lugar. Sin embargo, sus coincidencias literarias y artísticas —cinematográficas, musicales— lo colocan en un mapa de gustos e intereses al que podemos aproximarnos mediante la conversación colectiva que es la intertextualidad.

Así pues, aquí van algunas de las “coincidencias artísticas” que hemos encontrado en las canciones de Nacho Vegas. Muchas de éstas seguramente servirán más de recopilación que de descubrimiento, pero quizás haya alguna que otra sorpresa…

“La pena o la nada”
Esta canción del disco que Nacho Vegas grabó junto con Enrique Bunbury, El tiempo de las cerezas (2006), tiene una de las referencias más conocidas, en el verso de su estribillo: “Entre el dolor y la nada elegí el dolor.” Esa frase que Vegas repite y que Bunbury corea, hace eco, a su vez, de la última oración de un párrafo memorable de la novela Las palmeras salvajes (1934) de William Faulkner. Curiosamente, antes de Vegas, esta misma frase había sido reelaborada en la primer película de Jean-Luc Godard, Sin aliento (1960), en un diálogo en el que un cambio de elementos sintácticos sí que alteró el resultado: “Entre la pena y la nada, yo elijo… la nada”.

En esta misma canción se esconden otras dos referencias intertextuales, no literarias, también conocidas por muchos. Canta Vegas:

Y en tu mirada mojada
vi que rezabas por mi alma,
oh, señor…
Y te vi llorar, un río a cada lado
de tu rostro sin desmaquillar,
como la propia Katy Jurado,
con las nubes negras detrás,
como el negro escuchando a Van Zandt cantar
“Waitin’ around to die”, como Juana de Arco al arder,
como el santo a punto de perder la fe,
hoy te vi llorar.

La mención a Katy Jurado refiere a una escena de la película Pat Garrett & Billy the Kid, en la que el personaje que interpreta esta actriz mexicana, la esposa del sheriff Colin Baker, comienza a llorar desesperadamente, con un fondo de nubes grises, cuando se da cuenta de que a su esposo lo han herido de muerte en la balacera que acaba de acontecer. Como dato adicional: dicha película es famosa también por las canciones que Bob Dylan, quien también actúa, compuso para la misma, entre ellas, nada más y nada menos, “Knockin’ on heaven’s door”, la cual suena mientras Katy Jurado llora.

https://www.youtube.com/embed/3lxzcrWOmvg

La otra referencia, la del hombre negro escuchando a Van Zandt, es también audiovisual. Es sabido el cariño que Vegas siente por las canciones del mítico cantautor texano de folk y country. Sin embargo, en la canción citada, “Waitin’ around to die”, no hay ninguna referencia a un hombre negro que llora. Vegas se refiere más bien a un fragmento conmovedor del documental Heartworn Highway, de James Szalapski, en el que aparece Van Zandt cantando, acompañado de dos personas: una mujer y un hombre negro que, incapaz de contenerse al escuchar la poderosa canción, se suelta a llorar.

https://www.youtube.com/embed/KxPQfx6UWiA

“Autoayuda”

La rasposa y dolida “Autoayuda”, del Desaparezca aquí (2005), titulada así en tono irónico, bien puede tener todas las influencias del mundo… o ninguna: es decir, está en el cauce de cualquier obra que hable sobre el despecho y sobre el egoísmo de creer que “como nosotros no hay nadie”. Sin embargo, una influencia concreta podría ser, usted juzgará, la canción “Qué pena”, del milonguero y candombero uruguayo Alfredo Zitarrosa, que canta:

Dónde andarás
a quién odiarás,
[…]
Quién te querrá
pregunto quién serás
la que yo conocía,
no ha existido jamás.
[…]
Quién te querrá
pregunto quién serás
[…]
Qué pensarás
a quién le dirás
que conmigo podías
perdonarte y llorar.

La de Vegas dice, perpetuando estas preguntas indispensables del despecho:

¿Y adónde irás, qué es lo que harás, cuando no esté yo?
¿Quién por aquí que mire por ti cuando falte yo?
[…]
¿Y quién entre esos que ahora te adulan
y que hablan bien de ti,
quién permanecerá por aquí para verte caer?

“Baby Cat Face”

La canción “Baby Cat Face”, del EP Seis canciones desde el norte (2006), es, al parecer, una versión acústica de la novela del mismo nombre del escritor estadounidense Barry Gifford, la cual cuenta la historia de una mujer que lucha por sobrevivir en Nueva Orleans. La canción sustrae y condensa los momentos más importantes de la narración, de principio a fin.

Por cierto, Vegas comienza esta pieza aludiendo a otro famoso personaje femenino de su repertorio: “Ya conocéis a Miss Carrusel”, en referencia a su versión en español de “Fare thee well Miss Carousel”, del ya mencionado Townes Van Zandt.

“Me he perdido”, “Lole y Bolan (un amor teórico)”, “La magnitud de la tragedia” y otros guiños intertextuales con Christina Rosenvinge

Ahora, si se nos permite la libertad, queremos rematar este brevísimo recuento con algo que podríamos llamar intertextualidad del erotismo. Ya dijimos al principio que Vegas, como otros cantautores, encuentra la materia prima de una canción en cualquier lugar: desde los más mundanos a los más íntimos. Entre estos últimos, la interlocución proveniente del romance. Claro, esta intertextualidad es poco certera, del mismo modo que no es certera la flecha del erotismo; pueden ser ingenuas y excesivas las asociaciones de palabras, pero… ¿cómo negar que entre Nacho Vegas y Christina Rosenvinge, ambos excelentes cantautores, hay un evidente juego de ir y venir de palabras?

Uno de los más evidentes es aquel “Entonces hice «¡chas!» y aparecí a tu lado”, del tema “Me he perdido”, de su compartido disco Verano fatal (2007); este verso conversa con una Christina del pasado cantando, a finales de los ochentas, aún con su proyecto Alex y Christina, el tema “¡Chas! y aparezco a tu lado”. Otro más: la imagen metafórica y corporal de la campanilla. Nacho confiesa en “Lole y Bolan (un amor teórico)”, de El manifiesto desastre (2008): “O si te digo, amor, se pone mucho mejor cada vez que te oigo cantar, que hace tin tu campanilla: tin, tin, tin” y para Christina ese “tin” es delatador: “Y me enciendo como una cerilla / y hace tin mi campanilla / cuando me rozas con la hebilla / de tu negro cinturón.”

No sólo palabras, sino tópicos en común, es lo que encontramos entre “La magnitud de la tragedia” de Vegas y “No lloro por ti” de Rosenvinge. En ambos casos, los cantantes se niegan a llorar por lo que deben y prefieren hacerlo por cualquier otra causa perdida de este mundo cruel.

Dejamos para el final la menos comprobable y acaso mundana de estas coincidencias. Sin embargo, ¿no suele ser lo más cotidiano, lo más simple, los objetos más comunes, los que llegan a ser más simbólicos y detonadores de memoria y emoción? Por eso es que el melancólico verso de Christina en “Nadie como tú”: “Solo tengo un jersey que no querías / que me abraza aunque tú ya no lo hacías”, parece estar resonando en aquél, sospechosamente trágico, de Vegas en “Incendios”: “Ha refrescado esta noche / y me he puesto su famoso jersey, / me concentro en estos días / para ahuyentar los que vendrán después.” Y bueno, qué decir, de aquel jersey de Prada de Christina en “La distancia adecuada” sobre el que “la evidencia en gotas cae…”; mientras que Nacho, como novio bobo que dice ser, “presume de su jersey de Prada / que en realidad es de Miu Miu.”

Algo más de la estela de coincidencias literarias de Bunbury

Enrique Bunbury | Archivo

Publicado en Acordes Modernos.

 

(Grecia Monroy.) Hace unos meses, escribí aquí mismo para Acordes Modernos un texto que titulé “Bunbury y su estela de coincidencias literarias”. En él, hice un breve recuento de algunos intertextos que he encontrado entre las canciones de Enrique Bunbury y varias obras literarias. Fue un placer escribir ese texto, pero aún más recibir respuestas de varios lectores en las que me compartían las coincidencias que ellos, por su cuenta, habían encontrado.

Esos comentarios me dieron el pretexto perfecto para seguir escribiendo al respecto de la estela de coincidencias literarias de Bunbury. Así pues, este texto está basado en algunas (otras más quedan pendientes para futuros acercamientos) de las sugerencias de los lectores (en orden de aparición, con los nombres del perfil de Facebook con el que comentaron: Tatan SoCha FeteCua, Ulises Urquieta, Polo Piceer y Lestat Villalobos), las cuales me resultaron verdaderos y gozosos descubrimientos.

“PRISIONEROS”

En uno de los versos de esta canción de Palosanto resuena una frase que aparece en la novela Kafka en la orilla del escritor japonés Haruki Murakami, obviamente, en su traducción al español: “En el viaje: compañero / Y en la vida: compasión.” En la novela, a su vez, ese enunciado aparece como si se tratara de un refrán o de una frase común que se resiste a la memoria de una joven, durante su encuentro casual en un tren con el protagonista de la novela, Kafka Tamura. Ella le agradece a éste su compañía y amabilidad, diciéndole:

—Gracias. Ya lo dicen, ¿no? «En el viaje, un compañero» […]
—¿Y qué sigue?
—¿Qué sigue?
—Sí, detrás de: «En el viaje, un compañero». Había algo más, ¿verdad? […]
—« y en la vida, compasión» —digo yo.
—«En el viaje, un compañero, y en la vida, compasión» —repite ella a modo de confirmación.

“LA PRUEBA”

Personalmente, ésta fue la coincidencia más sorprendente, pues significó descubrir una canción de Bunbury que jamás había escuchado: “La prueba”. De la misma época que “Don y maldición” y “Encadenados”, “La prueba” fue de las primeras canciones que Enrique grabó para su proyecto de solista, estando aún de gira con los Héroes del Silencio. Con una letra que habla sobre los viajes del alma por misteriosos lugares, esta canción repite como estribillo un solo verso: “Esto prueba lo que te demuestra.” Esta frase tautológica proviene de una muy famosa obra literaria mexicana: Pedro Páramo de Juan Rulfo. Esta novela, situada en la vida rural del México posrevolucionario y en la que resulta complicado distinguir entre el mundo de los vivos y el de los muertos, tiene un episodio en el que uno de los personajes principales, Juan Preciado, conversa con una mujer, no sabemos si viva o muerta, quien le narra uno de sus sueños en los que intenta descifrar si ella tuvo un hijo o no. Su sueño fue así: estando en el cielo

uno de aquellos santos se me acercó y, sin decirme nada, hundió una de sus manos en mi estómago como si la hubiera hundido en un montón de cera. Al sacarla me enseñó algo así como una cáscara de nuez: «Esto prueba lo que te demuestra»”.

Con este tautológico gesto, la mujer concluye que nunca tuvo ningún hijo. Bunbury, ¿qué habrá comprobado?

“IRREMEDIABLEMENTE COTIDIANO”

Esto que vais a escuchar a continuación será una sucesión de coincidencias que volverán a hilar a Juan Rulfo con Enrique Bunbury, pero ahora mediante la aguja del antipoeta por definición: el chileno Nicanor Parra. Este autor tiene un peculiar libro llamado Discursos de sobremesa, que es una recopilación de algunos discursos, dispuestos en versos, que pronunció en diferentes eventos. El primero de estos textos, titulado “Mai mai peñi, discurso de Guadalajara” fue hecho para la ocasión en la que Parra recibió el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe “Juan Rulfo”, en noviembre de 1991, en Guadalajara, México. No es de extrañar que Parra inaugure este texto con unas palabras del mismo Rulfo, en su ensayo “México y los mexicanos”, a manera de epígrafe: “Nos salvamos juntos o nos hundimos separados”, sentencia que Bunbury reacomoda en “Irremediablemente cotidiano” del Hellville de luxe como “Nos salvaremos juntos / o nos hundiremos cada uno por su lado.”

Más adelante, en el título de uno de los poemas breves que forman parte del discurso, nos encontraremos otra frase familiar de esa misma canción: “No cometeré la torpeza” dice Parra como íncipit declaratorio y Bunbury enfatiza, al ritmo de su estribillo, “No volveré a cometer la torpeza.”

Y “DOSCIENTOS HUESOS Y UN COLLAR DE CALAVERAS”

Pero mientras el cantante no volverá “a cometer la torpeza de perder la cabeza por una promesa o algo peor,” el poeta no cometerá “la torpeza de ponerse a elogiar a Juan Rulfo” porque —y aquí viene nuestra última y fabulosa coincidencia de esta serie antipoética:

Sería como ponerse a regar el jardín
En un día de lluvia torrencial.

Esta preciosa argumentación metafórica es reelaborada en una de las canciones de tema amoroso más entrañables de Bunbury, “Doscientos huesos y un collar de calaveras”, como “Y tú regando mi jardín un día de lluvia torrencial.” Aunque también podríamos atribuir a estas palabras un origen más remoto como el de la larga tradición del agua, la lluvia y el jardín como símbolos del amor erótico y la fertilidad, resulta indudable que el camino por el que llegaron a nosotros fue el trazado por los juegos antipoéticos y laudatorios de Nicanor Parra hacia Juan Rulfo y de las reelaboraciones intertextuales de Enrique Bunbury en su Hellville de Luxe.

UNA MÁS DE “DOSCIENTOS HUESOS Y UN COLLAR DE CALAVERAS”

Para terminar, cerraremos la secuencia de coincidencias del Hellville también con un verso de “Doscientos huesos”, en el cual Bunbury parafrasea un fragmento de uno de los poemas más famosos de Charles Bukowski, publicado en 1992, un par de años antes de la muerte del autor: “Confesión”. En este poema, que tiene el tono dramático y angustioso de las últimas palabras de un moribundo, Bukowski dice:

[…]
no es mi muerte lo que
me preocupa, es mi esposa
abandonada con este
montón
de nada.
quiero
hacerle saber
sin embargo
que todas las noches
durmiendo
a su lado
incluso los más triviales
argumentos
fueron cosas
siempre espléndidas
[…]

Esta idea es parafraseada por Bunbury como “Y yo que he dormido a tu lado puedo afirmar / que hasta las pequeñas discusiones fueron contigo algo estupendo.”

Con esto cerramos esta nueva tanda de coincidencias literarias, agradeciendo una vez más la lectura y comentarios al texto que precedió a éste. Asimismo, reitero que las sugerencias que no incluí ahora quedan reservadas, al igual que otras que yo tengo guardadas por ahí, para próximos artículos. Es un gusto que el camino intertextual marcado por el movimiento musical de Bunbury —pues, al final de cuentas, eso es su estela de coincidencias— sea compartido por muchos de los que habitamos la conversación inagotable de la literatura.

“Me infiltro en el sistema y exploto desde adentro”: la industria musical y las causas políticas

Publicado en Acordes Modernos y en Cultura Colectiva (en este último, con el título “«Donde hay poder hay resistencia»: la industria musical y las causas políticas.)

Afectados por los desahucios en escena en el concierto de Nacho Vegas. | Gustaff Choos

Afectados por los desahucios en escena en el concierto de Nacho Vegas. | Gustaff Choos

(Denisse Gotlib y Grecia Monroy.) Hace unos días, el cantante español Nacho Vegas ofreció un concierto en Barcelona que estuvo a punto de ser cancelado debido a que, como parte de su espectáculo, el músico quería proyectar un video de burla, parodia y protesta al banco que patrocinaba el evento (Banc Sabadell). Es bien sabido que el asturiano ha participado activamente en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y otros movimientos sociales. La disputa entre Vegas y los patrocinadores, que finalmente terminó cuando llegaron al acuerdo de que sí se proyectara el video, permite reactivar la reflexión sobre las posibilidades de la protesta o de la resistencia en el ámbito de la “industria cultural”.

https://web-beta.archive.org/web/20161017001723if_/https://www.youtube.com/embed/pAvmIw6gMXc
Gestos como los de Vegas muchas veces han sido interpretados como hipocresía: ¿cómo es que los músicos pueden criticar “al sistema” a la vez que forman parte de él y, en algunos casos, lo reafirman participando dentro de festivales organizados por grandes empresas? Algunos dirían que es insostenible pretender representar o “dar voz” a las causas de los pobres, de los marginados o de los oprimidos y, por otro lado, ganar dinero (en algunos casos, mucho dinero) mediante tratos con disqueras y con otros elementos de la industria productiva de la música. Pero, ¿entonces la disyuntiva es estar radicalmente de un lado o del otro? ¿No hay solidaridad posible si no es enunciada desde el preciso lugar de carencia o de opresión?

Algunos elementos al respecto de la posibilidad de acción transgresora dentro de la industria cultural se remontan a los orígenes mismos de este concepto, acuñado por Theodor Adorno y Max Horkheimmer en los años cuarenta del siglo pasado y que se refiere a la industria encargada de producir bienes culturales de forma masiva. Sin embargo, la idea de que la industria cultural es un ente hegemónico, avasallador y totalizador fue reformulada después por otros teóricos, quienes centraron su atención no en su hegemonía y homogeneidad sino en los resquicios y las fisuras por las que se le podía “dar la vuelta” a algunos de sus procesos.

La música, como cualquier otro arte, tiene diferentes posibilidades para aprovechar estos resquicios y fisuras como espacios de transgresión o protesta. En América Latina, en años recientes, hubo un caso que echó más leña al fuego a esta cuestión. Con frases como “Me infiltro en el sistema y exploto desde adentro” o “Adidas no me usa: yo estoy usando Adidas,” el trío puertorriqueño Calle 13 lanzaba una contundente declaración de principios. Además, mediante sus poderosas letras y atractiva música, Calle 13 dio forma a una identidad latinoamericana que tiene una larguísima tradición de formación previa, pero que, al calor del ritmo del reggeaton/rock/rap de estos músicos, alcanzó un público masivo quizás sin precedentes. La expresión más paradigmática de esto es la estética del video de su canción “Latinoamérica”.
https://web-beta.archive.org/web/20161017001723if_/https://www.youtube.com/embed/DkFJE8ZdeG8
Aunque no idénticos, otros ejemplos en los que la música y la política se han entrelazado de modo explícito son festivales como el Wirikuta Fest organizado por músicos como Rubén Albarrán de Café Tacvba para la defensa de Wirikuta (un territorio huichol amenazado por una minera canadiense), el involucramiento de Bono de U2 en brigadas por la paz y demás organizaciones internacionales, Elton John como embajador inglés de los derechos LGTB en distintos países del mundo, entre otros.

Hay algunos otros casos que, sin embargo, conviene colocar en párrafo aparte porque introducen una distinción que más adelante matizaremos. Se trata de actos a veces menos visibles o espectaculares que los anteriores, pero que modifican directamente, aunque sea en escala pequeña, las relaciones inmediatas y la participación de algunos elementos dentro del sistema. Por ejemplo, la creación de plataformas de música colaborativa y de descarga gratuita, como Fundación Robo, o bandas que han propuesto formas alternativas de adquisición de discos, como Radiohead con el álbum In Rainbows que fue ofertado con la modalidad “lo que el cliente quiera pagar”.

Otra distinción que conviene tener en cuenta es, por un lado, cuando los actos político-musicales asumen como interlocutor a la gente en general, con una intención de toma de conciencia o de valoración de la propia situación (podríamos ilustrar esto con el caso “Latinoamérica” de Calle 13) y, por otro lado, cuando el interlocutor es la esfera política o cierta autoridad sobre la que se pretende ejercer presión para que realice o no ciertas acciones en una situación determinada (caso ejemplar de esto sería la ya también aludida labor que Bono de U2 encabezó para lograr que algunos países occidentales y los bancos acordaran cancelar la deuda de África, proyecto en el que se enmarcaron los masivos conciertos de Live Aid y Live 8.)

Al respecto de lo primero, esos actos político-musicales suelen tener el tono, ya sea en un concierto o en una canción, de una protesta pública, de un festival, de un carnaval. Es decir, abren un espacio en el que las cosas son diferentes a la manera en que usualmente son o nos figuramos que son. En esta época en la que la profesionalización y el ansia de clasificación nos ha dado la falsa imagen de que todo tiene su lugar específico y que no está bien mezclar unas cosas con otras (trabajo o escuela con diversión, lo público con lo privado, el arte con la política), el hecho de que la música estreche manos con causas políticas de manera explícita nos puede recordar que, en realidad, todo tiene que ver con todo. Asimismo, nos recuerda que nos queda el espacio simbólico de la canción y del escenario para construir mundos alternativos. Finalmente, también otorga un sentimiento, quizás fugaz o breve, pero no por eso menos verdadero, de valoración, de reconocimiento, de sentir en nuestros hombros el peso apremiante, pero inspirador, de sabernos sujetos a una historia común.

Al respecto de lo segundo, es fundamental partir del hecho de la inmensa atención mediática que ciertos fenómenos musicales han obtenido y que los coloca, en cierto modo, en un nivel equiparable al que tienen los ámbitos políticos (y, sin duda, mucho mayor que el de la esfera académica). En ese sentido, ambos “mundos” son interlocutores y, por lo tanto, podría entenderse que los músicos famosos pueden transmitir ciertos mensajes a la esfera política que, de otro modo, quizás no le llegarían y, lo mismo en sentido contrario, es decir, que los músicos pueden llevar a la gente (a “las masas”) debates y mensajes que podrían quedarse acotados exclusivamente al medio político o académico. Esta labor que podemos llamar “mediadora” de los músicos y de la industria musical tiene un buen ejemplo en lo que hicieron Bono y Bob Geldof al respecto de la pobreza en África, lo cual incluye tanto el papel protagónico que tuvo el primero en las “negociaciones” con líderes occidentales como Bill Clinton con el fin de lograr la cancelación de la deuda africana, así como la función de Geldof como orquestador de los conciertos masivos Live Aid y Live 8, los cuales recaudaban dinero para la causa y, al mismo tiempo, visibilizaban la problemática a públicos estadounidenses y europeos.

https://web-beta.archive.org/web/20161017001723if_/https://www.youtube.com/embed/F9fVqcgunNc

Es bien sabido que casos así generaron gran polémica en su momento y que sus resultados “efectivos” son difíciles de medir aun ahora. La polémica tiene que ver, básicamente, con la desconfianza que acarrea que un par de figuras del medio de espectáculo, ajenas al contexto del cual están hablando, sean los portavoces y actores principales de la acción. El asunto es complejo, porque, además, es preciso juzgarlo en el marco de situaciones históricas tan fuertes como el colonialismo y la discriminación. En este sentido, “el lugar de enunciación”, es decir, el lugar geográfico, social, económico, racial, lingüístico y político desde el que habla o convoca cada artista es fundamental, porque pone en juego la perspectiva desde la cual cada quien opina y actúa sobre los problemas del mundo.

Pero aquí volvemos a la pregunta inicial: ¿no hay solidaridad posible si no es enunciada desde el preciso lugar de carencia o de opresión?

Es poco probable que algún día alguien reciba el reconocimiento de la legitimidad absoluta ante los actos que realiza. Nadie puede ser 100% coherente porque vivimos en circunstancias heterogéneas, desfasadas, contradictorias. Por eso, conviene juzgar caso por caso y ver más allá de lo que se muestra. En todo caso, exigirles a los otros, músicos y artistas incluidos, lo mismo que nos exigiríamos a nosotros mismos ante cierta situación problemática que nos es común.

Como postura teórica esperanzadora, nos gustaría traer en este punto a Michel De Certeau cuando habla de las diferencias entre dos modos de acción: la estrategia y la táctica. Para el teórico francés, las empresas o las personas que ejercen el poder a gran escala emplean estrategias para administrar las relaciones sociales y dominar (relativamente) a los sujetos, puesto que son dueños de los medios de producción de las mercancías y de los lugares por los que nos desplazamos, dictan muchas de las reglas del mercado y toman decisiones de forma privada que impactan en la esfera de lo público. En ese sentido, la industria de la música se rige, en su gran mayoría, por las empresas que administran los conciertos y la boletería, las disqueras, las compañías de publicidad, los patrocinadores de los festivales y otros actores y factores que, de hecho, no tienen que ver directamente con la música, con los artistas, ni con el público.

Sin embargo, como decía Michel Foucault, “donde hay poder hay resistencia”. De Certeau habla de que las masas y los sujetos no son tan fácilmente manipulables como durante mucho tiempo se pensó (incluyendo a los filósofos que mencionamos al principio, Horkheimmer y Adorno, y sus planteamientos sobre la industria cultural) y que emplean cotidianamente tácticas desde las cuales responden a las estrategias de los poderosos. Estas tácticas son pequeños actos de resistencia no contemplados por el proyecto global y totalizador de los estrategas. Ejemplo de esto sería el caso con el que abrimos este texto: lo que hizo Nacho Vegas al proyectar, durante su recital, un video que parodia y protesta contra el banco que patrocina su propio concierto. Un gesto táctico así resulta político tanto en su especificidad concreta (digamos, la toma de postura de Nacho Vegas respecto al banco patrocinador, en el contexto de los desahucios españoles) como en su proyección mediática (que la polémica sirva de pretexto para dar a conocer la causa de la PAH) y, especialmente, en la carga simbólica, perdurable, recreable y replicable que es consecuencia del marco artístico en el que un gesto así se lleva a cabo.

La inmensa mayoría de nosotros sólo podemos actuar desde la táctica y muchos de los gestos de los músicos u otros artistas entrarían también en esta categoría, pues dentro de los espacios controlados por los que transitan, encuentran pequeñas fisuras y puertas desde las cuales contraponerse al sistema en el que todos estamos inmersos.

Si las circunstancias fueran ideales, seguramente poco habría sobre lo que protestar. Pero, mientras no sea así, los gestos políticos de la música no son sólo deseables, sino necesarios para, al menos, reactivar ciertas ideas, ciertos impulsos, ciertas sensaciones, ciertos deseos. Como dijo el escritor sonorense Élmer Mendoza, a veces es preciso volver a enseñar a desear, porque sin deseo no hay acción posible.